Don't Threaten Me With A Good Time

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En un mundo de oscuridad se escuchó un grito de rabia y dolor. Un rugido que resonó a lo largo y ancho de ese mundo, del que no se apreciaba ni principio ni fin. Un rugido que pareció hacer que la propia oscuridad se encogiera. Era difícil saber quién era el causante de ese ruido por la oscuridad completa que allí existía pero, entonces, una de las sombras pareció desprenderse de la pared.

La sombra tenía la forma de un chico de pelo corto, pero eso era lo único que podía dilucidarse, su contorno, y únicamente porque era ligeramente más claro que su entorno. Fue moviéndose con la gracilidad de un felino con la mano derecha apoyada en una de las paredes de sombras, como si la estuviera acariciando con la punta de los dedos, guiándose por ella.

Lo único que diferenciaba a esta sombra de todas las demás era la ira, la rabia que le hacía tener objetivos y que le obligaba a seguir adelante, no como las otras que simplemente se conformaban con existir. Era de los pocos que habían salido de allí, evidentemente con la ayuda de un residente del mundo de la luz, no se podía hacer de otra forma.

En el otro mundo había sido ordenado a vigilar a un crío... que a lo largo de los trece años que le estuvo vigilando, evidentemente, creció y, después de tanto tiempo siendo su sombra, acabó por conseguir sus habilidades. Unas ventajas que fuera de este lugar le servían de mucho pero que aquí le eran completamente inútiles.

Continuó siguiendo la pared mientras sus pensamientos se volvían más caóticos. Le habían prometido sacarle de aquí para siempre. Le habían prometido que nunca volvería a la oscuridad y al olvido... pero el otro tuvo que sacrificarse, justo después de haber matado a la humana que le mantenía en el mundo de la luz, fastidiándole todo lo que había planeado. Le obligó a volver aquí, sin forma de volver a salir de esta cárcel de oscuridad.

Todo era culpa de ese estúpido niñato que se había empeñado en seguir sus ideales y 'ser feliz'... como si se pudiera. No podría conseguirlo nunca, ni siquiera con un 'alma gemela' a su lado. Era un soldado, un guerrero, vivía para la guerra, y si no le daban eso su vida perdía sentido. Y la sombra sabía que pronto se daría cuenta.

No sabía cuánto tiempo había estado caminando. Allí abajo era complicado medir el paso del tiempo y él, después de tanto tiempo, ya se había acostumbrado al tiempo en el mundo de la luz, así que le era imposible saber el tiempo aquí.

Así que continuó caminando sin rumbo fijo... como no podía ser de otra forma en aquel laberinto de sombras. Allí abajo era inútil querer ir a alguna parte por dos razones principales, no había sitios a los que ir y, si los hubiera, el laberinto que era el propio mundo no te dejaría encontrarlo nunca. Pero, según las leyendas más antiguas, más aún que la propia sombra, en alguna parte de toda esa oscuridad había una salida. Salida que no había sido encontrada nunca por nadie que se supiera, por supuesto.

Acabó llegando al borde de un precipicio, lo cual no era tan raro. El mundo de las sombras era, en realidad, algo así como una gran roca en medio de la nada, así que los precipicios eran la norma allí. Solo alguien que hubiera vivido allí lo suficiente podría diferenciar fácilmente la oscuridad de la caída con la que les rodeaba por todas partes. Se asomó con curiosidad, pero la caída no parecía tener final.

¿Qué pasaría si se dejaba caer? Sabía lo que pasaba si 'moría' en el mundo de la luz, volvía aquí, pero... ¿y si moría aquí?

Sin pensarlo mucho más dejó que la gravedad hiciera su trabajo y se dejó caer mientras cerraba los ojos, sintiendo el aire sobre su rostro.

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Cuando abrió los ojos se encontró tumbado boca arriba en un bosque, con algunas mariposas de vivos colores volando a través de las copas de los árboles.

Tardó unos segundos en darse cuenta de que no podía estar en el mundo de las sombras. Allí no había bosques ni mariposas... y mucho menos algún color que no fuera negro o gris oscuro.

Una sonrisa cruel se extendió por su rostro, que empezaba a aclararse por la luz que absorbía, aunque no lo suficiente como para poder ver sus rasgos todavía. Acababa de encontrar la famosa salida del mundo de las sombras, y esta vez se encargaría personalmente de no volver jamás allí... y quizás mandaría a alguien nuevo allí.

Solo tendría que encontrar a Alex... aunque no creía que fuera tan difícil teniendo en cuanta que había sido su sombra durante años. Sabría cómo y dónde encontrarle, a él y a toda la pequeña familia que hubiera podido conseguir en el tiempo que él no estuvo.

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