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—Joven Kim, bienveni... —Youngi se quedó callado en cuanto reconoció a aquel hombre que estaba sentado con las piernas cruzadas y la mirada en alto.

—Muy buenos días, joven Min. Es bueno volver a verlo —sonrió viendo a Jaemin a un costado del mayor. Se levantó e hizo una reverencia que los dos correspondieron con un gesto titubeante—. Creo que mi padre le ha informado de su estado y por eso mi presencia aquí.

—Claro —rodeó la larga mesa con Jaemin siguiéndolo y se sentó en la silla que mostraba su puesto de jefe en la empresa—, será un honor tratar con usted—fingió una sonrisa que se nota, incluso desde la luna, que es falsa.

Jaemin los miró. Tragó saliva y se sentó a un lado de Youngi, moviendo su pierna con frenesí en un acto de nerviosismo.

De todos los malditos lugares donde pudo encontrarlo, ¿tenía que ser en una junta? ¡y con Youngi!, si Woosung decidía abrir la boca en ese momento estaba perdido.

Youngi se enteraría que él era Jay, todo se iría a la mierda y ya no podría seguir trabajando en la mansión sin sentir una enorme vergüenza de sí mismo. Y si se atrevía a decir que pasó con él una noche viajaría hasta Daegu solo para arrojarse al río Nakdong.

Miró al chico castaño, y entre miradas le rogó que se mantuviera callado, esperando que comprendiera ese mensaje encriptado. Las palabras de Youngi ya no se entendían, eran ecos que decían algo importante, pero el qué se le había perdido, porque ellos se miraban con intensidad; Woosung intentando trasmitirle su alegría por encontrarlo nuevamente y Jaemin procurando decirle que no abriera la boca, aunque su vida dependiera de ello.

—Voy a firmar —sentenció sin dejar de mirar a Jaemin.

—Pero no he terminado de leerle las cláusulas —dijo Youngi, confundido—. A penas voy por la décimo primera. Y no le dijimos nuestros números.

—No importa. Voy a firmar —giró hacia Youngi—. ¿Me permite? —señaló los papeles sacando una pluma de su saco.

—Por supuesto —endureció la mandíbula y le tendió el fajo de documentos. Miró a Jaemin, quien solo le hizo un gesto con sus hombros, fingiendo no saber lo que ocurría.

—Listo —Devolvió los papeles hacia Youngi. Se levantó, abotonando su elegante saco negro—. Entonces me comunicaré con su secretario para nuestras futuras juntas—miró a Park.

Youngi los miró, notando la tensión entre ellos.

— ¿Disculpe? —dijo.

—Es él su secretario, ¿no?

—De hecho, no. Es un amigo de confianza.

—Oh, ya veo —Volvió su rostro hacia Jaemin—. Soy Kim Woosung, un gusto...

—Jaemin —dijo rápido—. Park Jaemin.

—Un gusto, Jaemin —El menor pudo sentir la diversión en su tono y deseó golpearlo.

—El gusto es mío —le tendió la mano y Kim la aceptó, gustoso.

—Entonces nos mantendremos en contacto —Rompió el agarre Youngi, extendiendo su propia mano para que el otro la tomara—. Será un gusto tenerlos como socios.

—El gusto será mío —Jaemin tragó saliva—. Me retiro—avisó, comenzando a caminar hasta la salida de la sala, pero no sin antes pasar por un costado de Jaemin y susurrarle un—: Un gusto verte de nuevo, Jay.

Dejó a Park con las mejillas ruborizadas y con las piernas tambaleantes. Tenía pavor de que aquello haya sido escuchado por Youngi.

Youngi lo miró con el ceño fruncido. Corrió a cerrar la puerta, cerciorándose de que aquel hombre ya se había largado.

Thorns © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora