Capítulo 10: Desaparecida.

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La semana pasó lenta, como si se arrastrara de rodillas por un camino empedrado. Lo peor de todo, fue que además de los exámenes y responsabilidades académicas, no había visto a cierta pelinegra ni por asomo.

Las cosas no mejoraron la semana siguiente tampoco, y ya era miércoles; casi dos semanas y nada, ya se comenzaba a preocupar; no mensajes, no llamadas, ni siquiera se topaban en el pasillo o verla a lo lejos en el campus. Levi sopesaba seriamente preguntarle a Jaeger dónde trabaja Ackerman, para visitarla, pero aún no olvidaba que no estaban en los mejores términos luego de su pequeña contienda, suscitada en la puerta de su departamento.

Mikasa le dijo que todo estaba en orden, y había vuelto a la normalidad con su testarudo hermano, pero desde ese día no había sabido más de ella.

Hay ocasiones en que un hombre debe hacer lo que debe hacer. A paso decidido se encaminó al grupo de mocosos que sabía eran compañeros del castaño al cual necesitaba sacarle información, cuando en el camino se topó al rubio amigo de la chica. "Armin" se llamaba si la memoria no le fallaba.

-Oi, mocoso.

-Levi-senpai.

-¿Sabes dónde trabaja Ackerman? – desvió la mirada al formular su pregunta. – necesito hablarle y...

-Oh, si claro, permítame. – Armin sacó una libreta en la que anotó la dirección de la cafetería y le dio la hoja a Levi – espero haber sido de ayuda senpai. – le sonrió.

-Gra-gracias... Armin.

Armin no podía con la cara de estupefacción que le produjo que Levi-senpai recordara su nombre. De verdad lo admiraba, y siempre que Mikasa hablaba de él, se convencía que era un joven admirable.

-Si, con todo gusto.

Levi se despidió con un movimiento de cabeza y se fue.

Caminaba por el centro, buscando el local, con el papel que contiene la dirección en la mano, hasta que dio con la cafetería. Un local pequeño, con ambiente bastante agradable; sin más dilación entró.

No estaba vacío, había varias personas disfrutando de charlas amenas, alguno que otro solitario, leyendo o viendo el teléfono, buscó asiento en una mesa algo apartada, si bien se dijo a sí mismo que aprovecharía de tomar un relajante té, no estaba muy cómodo con la idea de ir a buscar a Mikasa, puede que ella lo esté evitando a propósito; tal vez parezca un acosador.

Su expresión era seria, pero en su cabeza había cierto grado de caos respecto a los posibles motivos por los cuales tenían casi dos semanas de no verse. Hasta que unas risas lo sacaron de sus cavilaciones.

Ahí estaba, la chica más hermosa de tokyo, riendo como una diosa, ajena al efecto que tenía en las personas, si en las personas, no solo en los hombres, pues Levi había sido testigo de que no solos los chicos quedaban embelesados con su hermosa sonrisa, también una que otra chica se sonrojaba al verla. También imitó su gesto, pero con una sonrisa austera.

Grababa cada gesto en su memoria, mientras la contemplaba a la distancia reír. ¿De qué se estaría riendo?

Hasta que la realidad le dio en la cara, ella estaba de pie, junto a la mesa de un cliente, mientras él se recostaba sobre sus codos en la mesita, acortando la distancia entre ellos para hablarle con confidencia; aquel sujeto que le arrancaba sonrisas plenas, no era nada más, ni nada menos que el tonto de Farlan, el mismo tipo que trató de besarla en reiteradas ocasiones aquella noche en el bar.

Mikasa se dio media vuelta para volver dentro del mostrador, pero fue tomada por la muñeca, lo que la hizo verlo a los ojos; el rubio la miraba como quien adora una deidad encarnada; esas miradas no pasaron desapercibidas para cierto joven ojiazul que los escrutaba a detalle desde su asiento. No les despegó la vista hasta que una castaña de coleta con sonrisa y semblante amable se le acercó y le preguntó qué le gustaría tomar.

Es el destino... eres el final de mi hilo rojo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora