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"El impacto y el dolor de una pesadilla puede ser mucho mayor que el de un puñetazo.

John Katzenbach

No podía ver nada en absoluto así que gruñí en desesperación.

—¡Ya está despierta!—reconocí su voz, era Daniel quien habló entusiasmado, pero eso aumentó el zumbido en mi oído, hice una mueca de dolor— perdón—susurro—, solo hablar en susurros por el momento, ¿okey?

—¿Danny?—susurré con un tono nervioso, estiré mi mano y pronto sentí que estaba envuelta por su mano, suave y cálida.

—Ya estoy aquí—eso me hizo recordar aquella voz antes de quedar inconsciente y me estremecí—. No te preocupes, todo estará bien—un corto beso en el dorso de mano me hizo sentir un poco más tranquila.

—¿El Doctor se encuentra aquí?

—No, pero lo estoy yo. Soy la enfermera Brown.

—¿Por qué no puedo abrir mis ojos?—pregunté nerviosa. Estar viendo oscuridad y solo poder escuchar voces en susurros te frustraba un poco. Tragué grueso aquel nudo que sentía en mi garganta esperando impaciente su respuesta.

—Tienes vendados los ojos, es por eso que no puedes abrirlos—vendados...¿Por qué?—. Sufriste un ataque de pánico, eso causó a que te autolesionaras. Están algo dañados ahora. Pero no te preocupes Cassandra, esperemos a que reaccionen a los sedantes y en cuestión de horas podrás ver perfectamente.

Estoy confundida.
¿Entonces aquella mancha oscura en el cuarto me hizo perder la cabeza? ¿Por qué perdí el control de mi misma? Es algo que no lo entiendo, como es que paso de un momento a otro, estaba ahí, y de pronto ya no lo estaba.
¿Cómo pude yo autolesionarme ?

—Entendemos tu confusión. Pero estás bastante aturdida como para hablarte más de eso.

Lo estaba, de verdad sentía que estaba aturdida y volviéndome demente al encontrarle una explicación a mis inmensas preguntas.

—¿Pasó mucho tiempo desde eso?

—Solo 3 horas, bueno ya casi son las 6 de la tarde, se podría decir que casi 4 horas.

No se por me dio un alivio inmenso escuchar esas palabras. No eran lo mejor, pero eran mejor que haber escuchado de caer en coma.

Nos aviso que regresaría por la madrugada. Cuando probablemente ya este dormida. Para quitarme el collarín, ya que era momento de hacerlo.
En un hospital parecían no respetar los horarios del sueño, simplemente hacían lo que tenían que hacer sin importar la hora que fuese.

—Ay mi frambuesita—me acarició la cabeza una vez que nos encontramos solos—. Te descuido un segundo y te quiere robar la muerte.

Su ironía con mezcla de preocupación me causo gracia, aunque atemorizante gracia al pensar que podría ser cierto.

Después de un rato, me comenzó a cantar a la lejanía, ya que escuchaba su voz en otro punto de la habitación. Que suponía se había acostado. Puesto a que ya era tarde, y a lado de mi cama no había sillas o cualquiera de esas cosas para los acompañantes. Y mi cama no era muy espaciosa para dormir juntos.

Cantaba alguna melodía que no había escuchado antes, pero suponía que era alguna canción nueva. Y era relajante. Siempre escuchar a Danny cantar era de los más agradable para mí.

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