El joven de cabellos negros y mirada azulina caminaba ensimismado rumbo a su departamento, a paso lento; la conversación con Hange no le dejó tener paz el resto del día, ni siquiera pudo concentrarse en clases.
A medida que se acercaba a su humilde morada, solo podía desear una merecida ducha, un té calentito y maratón de Penny dreadful para olvidarse de toda la mierda que lo rodeaba.
Hasta que un suspiro largo, en el pasillo que dividía los apartamentos de ese piso le sacó de sus cavilaciones.
Giró el rostro con cierta precaución y la imagen de una jovencita sentada en el suelo, apoyada en la puerta se materializó como una de las más tiernas que había presenciado en su vida.
-¿Mikasa? – le preguntó asombrado de verla ahí como un gatito abandonado.
-Hola – le contestó la chica con cierto nerviosismo, su voz suave rayaba al borde de las lágrimas.
No se explicaba por qué razón la chica estaba ahí sentada, fuera de su apartamento, con el frío que estaba haciendo.
-¿E-estás bien? – oteó mientras daba un par de pasos en dirección a ella.
Ella negó y ocultó sus ojos con sus cabellos negros. Un par de gimoteos alertaron a Levi de que algo no iba bien.
Él solo atinó a ponerse a su lado arrodillado en un pie y, haciendo uso de toda la calma que logró reunir en ese momento, colocó una mano sobre el hombro izquierdo de la azabache mientras trataba de no asustarla más.
Ella, se limpió un par de lágrimas y trató de poner su mejor cara, lo miró a los ojos y le regaló una débil sonrisa.
-Perdí mis llaves... y aunque llamé a mi hermano, no responde. – de nueva cuenta indicios de lágrimas se hacían presentes en esos ojos tan hermosos.
Levi sintió que una mano fría le estrujaba el alma al verla así, tan frágil y asustada.
-Si no te molesta, puedes pasar a mi departamento. –trató de sonar lo más amigable posible, pero no lo logró, tanto tiempo siendo esquivo, le había conferido un tono de voz frío y seco. Se reprendió mentalmente por no tener la delicadeza que se requiere en estos casos.
-No quisiera molestar... apenas si me conoces.
-No es molestia, por el contrario, no podría perdonarme dejarte aquí a tu suerte – a medida que hablaban, su voz estaba más acorde con sus intenciones.
-Eres mi héroe... - dudó
-Levi. –respondió al verla haciendo memoria.
-Oh, disculpa... Gracias Levi. Te prometo que será solo mientras mi hermano contesta el teléfono – una pequeña sonrisa se antepuso a las acuciantes lagrimillas que emborronaban esa dulce mirada.
El joven azabache le devolvió una tenue sonrisa de medio lado, tanto para serenarla, como por aquel afortunado incidente, que dejó a la chica de la que estaba prendado a su merced.
Se levantó y le tendió la mano para ayudarle a levantarse, ella correspondió el gesto con un agarre sutil, pero se levantó en un segundo.
Una vez dentro del apartamento del joven Ackerman, los nervios lo atacaban de súbito. Qué debería hacer, era una de las interrogantes que le carcomían los sesos. Prácticamente ninguna chica lograba estar es sus dominios, y si bien no era un idiota insensible, tampoco tenía la suficiente experiencia que le ayudase a dictaminar la mejor forma de dirigirse a ella. El tipo de interacción que debían desarrollar.
Un carraspeo sutil – ¿Te gustaría una taza de té? – preguntó con cautela a su invitada.
Ella levantó la vista de la pantalla del teléfono y lo miró con ojos llenos de agradecimiento.
ESTÁS LEYENDO
Es el destino... eres el final de mi hilo rojo.
Fiksi PenggemarLevi Ackerman vive solo en su apartamento en el centro de Tokyo, hasta que un día, alguien se mudó al apartamento frente al suyo. Para su sorpresa su nuevo vecino resulta ser una chica. Pero no es cualquier chica, es la más hermosa que ha visto en s...