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—Por favor dime que no condujiste hasta aquí sólo para comprar una barra de chocolate

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—Por favor dime que no condujiste hasta aquí sólo para comprar una barra de chocolate. Son 1.400.

Kim Seungmin trabaja en la tienda de conveniencia que suele frecuentar cada vez que necesita provisiones. Tiene diecinueve años, el cabello levemente largo y un sentido del humor tan parecido al de Chris que hizo que se llevaran bien desde que el australiano apareció por primera vez ahí.

—Lo haría si estuviese muy aburrido, pero no —resopla Chris y busca en su billetera los 1.400 won. Por su cabeza pasa la idea de comprar también algunas latas de cerveza, pero está tan agotado que sólo quiere llegar a casa pronto y dormir. —Es para el chico que llora en mi auto, mi madre dice que las cosas dulces ayudan para la tristeza.

—¿Un chico llorando en tu auto, Bang! —Seungmin apoya los codos en el mesón. Sus turnos normalmente son aburridos, y hablar con Chris es lo más interesante que ha hecho en el día. —¡Llevas aquí dos putas semanas y ya tienes chicos llorando en tu auto!

—Cuando nos veamos en el bar de Joong te contaré la historia —Es australiano toma su chocolate y se despide con una seña.

Afuera el calor es pegajoso y le hace sentir extraño y deseoso por volver al auto en donde el aire acondicionado lo espera. Al llegar, Minho se encuentra con los ojos cerrados y la cabeza apoyada contra la ventanilla. Ha dejado de sollozar y temblar luego de un rato de dar vueltas por el pueblo pues no quiere llegar a casa y ser interrogado por sus padres a causa de su aspecto.

Al verlo llorar sin control, Chris ha entrado en pánico pues nunca ha sabido cómo reaccionar en situaciones como esas. Cuando las personas a su alrededor lloran, él simplemente huye para no enfrentar aquello aunque ahora no puede huir de su propio auto. Ha intentado decir cosas amables, insultar a Changbin e incluso ignorarlo y poner la música a un volumen alto, pero nada parecía dar resultado hasta que se detuvo frente a la tienda.

—Hey, te traje un chocolate —murmura y extiende la barra hacia Minho, sin embargo éste se remueve en su lugar sin abrir los ojos. —¿Minho?

La tristeza y el cansancio del día han rebasado a Minho, y sumado al mojito de gran grado alcohólico que ha bebido hasta la mitad, este ha caído dormido en el cómodo asiento del auto de Chris. Incluso durmiendo su mente lo presiona a verse perfecto, manteniendo la boca cerrada para no babear por accidente. Las constantes vueltas por el pueblo que Chris ha estado dando han servido para relajarlo y no podría estar más agradecido de ello.

—Bien, supongo que ya es hora de llevarte a casa —se encoge de hombros el mayor, poniendo el automóvil en marcha otra vez.

Los Lee viven a tres cinco calles al este de la playa en el único vecindario privado de Daecheon, en una gran casa de color rojo ladrillo de dos plantas. Ha llevado a Felix ahí varias veces desde que se conocen y conoce también la ubicación de la ventana del pelinaranja, por lo que luego de un mensaje de texto comienza a lanzar pequeñas piedras hacia ella para llamar su atención. Luego de algunos minutos, Felix aparece en la puerta de entrada con el ceño fruncido, sin entender qué hace Chris ahí.

Dealer | ChanHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora