cap. 4

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Un calor aterrador me recorría el cuerpo, el contacto de piel sobre la mía, una piel áspera, que lastimaba, desgarraba cada parte de mi cuerpo. Se adentraba por mis muslos hacia mi entrepierna, y el bilis me subió por la garganta. No era la primera vez que me sucedía, y yo sabía que no iba a ser la última tampoco.

La cabeza me daba vueltas y los mareos no ayudaban en nada, yo solo podía pensar en sacarme a ese asqueroso hombre de encima, aquel hombre que no conocía de nada más que por ser uno de los grandes contactos de Dino. Maldito cerdo.

El mundo empezó a sacudirse, y una voz se me metía en la cabeza con dureza, intentando llamarme, queriendo hacer que despierte.

De golpe, un vacío.

El aire me faltaba.

Había olvidado como respirar.

Y atacado por la ansiedad abrí los ojos mientras intentaba dar una gran bocanada de aire. Me sentía perdido, desorbitado, el pecho me dolía y todavía podía sentir sus asquerosos dedos recorriendo mi cuerpo.

— ¿Ash? — una voz. Esa voz. La voz que me había salvado tantas veces de volver a caer. Me giré, con los ojos abiertos de par en par, intentando recuperar el aire que había perdido, para cruzarme con un Eiji preocupado. Suspiré relajado.

— Eiji, gracias a dios. — no creía en Dios, pero eso no importaba en ese momento.

— ¿Estás bien? — me miró pensando en sus siguientes palabras. — ¿Otra vez esos sueños? — noté que dudó un poco al decirlo, tímido, avergonzado. Pero... mierda, ¿Cómo lo sabía? Yo nunca lo había mencionado, no era un tema del cual me agradaba hablar.

— ¿Cómo lo supiste? — pregunté realmente intrigado, un poco avergonzado de mi pasado. Eiji se rascó la cabeza mientras miraba hacia abajo.

— Te escuché gritar y llorar en sueños varias veces cuando te fui a cuidar, esa vez, ya sabes. — me miró la herida que se suponía que ya había cicatrizado. — Cuando viniste a buscarme al aeropuerto. — Noté un leve rubor en sus mejillas y sonreí internamente.

Entonces lo sabía...suspiré nuevamente, no tenía sentido ocultarlo. Recosté ambos codos sobre las rodillas y dejé caer mi cabeza.

— Sí, otro de esos sueños. — no me atreví a mirarlo, pero podía sentir sus ojos fijos sobre mi. — Simplemente no puedo sacarmelo de la cabeza por mucho que quiera, es... agotador. — dije con sinceridad, dejando salir mis sentimientos, mostrándole una parte, que odiaba de mi, a él.

Eiji me miró triste, dolido, enojado. Pude sentir su rabia hacia quienes me habían lastimado, pude verlo en el brillo de sus ojos, en la expresión de su rostro. Y yo lo entendía muy bien, pero no había mucho que él pudiera hacer. O eso creía.

La voz de la azafata anunciando nuestra llegada nos sacó de nuestros pensamientos y nos preparamos para salir.

Japón se sentía distinto, nuevo, el aire era diferente, el sol pegaba de otra forma, todo allí era nuevo para mi. Los autos pasaban con rapidez, las personas se aglomeraban en cualquier esquina, solo las tantas luces de colores me recordaba a New York. Y por supuesto también, el miedo a lo desconocido, el tener que estar alerta, porque con Dino uno siempre tenía que estar alerta, ese cerdo no se daba un descanso nunca.

Eiji se paró en una esquina y en un movimiento tenía a su lado un viejo coche estacionado a su lado. Un taxi.

— Vamos, subite. — me dijo abriendo la puerta, invitándome a pasar.

— Las damas primero. — le dije inclinándome respetuosamente para molestarlo. Eiji chistó y una sonrisa de molestia se plantó en sus labios.

BANANA FISH au; una realidad distinta [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora