Capítulo 11

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Para cuando sale del baño y vuelve a su mesa, sus amigas parecen no haber notado nada raro en ella. Sin embargo, Alan no paró de mirarla de forma curiosa desde ese entonces.

—Ten cuidado, Cyara, en el infierno siempre se arde —le había advertido. No había nadie mejor que él para advertirle de todos los peligros que podía conllevar, había convivido con los maestros algún tiempo de su vida y los conocía a la perfección, ya no solo la técnica que tenían con los látigos sino también como eran personalmente.

—Y eso es lo que hace divertido al infierno, saber que te vas a quemar y aún así entrar —contestó ella.

—Una vez que quedes calcinada no hay vuelta atrás —soltó un suspiro y dio un par de palmaditas en su hombro—. Piensa las cosas antes de hacerlas.

Ninguno de los dos dijo nada después de eso, había sido la única conversación que tuvo con Alan ese día. El resto del desayuno había pasado con total normalidad, sus dos amigas estaban como si nada y eso en el fondo la tranquilizaba.

Durante el día no hicieron gran cosa, únicamente pasearon por la ciudad y llegada la tarde vieron una película acostadas en el sofá, llorando al ver escenas románticas que sabían que nunca en la vida les pasaría algo similar.

—Se te hará tarde para ir al club —avisó Leyre apagando la televisión.

—¡Me estaba gustando la película!

—Mañana terminamos de verla, ahora vete o te despedirán.

—Casi que prefiero la segunda opción.

—Jodida mierda, Cyara —gruñó su amiga —. No es por sonar interesada pero te pagan más en ese jodido club que lo que puedo ganar yo en toda la vida.

—No exageres —dijo poniéndose en pie y tomando una chaqueta, el clima estaba lluvioso y aunque no andaría mucho por el exterior, era necesario llevarla.

—Es una forma de decir, son asquerosamente ricos. —Puso los ojos en blanco ante la mera idea.

—Oh si, ricos de deliciosos, si.

—¡Ya vete antes de que te mande a la mierda!

A Cyara le es inevitable no soltar una risita antes de irse de casa y partir hacia el club. Cuando sale de su coche nota como la lluvia aumenta, trata de correr hacia la entrada pero con los tacones es casi imposible. Para cuando logra entrar al club su ropa ya se encuentra empapada, de su cabello caen pequeñas gotas de agua dando a entender que fuera estaba lloviendo.

—Míralo por el lado bueno, ya te tengo mojada —chasqueó el maestro de la quinta sección al pasar por su lado, Cyara maldijo por lo bajo y caminó para poder cambiarse de ropa lo antes posible. Tras vestirse y secar su cabello, salió con ganas de comerse el mundo.

—Cyara, me comentaron que te vieron esta mañana —comentó Joel llegando a la barra, su mano tenía una correa que terminaba en un collar de color amarillo en el cuello de una de las sumisas que gateaba a su lado.

—Ah... Si, coincidí con Erick y Christopher cuando salí a desayunar con mis amigas— confirmó con una sonrisa nerviosa, ver a esa chica de tal forma no le causó las mejores sensaciones.

—No te preocupes por ella —murmuró divertido al ver que esa era la preocupación de la joven. Si tan solo supiera que aquella chica goteaba de excitación solo por eso...

—Lo siento, me resulta incómodo —declaró, su mirada ascendió nuevamente a los ojos de Joel y le sonrío débilmente.

—Si es así... Nos vamos.—Se encogió de hombros y se inclinó hasta quedar a sólo milímetros del rostro de Cyara—. Cuídate, bebé.

Su mano libre de posó en su nuca y ejerció presión para chocar sus bocas. Cyara correspondió al beso con su misma intensidad durante unos segundos. ¿Cómo iba a negarle un beso a semejante hombre? Ya hizo cosas peores a darle un beso.

—Ten buena noche, Cyara —susurró antes de abandonar sus labios y caminar fuera del sector, probablemente encaminándose a alguna de las habitaciones o a su propia casa para satisfacer sus deseos y los de la joven que lo acompañaba.

Cyara apoyó sus manos en la barra y dejó escapar un suspiro, muy dentro de ella sabía que todo lo que estaba haciendo no era correcto. Sin embargo, sus impulsos la llevaban a hacer lo mismo que todas allí, era un círculo vicioso que se repetía constantemente. Primero lujuria, pasión, deseo... Pero terminaba en nada, únicamente quedando la desilusión y la decepción, dejándola vacía después de haberse sentido tan completa.

Ansiaba poder salir corriendo, huir de todo esto que hacían llamar BDSM, olvidarse de Moleko y de todo lo vivido allí. No obstante, quería más, se sentía insaciable. Con sólo una mirada de alguno de los dueños todo su ser ardía de excitación, sus pensamientos se nublaban y le era imposible pensar en algo sensato.

Se contradecía a sí misma, le gustaba experimentar, ponerse al límite y descubrir nuevas sensaciones. Disfrutaba de los beneficios de todo eso.

Por otra parte, necesitaba cariño, ansiaba sentirse querida. No buscaba una historia romántica con final feliz, buscaba pequeños instantes de romance que la hicieran sentir en un cuento de hadas.

—Estoy muy tentado a mandar cambiar las normas del club, debería de ser obligatorio estar de buen humor —mencionó Richard llegando a donde ella se encontraba, sus dedos índice y pulgar se posicionaron en su barbilla e hizo que alzara la mirada—. Tienes una sonrisa hermosa, Cyara, deberías de sonreír más a menudo.

—No siempre se tienen ganas de sonreír —murmuró en voz baja.

—Eres demasiado joven para tener preocupaciones —Acarició su mejilla con sus nudillos, ella cerró los ojos ante su tacto y disfrutó la sensación de ese simple gesto por parte de él.

—Hablas como si fueras un anciano...

—Voy a pasar por alto el hecho de que me estás tuteando.—Sonrió de lado—. Aunque no lo parezca, todos aquí somos mayores que tú y por bastantes años, pero gracias por el cumplido, sé que me veo como un jovencito de tu edad en apariencia.

—No, no te equivoques... Los de mi edad no están tan guapos.

—¿Consideras que soy guapo? —cuestionó con diversión, sabía que lo era, no necesitaba que alguien se lo dijera. Sin embargo, también sabía que ella no había querido decir eso y le salió de forma involuntaria, molestarla era una cosa divertida.

—No quise decir eso —susurró apenada, sus mejillas se tiñeron de un suave color rojizo, dándole un aspecto dulce e inocente.

—¿Entonces no lo soy? —hizo un puchero a la vez que ladeaba su cabeza, su mano había ascendido hasta el cabello de la muchacha y se encontraba acariciándolo pausadamente—. Aclárate, Cyara, o una cosa o la otra.

—No me malinterpretes, eres atractivo —dijo, sus dientes atraparon su labio inferior en busca de apoyo para calmar su nerviosismo.

—Lo sé, Cyara.—Soltó una risita, sus labios hicieron contacto con la frente de la joven depositando un beso en esa zona—. Puedes continuar con tu trabajo, no te molestaré más.

Su fin nunca había sido molestarla, sólo hacerla salir de su nube de preocupaciones para volver a la realidad de fantasía. Quizá él no podía subirle el ánimo pero conocía a la perfección a alguien que si podría hacerlo. ¿Y que mejor que subir el ánimo subiendo también la temperatura?

Oscura tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora