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Durante dos meses seguidos siguió encontrando a Youngi en el club; el azabache no se perdía ningún show, a pesar de los rechazos del bailarín que no se dejaba envolver por aquellos ojos que fundieron en los vicios del amor a Jaemin desde que tenía solo quince años. Pero con él no funcionaría. Era difícil, pero también gratificante, saber que su corazón había aprendido a controlar sus palpitaciones aceleradas estando cerca suyo una vez se pusiera la máscara de Jay.

Por otro lado, Woosung iba ganándose aquellos latidos a la fuerza y había instalado en él una sonrisa permanente; era tan atento y servicial que no podía evitar sentirse bien en su compañía. Habían salido más seguido, también hablado hasta altas horas de la noche y para cuando el menor quiso darse cuenta, ya había reemplazado sus sueños con Youngi por unos con Kim, en un tonto intento de volcar sus sentimientos hacia otra persona y dejar de sufrir el amor que le había sido negado.

Era el primer hombre -de muchos- que lograba en verdad sacar a su jefe de su cabeza aunque sea unos instantes. Es un intento desesperado, está totalmente consciente de ello, pero ese intento le resulta: dejó de sudar frío por las noches y las pesadillas dejaron de acosarlo.

No estaba "curado" porque Youngi jamás fue una enfermedad, pero se sentía enfermo constantemente por el sentimiento que provocaba en él. Una vez más, se sentía bien y era gracias a Woosung.

Sonrió girando sobre su cama, observando el techo con un suspiro en sus labios, pensando en lo cómodos que estarán los novios en su suite principal, porque ese día Misuk se había quedado a pasar la noche, y sin ningún pronóstico, dijo que dormiría en la habitación de Min.

No le molestaba, al fin y al cabo, eran novios, pero todavía le dolía el hecho de haber perdido una guerra que ni siquiera había empezado.

Pensó por un momento en llamar a Woosung y ocupar su mente riéndose de sus chistes absurdos, pero decidió no hacerlo.

«Estará dormido ya» se dijo.

Cerró sus ojos ante la idea de verse sin compañía en ese momento.

Oyó una suave voz rasposa y con un timbre único que provenía del patio trasero.

Se levantó tan rápido como pudo, tomando sus pantuflas y salió casi corriendo de su habitación.

«Esa es la voz de... Oh, no...»

Dio vuelta el pasillo y salió al jardín por la puerta que conectaba la cocina con el patio; una sonrisa temblorosa y con la letra de la canción palpitando en su mente. Corrió hasta la salida y su sonrisa nerviosa se encontró con un hombre con un ramo de claveles en su mano.

Sus ojos, brillantes como perlas, quedaron sujetas a las esferas color caramelo del cantante aficionado. Sonrió levemente con la comisura de los labios temblándole y con el corazón desbocado por la adrenalina, sorprendido ante aquello.

Lo escuchó cantar hasta la última estrofa con los ojos brillantes de admiración. Abrió el pequeño portón y salió a recibir al hombre.

«¿Hizo esto por mí?»

— ¿Quién mierda está haciendo tanto escándalo a la una de la madrugada? —Escuchó la voz de Youngi venir desde arriba y se alarmó, volteándolo a ver en el momento justo en el que él se asomaba al balcón que daba hacia el fondo de la mansión.

—Soy yo —dijo Woosung y los ojos de Jaemin se llenaron de un extraño brillo cuando lo miró.

—Woosung... —murmuró con la voz ronca, acercándose a él lentamente.

La respiración de Park se volvió irregular, pero la voz pesada de su jefe le hizo alzar la cabeza de nuevo y cuestionarse sus sentimientos en ese momento.

Thorns © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora