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Los giros eran fuertes. El agarre en el tubo de metal, firme. Los raspones que comenzaban a marcar sus rodillas de un rojo vivo eran evidencia de un baile lleno de rencor, de un enojo contenido que al fin estaba siendo liberado.

Ni su respiración agitada, ni las lágrimas que corrían salvajes por sus mejillas y terminaban a sus pies le importaba.

Dejó en el escenario la frustración que sintió durante toda la semana al escuchar, una y otra vez, lo maravilloso que fue la cena del lunes.

Estaba cansado, triste y molesto consigo mismo por no ser capaz de borrar la idea de que Youngi podría ser suyo algún día. Necesitaba quitar de su cuerpo el deseo.

Se dejó atrapar por una de las manos que envolvieron su cintura cuando bajó y no se opuso tampoco cuando esas mismas manos lo sentaron sobre sus piernas.

—Concédeme una cita —le susurró al oído y se dio el lujo de voltear, encontrándose con unos ojos color caramelo que lo miraban con admiración en medio de las luces de neón.

Sonrió al recordarlo y se levantó de su regazo después de dedicarle una mirada llena de complicidad. Se puso detrás de él sus manos viajaron hasta su pecho.

Los gritos y silbidos envidiosos lo motivaron aún más. Con un simple agarre en su cabello, llevó la cabeza del hombre hacia atrás y acercó sus labios hasta el lóbulo de su oreja.

—Te espero en el último camerino —Se alejó de él y volvió al escenario con una sonrisa que provocó la ovación de todos. La música paró y las luces se apagaron.

Desapareció de la vista del público y Taesung lo recibió con una toalla en su mano.

—Estuviste bien allá arriba —elogió—, ¿qué te puso así? O más bien... quién.

—La desesperación —Dejó la toalla y agarró una botella de whisky que estaba en la mesa. Le dio un trago sin reparar en el ardor en su garganta.

—Tranquilo, hombre. ¿Qué pasa? —Le quitó la botella de las manos y la dejó donde estaba inicialmente.

—Ya no lo soporto. Necesito borrar a Youngi de mi corazón —Cubrió su rostro lloroso con las manos—. Necesito quitar de mi cuerpo el amor que siento por él, Taesung.

—Lo comprendo —Se acercó a él y lo envolvió en un abrazo. Los sollozos de Jaemin quedaron atrapados en sus brazos.

—Le dije a un tipo que viniera al camerino —Se separó de su amigo y acomodó su cabello.

—No creo que sea buena idea, Jaemin. Ahora no estás bien.

—Qué más importa —Caminó de nuevo hasta la mesita y observó cómo el viejo de Sandy Mac se burlaba de su debilidad. La agarró con fuerza, queriendo estrangularlo. Taesung intentó detenerlo, pero lo esquivó y pidió con la mirada un poco de piedad. Entonces se alejó.

—Solo cuídate, por favor —Jaemin asintió y un golpeteo en la puerta hizo que ambos dirigieran su vista en esa dirección. Se colocó de nuevo la máscara.

Ante el asentimiento de cabeza de Jaemin, Taesung abrió la puerta y se retiró luego de hacerle una reverencia al hombre que estaba parado en el umbral.

—Pasa —Indicó Jaemin tapándose con su bata.

El hombre, que no tendría más de treinta años, ingresó a la pequeña habitación con pasos tímidos.

—Muchas gracias por dejarme conocerte —Jaemin sonrió dejando la botella a un lado—. Me dijeron que te llaman Jay.

—Así es.

Thorns © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora