El metro nos dejó no muy lejos de uno de los barrios residenciales de la ciudad, donde los bloques de pisos desparecen y se sustituyen por grande casas unifamiliares de colores claros y grandes jardines, por lo cual solo tuvimos que andar unos cuarenta minutos hasta llegar.
Todo parecía de lo más normal mientras pasábamos frente a las casas, hasta que de repente empecé a oír algo de música a lo lejos.
Una hora después, nos encontramos paradas frente a una de las casas más grandes del vecindario, la cual esta llena de gente, con luces de colores y una música exageradamente alta saliendo del interior, además de todas las personas charlando por todos lados con vasos en mano.
Mi cara y la de Maya podrían ser fotografiadas en este mismo instante. Maya lo observa todo con una sonrisa de oreja a oreja y la emoción brillando en sus ojos. Yo, por otro lado, no puedo evitar hacer una mueca de horror, acompañada de unas enormes ganas de salir corriendo del lugar.
—Por favor- hablo por fin-. Dime que no acabas de traerme a una fiesta universitaria.
—¡¿No te gusta?!- grita presa de la emoción-.¡Ash es el dueño de la casa! No te creas que soy yo la que voy colándome en casas y fiestas ajenas.
—Maya...- estoy a punto de decirle que odio las fiestas y que no pienso entrar, cuando unos delgaduchos brazos nos envuelven a las dos a la vez.
—¡Chicas!- grita esta vez Adam.
Llevo su pelo rubio despeinado, como siempre, y una sudadera amarilla que le hace destacar entre la multitud.
—¡Adam!- responde Maya devolviéndole el saludo.
—¡Pasad! ¡Ya ha llegado un montón de gente!
Adam nos guía a las dos hasta el interior de la casa.
Lo primero que veo al entrar es a un grupo de chicos jugando a encestar bolas de ping-pong en unos vasos rojos. De hecho, la gente no tarda en acercarse a nosotras para ofrecernos unos vasos exactamente iguales con alguna bebida alcohólica en el interior.
Los rechazo todos educadamente.
Cuando tomas medicación para la depresión es poco recomendable beber alcohol, así que debo mantenerme siempre sobria y responsable.
¡Wow, sí! ¡Que divertido!
Vale, lo pillo, es una mierda. Aunque tampoco es que lo haya necesitado. Al fin y al cabo, casi nunca he salido de fiesta.
—¡Que pasada!- grita Maya sobre la música emocionada.
—¡Vamos a ver a los demás chicos!- propone Adam, haciéndonos una señal con la cabeza para que le sigamos.
Se nota que ellos dos se llevan de maravilla, por lo cual no me queda más remedio que seguirlos mientras conversan animadamente de temas desconocidos para mi.
Terminamos llegando a la cocina de la casa, la cual es gigante, aunque no lo parece tanto teniendo en cuenta las veinte personas que están esparcidas por ella.
Entre esas personas están "los chicos", es decir; Max, Jake y Ash. Los tres están conversando animadamente mientras beben.
—¡Mirad a que dos hermosuras acabo de encontrarme!- grita el rubio felizmente, causando que los tres chicos se giren a la vez para míranos.
Unos con más intensidad que otros.
—¡Hola!- les saluda Maya feliz.
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Souls
RomanceOlivia es el claro ejemplo de una persona rota, sin metas ni razones para volver a ser feliz. Ash lo sabe. Desde el primer día que sus miradas se cruzaron supo que esa chica necesitaba ayuda. ¿Podrá él recomponer los cristales rotos de Olivia? ¿O...