Taesung se había incorporado a la mansión tan rápido que a Jaemin le sorprendió verlo hablar tan animadamente con el resto del personal, como si los conociera de toda la vida.
Incluso al loro le cayó bien, y eso que aquella bestia emplumada es difícil de domar.
En cuanto a Hoyeon y él, las cosas aún no se arreglaban, a pesar de que el rubio llevara allí más de tres días. No se dirigían la palabra; cuando uno intentaba acercarse, el otro salía huyendo despavorido ante el miedo innegable del amor.
El pelinegro los había observado en silencio con los brazos cruzados y la ceja enarcada. Sabía con certeza que aquellos amantes no durarían mucho más en esa situación, y buscarían el momento exacto para arreglar su rota relación con un beso cargado de añoranza.
Solo esperaba que eso sucediera cuando él todavía rondara por los pasillos del lugar. Deseaba verlos reconciliados antes de ir a Italia.
Y hablando de Italia...
La decisión que había tomado tal vez pondría en riesgo toda su determinación y voluntad para desterrar por completo a Min Youngi de su corazón; sin embargo, su corazón latía furioso cada vez que pensaba en aquello y la garganta se le secaba al mismo tiempo que sentía sus orejas quemar.
Sabía que no tendría otra oportunidad como esa en la vida y aquello, claramente, le revolvía el estómago por la ansiedad.
Los días se le hacían eternos y las noches imposibles de dormir. Se levantaba con sudor frío corriendo por su frente y las manos temblorosas.
Aquello estaba sobrepasando el límite de lo humano, y si no lo controlaba, caería enfermo como incontables veces.
Enfermarse de amor no es algo precisamente bonito, aunque el término sea utilizado por poetas y escritores para hacer referencia a un estado más allá de la conciencia. Para Jaemin solo significaba malestares y profundos dolores que, obviamente, decía ser por el cansancio.
Su celular vibró en su bolsillo. Lo miró y luego se fijó en que no hubiera nadie merodeando por el pasillo del ala sur de la mansión. Lo sacó, sonriendo ante la pantalla.
— ¿Cómo amaneció el hombre más bello de todo el continente? —la melodiosa voz de Woosung le hizo sonreír.
—Tengo ganas de enterarme vivo —y no mentía—, pero estoy bien, ¿tú?
—Bastante mejor ahora que puedo escucharte —Jaemin suspiró.
— ¿No te cansas de ser tan tierno?, incluso así me pones nervioso —soltó una pequeña risa que evidenciaba lo que había dicho anteriormente.
—Si con eso sonríes, estoy bien. Oye, Jaemin, ¿te parece si nos vemos al rato?
—Estoy en la mansión, no creo que pueda —Hizo un puchero.
—Puedo ir un rato sin que nadie me vea; quiero darte algo.
— ¿Estás seguro? —Dudó—, los chicos están aquí y se ponen pesados cuando se trata de mí. Me están perdiendo el respeto, Woo—Fingió una rabieta y escuchó una risa del otro lado.
— ¡Te exijo que desde hoy me llames así! —gritó con la voz más aguda. Jaemin rió ante la actitud infantil del mayor.
—Cómo, ¿Woo? —jugueteó.
— ¡Ah, Jaeminie!, ¡Me encantas demasiado! —Las mejillas de Jaemin se encendieron.
— ¡Deja de avergonzarme de esa forma! —Ocultó su risa entre su mano.
— ¿Acaso está sonrojado ahora, señorito Park? —intuía que Kim tenía una sonrisa de oreja a oreja. Rodó los ojos, divertido.
—Dijiste que querías darme algo, ¿qué es, señorito Kim?
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Thorns ©
FanfictionEn los elegantes pasillos de la mansión Min, Jaemin ha servido como el leal mayordomo durante más de una década. Oculto detrás de su impecable compostura y profesionalismo, ha guardado celosamente un amor no correspondido por su jefe y amigo de infa...