Capítulo 11: Rojo

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Dominic despertó asustado por el sueño que lo dejó exaltado. No era nada bonito ver en el cómo la cabeza de sus padres se desprendía con atrocidad de sus cuerpos ni los cadáveres de sus hermanos en posiciones extrañas y sus huesos y entrañas fuera de sus pequeños cuerpos. Había mucha sangre, mucho rojo.

Su habitación estaba a oscuras pero no quiso levantarse hasta que alguien las prendiera por él.

11:24am.
Psiquiatra Romanov, Nikolás.

—Era mucha sangre, doctor. Mucho rojo ¿Sabe que era lo peor? ¡Qué estaba en mis manos, el rojo en mis manos, en todo mi, lo vi en ese gran espejo que mis padres tenían! Me dejó un mal sabor, yo jamás le haría daño a mis padres, mucho menos a los pequeños gemelos.— Dominic pellizcaba con fuerza sus brazos y el golpeteo de su pie desnudo en el suelo. Él odiaba usar zapatos.

Su psiquiatra lo miró y luego al grueso historial del chico que había estado estudiando y atendiendo hace solo dos meses .

"Dominic Widget, veintitrés años. Psicopatía.
Trastorno múltiple de personalidad.
Esquizofrenia.
Asesinó a sus padres y hermanos a sangre fría, quebrando sus huesos para posteriormente, degollar a sus padres.

Su segunda personalidad se desencadena con su reflejo, y el color rojo, se vuelve altamente peligroso. Esta fue desarrollada al rededor de sus diez años a causa de los abusos sexuales que sus padres permitían a cambio de dinero. Se hace llamar «Red»."

—Dime, Dominic ¿Por qué crees que fue un sueño y no algo qué sucedió en realidad?— el chico miró con lentitud la habitación, era blanca, la gusta el color blanco, le hacía sentir puro.

Miró hacía la ventana, se veía su reflejo. Pero no todo, el sol que golpeaba ese ventanal con barrotes gruesos lo impedía pero algo resaltaba.

Rojo. Su cabello era tan rojo cómo la sangre de su sueño... Porque eso era ¿no? Un sueño... pero ¿No era un recuerdo? Si, él estaba a oscuras sin control de si mismo, pero él también tenía el control, él también disfrutaba de ver a su madre llorar y a su padre gritar tal cuál lo hacía él cuándo los señores mayores venían, él seguía disfrutando cuándo fue turno de sus hermanos, ellos ya no eran puros. No podían convertirse en lo que él era ahora.

Esta vez, no fue violento.
Se sentó recto y derecho, observó con curiosidad el espacio, blanco.

—Hola, señor Romanov— miro su reflejo en el espejo, rojo, si, es lindo el rojo.

—Red, un placer. Finalmente nos conocemos, esta vez ¿Hablará?— el psiquiatra le miró curioso, era la primera vez que trataba con alguien así, lo veía fascinante.

—Hablaré, doctor. Le contaré con lujos de detalles cómo disfruté masacrando a esas personas— la sonrisa torcida deformó su rostro haciéndole ver cuán enfermo y podrido estaba por dentro.

INEFABLE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora