Capítulo 35

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El contenido de mi vaso era una desagradable mezcla de savia del árbol de Qax y medicinas varias que ayudarían a mis nuevas heridas a cerrarse.

Aquella maloliente mezcla blanquecina me había ayudado a recuperar las fuerzas en los dos días que llevábamos aislados del mundo, encerrados en aquel viejo garaje a la espera del momento adecuado para actuar.

Di un último sorbo al recipiente cerrando con fuerza los ojos, como si eso pudiera hacer desaparecer más rápido del amargo sabor.

A pocos metros de distancia, Peter llevaba trasteando con los vehículos durante largas horas, fingiendo aprender a conducir con mi ayuda para que la mentira fuera creíble a ojos de Shiloh.

Miré al líder de reojo, metiéndome una cucharada del denso estofado de conejo en la boca, y lo descubrí totalmente absorto en sus pensamientos mientras jugaba con la palanca de marchas.

Fuera, justo en la entrada de nuestra pequeña guarida, Shiloh acababa de regresar tras la última guardia y practicaba con su espada totalmente concentrado, ajeno a cómo de vez en cuando Zay toqueteaba cables debajo del volante para ajustarlo y mejorar su precisión.

Shiloh y Rona no habían vuelvo a hablar de su discusión durante el tiempo que ella había estado con nosotros, pero de algún modo, sin necesidad de conversar sobre ello, sus diferencias quedaron a un lado y se despidieron amistosamente cuando ella tuvo que volver a la comunidad para regentar su nuevo puesto.

–Xena tiene a todo su ejército perfectamente armado y listo para la batalla. – Anunció Brett, sentando frente a mí y separados por una improvisada mesa de cajas de madera. Había estado pasando información desde Rona a nosotros, y viceversa, ya que ella permanecía bajo el escrutinio de todos aquellos que todavía no confiaban en su desapego al liderazgo de Zay. – Las cosas en la comunidad están en ascuas, todo el mundo sabe que Xena marchará hacia el Sur en cualquier momento. Todos saben que la guerra ya no es una opción.

Al ver que mi cuenco estaba vacío, lo cogió de entre mis manos y lo rellenó de nuevo con un par de cucharadas más. Él mismo había robado una de las ollas de las cocinas y la había traído a escondidas.

Su cabellera rubia y su amarillenta mirada señalaban claras similitudes con su hermana.

–Debemos actuar nosotros primero. No podemos retrasar más el plan o su paciencia se agotará. – Respondió Shiloh, que había dejado de blandir la espada contra un enemigo imaginario para reunirse con nosotros. – Si atacan ellos primero no podremos hacerlo. – Se retiró el guante izquierdo y cogió una de las extrañas frutas púrpura que él mismo había recolectado por las cercanías del lugar.

–Si es demasiado pronto podrían descubrir nuestra trampa. – Comencé mi segunda ración de comida.

–Están listos. –Confirmó Brett. – ¡Eh! ¿Quién te ha dicho que eso era para ti? – Sus ojos ambarinos se quedaron suspendidos sobre mi recipiente. Le guiñé un ojo, sabiendo que eso lo desarmaría, y su rostro se paralizó. Podría jurar que tendría la boca abierta si no fuera por la tela que le cubría la mandíbula.

–Esperarán a que nosotros nos movamos primero, con la información falsa que le hemos hecho llegar aguardarán lo que sea necesario para mantener la ventaja. No querrán perder la oportunidad. – Zay salió del coche dando un portazo y caminó hacia nosotros envuelto en su capa y capucha que solo dejaban a la vista la frialdad de su mirada. A diferencia de otras veces, la máscara de gelidez ni siquiera se resquebrajó cuando sus ojos negros se clavaron en mí. – Pero es cierto, no podemos retrasarlo más. La inestabilidad de nuestra comunidad podría hacer que incluso Rona perdiera el control en cuestión de pocos días. Lo haremos esta tarde. – Hizo una pausa en la que todos permanecimos en silencio.

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