Mentiras, mentiras, mentiras

286 20 5
                                    

Bajé del bus con especial cuidado, ser coordinada no era lo mío y teniendo en cuenta que ahora debía cargar un bolso la situación no se me facilitaba. Nunca antes había visitado Nueva York, sabía que era una ciudad grande y muy habitada pero jamás me había imaginado que sería de tales proporciones. Caminé algunos minutos desorientada, tenía las direcciones que Linda, la madre de Janet, me había dado pero debía conseguir un mapa y rápido si no me quería perder en semejante lugar. Me acerqué a una oficina de turismo para conseguir uno.

-No es necesario que gastes tu dinero en un mapa. - me aconsejó el muchacho que me había atendido- sólo activa la función de GPS en tu móvil y te podrás guiar por el plano virtual que viene integrado. Está la opción de configurarlo en 3D pero eso ya es a gusto personal...

-No creo que mi celular tenga la opción de GPS- respondí divertida cortándolo en mitad de la frase.

-Seguro que sí la tiene, todos los móviles la tienen... ¿Qué modelo es el tuyo?- me preguntó y yo saqué del bolsillo mi destartalado teléfono y lo alcé un poco para que lo pudiera ver bien.

El muchacho se asombró y tuvo que contener la risa antes de responder.

- ¡Ese modelo es viejísimo! Debe tener como diez años... es bastante sorprendente que siga funcionando- exclamó impresionado. Le había atinado a la edad de mi móvil, mis amigas me habían aconsejado que lo cambiara un montón de veces pero yo siempre había dado poco interés a los aparatos electrónicos.

-Muy bien, como habrás notado, después de todo voy a necesitar ese mapa- sentencié.

-Toma, es todo tuyo- me dijo él aún sonriente- y considéralo un regalo, ya casi no se venden así que estaba por botarlos...

Tomé el mapa y volví a la calle, ahora había aún más personas en la avenida, seguramente la mayoría de las personas de Nueva York llevaba una vida estresante... el reloj que llevaba en la muñeca emitió un pitido, arrancándome de mi ensoñación, ya eran casi las ocho de la mañana y eso significaba que debía tomar una dosis de Dynomac pronto. Entré al primer café que vi y tomé asiento en una mesa pequeña y cuando la camarera se acercó a tomar mi orden pedí té y un trozo de tarta, me había dado cuenta que si tomaba mi medicamento con el estómago vacío me producía malestar. Ella volvió rápido con mi orden, me apresuré en tomar unos tragos de la infusión caliente y algunos bocados de tarta, mi reloj sonó de nuevo y pude ver en la pantalla del mismo que ya eran las ocho en punto, saqué el frasco negro que guardaba cuidadosamente en el bolsillo interno de mi chaqueta y me apresuré a tomar la pastilla roja. No notaba ningún cambio desde que había empezado con la medicina, aunque para ser honesta desde entonces, no había hecho más que dormir y viajar en bus, de todas maneras no pensaba en averiguar qué ocurriría si dejaba de tomarla.

Terminé el desayuno y salí fuera nuevamente, ya no había tanta gente en las calles como antes. En el café había consultado el mapa y me había llevado la grata sorpresa de que donde trabajaba Janet estaba tan solo a un par de cuadras de allí.

Me paré frente a un gran edificio que respondía la dirección que yo tenía anotada en el papel, sobre la puerta pude leer un cartel que rezaba "EDITORIAL REVISTA TREND". Quedé impresionada, sabía que Janet trabajaba para una revista porque su madre ya me lo había mencionado pero no había imaginado que mi amiga trabaja para esa, era sorprendente. Trend era sin dudas la más popular de todo el país, y llevaba años siendo publicada, recordé las tardes que solíamos pasar Janet, Sophie, Emma y yo leyéndola y discutiendo sobre las diferentes notas.

Abrí la puerta de vidrio e ingresé dentro del edificio. En un costado había un grandísimo escritorio de mármol, similar a los que se encuentran en las recepciones de los hoteles, y detrás de este se hallaba una chica rubia bastante joven. Fruncía el ceño mientras tecleaba con rapidez en su laptop, supuse que debería hablar con ella y solicitar ver Janet pero al notar que la muchacha ni se había percatado de mi presencia preferí seguir adelante. Seguí por el pasillo, pasando el escritorio de mármol rápido para no llamar la atención. El corredor me condujo hacía una gigante sala, no había oficinas, sólo cubículos. El lugar estaba atestado de personas, sonaban muchos teléfonos al mismo tiempo y algunas personas que casi corrían por los pasillos transportando carpetas y papeles de un cubículo a otro.

-Hola, ¿Me podría decir dónde se encuentra Janet Heatcher?- le pregunté a un hombre calvo que revisaba una carpeta con muchas fotografías dentro.

Él ni siquiera me miró, se limitó a señalarme el final de un corredor a su izquierda. Seguí su indicación luego de susurrar un apresurado "gracias". La distinguí enseguida, se encontraba en lo que supuse que sería su cubículo, sentada muy recta en su silla mientras escribía velozmente en la computadora. Le podía ver solamente el perfil y el único cambio que pude notar fue su cabello que ya no tenía mechones azules y ahora le caía recto hasta los hombros, como una cascada negra.

Me acerqué con cuidado y le di suavemente unos golpecitos en el hombro, Janet estaba tan ensimismada en su escritura que se sobresaltó cuando la toqué, casi cayendo de la silla.

-¿Qué ...- se calló de repente, sin finalizar su pregunta, había levantado la cabeza y ahora sus ojos se posaban en mí, el verde destellando con fuerza.

-Janet- susurré cuando me soltó, ella me miraba como si fuese un fantasma.

-Vanessa- se las arregló para decir. Alzó una mano y me tocó el rostro, como para cerciorarse de que yo sí era real. Me mantuve en silencio, no sabía que decirle, las palabras se quedaban atoradas en mi garganta negándose a salir

Me abrazó de repente, casi estrujándome en sus brazos.

-¿Qué haces aquí? ¿Cuándo despertaste?- me preguntó una vez que me soltó, estaba sonriendo y eso me tranquilizó un poco.

-Esto... hace cinco días he despertado, creo- repuse evitando su primera pregunta. Ella me seguía mirando con los ojos bien abiertos. Recorrí su cubículo con los ojos, para desviar mi mirada de la suya, taladrante.

-Podrías haberme telefoneado...- me reprendió con el tono que solía usar mi madre cuando se molestaba conmigo-

- Lo habría hecho si supiera tu número...

-Oh, claro, lo lamento soy una idiota- respondió quitándole importancia con un gesto.- de todas maneras es grandioso que estés aquí, estoy muy feliz por ti Vanss.

Ahí estaba de nuevo "Vanss". Siempre que me llamaban así mi mente me mostraba su rostro y en ese momento recordé el propósito de mi visita.

-Escucha, estoy tratando de buscar a Jamie y tú fuiste la última persona que habló con él antes de que dejara la ciudad, quiero saber si sabes su dirección o número- dije atropelladamente, era consciente de que había interrumpido a Janet en mitad de algo que me estaba diciendo pero no le di demasiada importancia. Necesitaba respuestas.

El efecto de mis palabras fue instantáneo en Janet, hasta el momento se había mostrado abierta y relajada en mi presencia pero en ese instante todo cambió. Janet se tensó visiblemente y su expresión se volvió seria y distante.

-No sé dónde está ni como localizarlo- me dijo y volvió a mí ese sentimiento de que algo iba muy mal que solía acompañarme diariamente en el pasado. Tenía el fuerte presentimiento de que Janet me mentía o me ocultaba algo.-... de hecho, Vanss, creo que deberías irte... tengo toneladas de trabajo y si no termino de escribir esta nota mi jefe me asesinará.

Ahora sí que confirmaba mis sospechas, Janet me ocultaba cosas y yo no me daría por vencida hasta descubrir de qué se trataba.

-Oh, claro, lo lamento.- fingí una sonrisa- fue bueno volver a verte, es una pena que no sepas nada sobre Jamie, pero no importa. No es tu culpa. Espero tener la oportunidad de hablar contigo en algún momento... adiós.

-Seguro, adiós Vanss- respondió con una sonrisa tan falsa como la mía.

Me volví y empecé a caminar dirigiéndome a la puerta, cuando voltee no me sorprendió ver a Janet tecleando presurosa en su móvil. Si Janet creía que me había tragado sus mentiras se equivocaba, yo estaba dispuesta a llegar al fondo de todo. Quizá su lugar de trabajo no fuera el sitio adecuado para montar una escena pero sabía dónde vivía e iría allí para pedirle explicaciones más tarde. No aceptaría más mentiras.

8 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora