Lo conocido se vuelve extraño

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La carta de Jamie me había afectado más de lo que me hubiese gustado admitir.  De cierta manera sabía que la culpa no era de él, sino mía. ¿Quién querría estar con una chica en estado de coma que probablemente jamás despertara? Encadenarse a una relación con alguien cuya existencia no era asegurable, condenarse a una vida a medias, donde en la mente siempre existe el miedo por el otro, a quien la muerte acecha constantemente. Eso no se lo deseaba a nadie, por lo que entendía que Jamie me hubiese abandonado pero lo que no comprendía era por qué lo había hecho de esa manera tan cruel, dejándome una mísera carta sin siquiera un número de teléfono o una dirección a la cual acudir. Por eso debía encontrarlo y obligarlo a cerrar nuestra de historia de manera decente, cara a cara.

Había pasado la mayor parte de la noche en vela, demasiado inquieta como para dormir. Me levanté muy temprano, mi madre me había guardado una cita con el médico antes de partir pero lamentablemente esta era por la tarde lo que me dejaba con una mañana sin planes, lo cual me aterraba. Ansiaba poder atascarme de actividades y quehaceres para poder dejar de pensar y distraerme. Baje las escaleras con cuidado, mis movimientos eran descoordinados debido a que había crecido algunos centímetros y mi mente aún no se había acostumbrado a ello. Me preparé el desayuno casi por obligación, y una vez que lo terminé, tomé mi celular y  llamé a Emma.

Mi amiga atendió al segundo tono.

-Vanessa – saludó.

-Emma, hola, no sabía si ibas a responder, aún es muy temprano y temía despertarte- dije aliviada mientras miraba el reloj de la cocina que marcaba las nueve en punto.

-¿Despertarme? No, la mayoría de las personas comienzan su jornada laboral a las ocho- me recordó divertida y yo quise poder golpearme, había olvidado nuevamente que Emma era adulta- de todas maneras, ¿Para qué llamabas?

-Lo que ocurre es…- vacilé un momento, en mi cabeza lo veía todo claro pero expresar mis preocupaciones en voz alta me hacía sentir tonta, mi problema era tan típico de adolescentes que contárselo a Emma me avergonzaba. Me recordé que ella estaba al tanto de mi situación y que sería comprensiva conmigo, tragué aire y continué- me gustaría encontrarme con Jamie, quiero hablar con él.

- Lo entiendo.- respondió y noté su voz seria. Ni un gramo de mofa en su tono.- Pero como ya te lo he dicho el otro día, lamentablemente no sé a dónde se ha ido, recuerdo haber intentado llamarlo pero también cambió su número. Janet fue la última a quién él vio, cuando le dio la carta, pero ella jamás quiso hablar mucho de eso…

-Está bien- repuse, tratando de camuflar la desilusión en mi voz.

-Lo siento, amiga. Quizá puedas llamar a Janet.- sugirió Emma, pude escuchar muchas voces a su alrededor y me pregunté de qué trabajaría-  Hey, aquí ya me están mirando extraño por estar hablando por teléfono, debo irme, ¡te llamo luego!- antes de que pudiera decir algo Emma ya había cortado la comunicación.

Suspiré, ahora debía llamar a Janet. Jamie y ella siempre habían sido unidos, de hecho ella era quien me lo había presentado. Ambos habían sido miembros de una pequeña banda de rock con pocas posibilidades de triunfar y luego de que la banda terminara, ellos habían mantenido una gran amistad. Nuevamente tomé mi destartalado celular, en 2015 ya era un modelo viejo por lo que ahora debía de ser una especie de dinosaurio respecto a los modelos nuevos. Pasé por los contactos hasta encontrar el número de Janet, pulsé el botón y la llamé. No hubo tono. Seguramente Janet habría cambiado de número. Estaba frustrada, Emma me había dicho en El Sol que Janet se había mudado a Nueva York pero no sabía su dirección. No podía rendirme tan fácil, aún había algo que podía hacer: visitar la antigua casa de mi amiga, con suerte sus padres seguirían viviendo allí y ellos podrían decirme como dar con ella.

8 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora