I Like It Loud

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Caminaba por una calle desierta, con algo de iluminación procedente de unas pocas farolas. Ventajas de estar en las afueras de una pequeña ciudad, supongo. El Sol estaba empezando a ocultarse, dándole a las calles una iluminación anaranjada y rosada, y empezaba a levantarse una agradable brisa que movía mi pelo azabache. De vez en cuando, 'por su culpa', algún que otro mechón se metía en mi línea de visión pero, al estar acostumbrado, no me molestaba.

Venía de un encargo, inútil en mi opinión, aunque, si me lo ordenaban, debía hacerlo. Había sido en un cementerio en el que, supuestamente, había algunos espíritus (o fantasmas, o algo así, realmente no prestaba demasiada atención, con saber a dónde debía ir era suficiente), pero solo habían sido unos críos que intentaban asustar a la gente que pasaba por allí durante la noche... puede que me divirtiera un poco asustándoles yo a ellos.

Ahora me dirigía, sin verdadera prisa, al lugar donde 'trabajaba', un local bajo, casi invisible si pasabas con prisa por delante, metido entre dos bloques de apartamentos abandonados y de color marrón... o al menos ese era su color inicial, porque ahora estaban tan cubiertos de suciedad que eran prácticamente negros. Supuestamente, debía quedarme allí hasta que mi objetivo apareciera, y no sabía ni cuándo, ni por qué, ni qué aspecto tendría.

<<Bienvenidos al juego de la vida. Acabas de terminar una misión secundaria, ¿Qué deseas hacer a continuación?>>

[Muy gracioso.]

La voz de mi cabeza (por si acaso os lo estáis preguntando, no, no oigo voces, la locura no ha llegado a tanto... al menos no todavía), es un demonio que lleva viviendo dentro de mí durante unos años. Al principio no nos llevábamos muy bien... mejor dicho, él quería matarme. Pero bueno, si yo muero, él también, así que a partir de ese momento nuestra relación mejoró. Y también es el único ser vivo que habla conmigo, así que no está tan mal.

Pero bueno, me estoy desviando del tema. El caso es que mi objetivo es alguien a quien conocí hace mucho tiempo y que, hasta hace unas semanas, pensaba que estaba muerto. Realmente no me había parado a pensar en si eso era algo bueno o malo, si era algo que me gustaba o que no... Llevaba mucho tiempo sin pensar en algo así, lo único que debo hacer es seguir órdenes, eso es todo.

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Cuando llegué al local la Luna ya había salido, siendo una solitaria luz intentando no ser consumida por la oscuridad. Sin poder evitarlo me quedé mirando hacia ella, queriendo volver a los días en los que todo era mucho más fácil... aunque no estuviera completamente seguro de que alguna vez hubieran existido.

Cuando abrí la puerta, negra y pequeña, el local estaba a oscuras, pareciendo la boca de un monstruo dispuesto a comerme... hasta que encendí las luces multicolores que había puesto y que iluminaban todo con los tonos del arcoíris. Sinceramente, no sé por qué las compré (sí, con mi dinero), pero, por alguna razón, me sentía malditamente orgulloso de ello.

Dejé la puerta abierta, señal de que el local había empezado sus horas de trabajo, y me dirigí a la barra a esperar. Tenía la costumbre de limpiar y colocarlo todo en el local por las mañanas por si acaso, como hoy, tenía que ir a algún sitio. Así solo era llegar y abrir, sin más preocupaciones. Saqué un vaso de cristal y lo llené con granadina, bebiendo de vez en cuando (en realidad sólo quería el vaso para tener algo que hacer con las manos).

Poco después, empezó a llegar mi clientela habitual, universitarios. Eran a la vez una bendición y una maldición. Pedían un montón de bebidas, bendito sea ese dinero, y venían todos los días, sin embargo, la mayoría de ellos aún tenían las hormonas alborotadas y prácticamente ligaban, o al menos lo intentaban, con todo lo que se movía y, por supuesto, eso me incluía a mí.

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