𝖐𝖎𝖑𝖑 𝖞𝖔𝖚 (𝖆𝖌𝖆𝖎𝖓)

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Yui cepillaba su cabello frente al tocador, moviendo el peine con suavidad. Lo depositó en la mesita frente a ella e intercambió el artefacto por sus propios dedos, peinando las hebras rubias con delicadeza. Al detenerse, miró su mano y notó como una preocupante cantidad de cabellos dorados habían quedado enredados allí. 

Suspiró y levantó la vista, viéndose a sí misma en un triste reflejo casi fantasmal. Sus grandes ojos eran, ahora, de un rosa carente de brillo y su menudo cuerpo era adornado por una pijama con la que no sentía la más mínima comodidad, llegando a la mitad de sus cremosos muslos y con una tela lila a la que le faltaba poco para ser totalmente translucida. 

Pero era la que él quería que usara, no podía negarse.

—Oh my... estás más delgada, ¿no es así, perrita?

Aquella voz juguetona atrás de ella hizo que saliera de su ensoñación y un escalofrío recorriera su espina dorsal. Entonces, se preguntó de nuevo que había hecho para merecer ese infierno de cabello castaño y ojos esmeraldas.

—N-No sé a que te refieres, Laito-kun—respondió en voz baja, dándose la vuelta. Sin embargo, sabía que el más alto tenía la razón, el constante nudo en su estómago había reemplazado el apetito y una pequeña parte de ella creía que, si se hacía más y más pequeña, podría desaparecer de una vez por todas... dejarlo sin nada que tocar. 

Congelada en su sitio, vio al chico mientras se acercaba a ella y ponía sus manos en sus caderas, mirando el reflejo de ambos.

—¿Deseas morir, acaso?—preguntó con voz jovial y una sonrisa que no llegaba a sus ojos, apretando aquella zona antes de comenzar a descender en dirección a los muslos de la más baja para acariciarlos sin descaro—Me gustan tanto las chicas estúpidas como tú, perrita... —ronroneó, haciendo que la menor temblara ante sus toques y negara con la cabeza. 

—P-Por favor... —hizo una pausa, apoyando las manos en el pecho del castaño y tratando de, por una vez, conseguir misericordia—No, no quiero—rogó débilmente, sintiendo el pánico invadir su ser. 

La mirada de su contrario se oscureció y, en una abrir y cerrar de ojos, Yui sintió su espalda chocar violentamente contra la pared. Laito le arrinconó y aprisionó sus muñecas con fuerza. Los ojos de la rubia se habían llenado de lágrimas, sabía lo que sucedería. 

Laito dejó escapar una risita seca. 

—Rompes mi corazón, perrita—se burló con frialdad, eliminando cada milimetro entre él y su contraria, presionando su erección contra ella mientras los sollozos se hacían más y más audibles—Me vuelves loco cuando te pones así, me excitas...—dijo, descubriendo el cuello de la menor.

Enterró sus colmillos con ímpetu, generando un dolor punzante y haciendo que el círculo de desesperación se cerrara aún más alrededor de la rubia. 

—Lloras como un perro, ¿no esperas que funcione, verdad?

†... †

No sabía si su piel ardía por las sucias caricias del mayor de los trillizos o por las incontables veces en las que había pasado una esponja para tratar, inútilmente, de sentirse limpia. 

En aquel momento, estaba recostada cerca del balcón de su habitación, hecha un ovillo y con el rostro empapado. Yui Komori ya no podía mentar un sólo día donde sus mejillas no hubiesen sido mojadas por las lágrimas. De miedo, ira, humillación, vergüenza, de la tristeza más profunda; esa que había devorado su alma. 

La humana abrazaba el crucifijo de plata a su pecho repleto de dolor y negaba con la cabeza, entonando en voz baja una oración que cada día parecía perder más el sentido pues, diario, pedía perdón por un pecado que no había cometido, por una virginidad que le había sido robada..., clamaba por misericordia en medio de un error que no era de ella. 

bloody sabbath  血液 sakamaki laito.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora