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"Hay dolores que matan:pero los hay más crueles, los que nos dejan la vida sin permitirnos jamás gozar de ellas"

–Antonie L. Apollinarie Fée–

Los recuerdos llegaban a mi sin compasión, aunque me sostenía fuerte de la camisa de mi padre, no calmaba mi dolor.

—Señor  por fin la hemos encontrado—escuche que le dijo un policía a mi padre en el pasillo fuera de mi habitación en el hospital. Aún seguía temblando de frío porque estaba tan empapada que gotas de agua resbalaban por mi cabello, mi labio roto temblaba sabiendo la respuesta del oficial.

—¿Y?

—Lamentamos mucho su pérdida señor—mi padre al igual que yo quebramos nuevamente en llanto.

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Estábamos todos vestidos de negro, devastados por la pérdida de muchas personas, en una de ellas mi madre.

—Este día despedimos a una mujer....

Deje de escuchar porque no podía dejar de parar, lágrima tras lágrima caía por mi rostro oprimiendo mi corazón.

—Fue mi culpa—susurre antes de desmayarme en medio del sepelio.

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—Cassandra tienes que comer algo, estás muy grave como para no comer—me decía mi padre con un plato en la mano y una cuchara en la otra.

Negué con la cabeza, había pasado un mes desde el sepelio de mi madre, no comí desde entonces que no fuera un vaso de agua y frutas, ni siquiera hablaba.

—Por favor—me suplico y volví a negar mientras caía una lágrima por mi mejilla.

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—¿Qué fue lo que pasó?—me removía nerviosa de mi lugar mientras miraba de reojo a mi padre. Era el primer psicólogo.

No podía hablar sobre algo que fue mi culpa, porque yo maté a mi madre.

Decepcionado mi padre tomó de mi pequeña mano, que parecía la de un esqueleto, solo se me veían los huesos por no probar bocado en 3 meses.

—Lo intentaremos—lo miré antes de que una lágrima cayera por mi rostro.

///

—Cass— Mikel me tomó de la cara con ambas manos, reprochándome que comiera una de las galletas que preparaba su madre—reacciona. Por favor come, hazlo por mí.

Me negué, no quería. Yo quería morir para estar con mi madre, eso era lo que los adultos no comprendían.

Mikel abrió mis labios con sus dedos e introdujo unas cuantas migajas de galleta, sabía delicioso. Mastique un poco y él sonrió triunfante, me extendió una galleta, la tome para darle un gran mordisco, por primera vez en meses comí gracias a Mikel.

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—¿Tuviste pesadillas de nuevo? —mi abuelo Alfred caminaba junto a mí por el jardín.

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⏰ Última actualización: Mar 18 ⏰

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