cap. 6

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No recordaba como habíamos llegado, pero acá estábamos, en la típica sala de hospital blanca y deprimente donde había pasado gran tiempo de mi vida, podría decirse que ya me sentía cómodo paseando por estos pasillos. Lo único distinto era que ahora estaba en Japón y que no entendía nada de lo que leía. Podía caminar bien, solo había recibido una bala en el brazo, otra más para agregar a la lista de cirugías que había recibo mi cuerpo. Eiji había enganchado su brazo al mío, el que no estaba vendado, y caminábamos lentamente por esos fríos pasillos, yo le señalaba carteles y él me los leía, intentaba enseñarme algunas palabras a medida que se repetían, intentaba seguirle el ritmo, pero cada vez que intentaba repetir lo que decía se reía de mi pronunciación. Empecé a molestarlo porque su pronunciación en Inglés era bastante mala también. Pero era Eiji, nada podría hacerlo enojar, era la persona más paciente y amable que había conocido en toda mi vida, y por mucho que intentase molestarlo él nunca se enojaba, solo le salía reírse con esa dulce risa que solo él tiene, los ojitos se le achinaban más y su cara se iluminaba tanto que podría haber dejado ciego a cualquiera. Embobado por tanta belleza perdí la noción del tiempo-espacio y en esos, ahora cálidos, pasillos estábamos solo nosotros dos, mirándonos a los ojos, intentando descubrir cada partecita del otro, cada defecto, cada dolor, cada trauma y felicidad, y hacer del mundo un lugar para nosotros.

 Cegado por la felicidad de estar ahí con él, inconscientemente, lo tomé de la mano. Era una sensación cómoda y cálida, y si les soy sincero no me había dado cuenta de lo que había hecho, hasta que unos susurros acusadores llegaron a mis oídos. 

-Dios santo, ¿cómo se atreven a hacer eso en un lugar público? Hay chicos y gente con enfermedades, ¿es que no piensan en el resto? - me di vuelta furioso y vi a una mujer adulta hablando con un señor que nos miraba con una mezcla de pena y confusión. La señora siguió diciendo cosas hirientes mientas nos miraba con desprecio, cosas que no me permití escuchar pero estaba listo para atacar en cualquier momento. Debería haber estado demasiado tenso porque Eiji me apretó la mano suavemente, la retiró y me dijo:

-No te preocupes, Ash, no es nada, vámonos. - bajó la vista avergonzado y eso hizo que mi ira incrementase. No podía permitir esto, nadie tenía el derecho de hacer sentir mal a Eiji, y cualquiera que lo hiciese tendría que pasar encima de mi primero. Pero no quería hacer una escena por respeto a él, mi ética y aprecio por Eiji empezaron una batalla interna contra mi furia y mi instinto de pelear. Pero una mirada de Eiji hizo que las dudas se disiparan, y con una última mirada de desprecio a la señora me di media vuelta y agarré al pelinegro de la barbilla y sin pensarlo lo besé. Murmullos de sorpresa y asco se expandieron por todo el lugar, y sonreí satisfecho para mis adentros. El beso duró más de lo esperado y me recordó a la vez que lo besé en la cárcel, la única diferencia es que en ese momento no sentía lo que siento ahora. 

Eiji me apartó entre dudoso y confundido, me miró con unos ojos llorosos que se me clavaron en el pecho como una patada, estaba rojo de furia y por la vergüenza, hizo una cara que no supe como describir, una mezcla de decepción y dolor, suspiró, dio media vuelta y salió de la planta dando grandes zancadas. Mierda, la había cagado. Salí corriendo detrás de él.

-Eiji, ¡espera! ¿a dónde vas? - casi tropiezo con un señor que murmuró por lo bajo. Eiji no había parado a mirarme y ya había salido por la puerta principal. Pero yo era más rápido. 

-¡Eiji! - lo alcancé. - Uf, ¿no piensas en mi y en que estoy lastimado? Vaya, sí que me quieres- dije burlonamente intentando alegrar el ambiente.

- ¿Por qué lo hiciste? - se dio media vuelta para mirarme, y el mundo se me vino abajo. 

BANANA FISH au; una realidad distinta [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora