Capítulo 24

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Cyara no se niega ni pone resistencia a lo que él le dice, todo su ser arde de la excitación y el deseo que le provoca. Sabe que Christopher puede llevarla al cielo sin tener que hacer mucho, esa es su especialidad o tal vez es el punto débil de la joven.

—Llévame al cielo —suplica mirándolo directo a los ojos, puede ver como estés brillan de la malicia y sus labios se curvan en una perversa sonrisa.

—Te haré volar sin necesidad de tener alas, ángel —susurra con la voz ronca de la excitación.

Sus dientes atrapan el labio inferior de la joven y lo succiona con ansias, ella gime con esa simple acción. Siente como se derrite en la boca del dominante, quien separa su boca segundos después y pasa su pulgar por su labio inferior para acariciarlo.

—¿Te vas a portar bien? —cuestionó mientras sacaba su chaqueta y la tiraba a la cama, seguido se deshizo de su camiseta y caminó a pasos lentos por la habitación.

—Si, señor —susurró mirándolo expectante, esperando su siguiente movimiento.

Christopher se acercó a ella y llevó sus manos al borde de la camiseta corta que llevaba, la alzó hasta sacarla de su cuerpo y la dejó caer al suelo. Las yemas de sus dedos acariciaron acariciaron sus costillas y se deslizaron hasta su espalda, con agilidad desabrocha su sostén y lo saca de su cuerpo.

—No quiero que te asustes, necesito que confíes en mi —le dice antes de dejar un pequeño beso en la punta de su nariz, sus dedos acarician su barbilla cuando la mira a los ojos y le pide confianza con ellos—. Alza la manos.

Toma las cadenas que cuelgan del techo y las envuelve alrededor de sus muñecas sin hacer presión. Le indica que se agarre de ellas para que no haga fricción en la piel de sus muñecas y se lastime.

Camina hasta llegar al armario, sus manos toman unas pinzas para peones que pensaba utilizar por primera vez con Cyara.

—¿Qué me harás con eso...? —pregunta atemorizada al fijar su vista en el artilugio.

—Nada que no te guste— asegura mientras coloca cada una de las pinzas en sus pezones, con suavidad tira de la cadena que une estos haciendo que Cyara gima adolorida por el ardor que siente.

—Pero... Duele...—se quejó frunciendo levemente el ceño.

—Cállate o te pondré peso, ahí sabrás lo que es dolor —dice con dureza a la vez que se arrodilla frente a ella para bajar su pantalón y sus bragas, deja su ropa en el suelo y acaricia la piel de sus piernas con calma—. Estarás tan concentrada en el placer que te brindo que no te enterarás del dolor.

Le guiña un ojo con picardía mientras se pone en pie y lleva sus mano al broche de su pantalón, Cyara lo mira sin decir ninguna palabra pero con una expresión de solo en el rostro.

Se deshace rápidamente de sus jeans y de su bóxer, quedando completamente desnudo frente a ella. Toma a Cyara por los muslos y la alza del suelo, sus piernas hacen un ademán de envolverse en su cintura pero él no se lo permite.

—Voy a follarte tan duro que me sentirás por días, ángel.

Sus bocas están a escasos centímetros, rozándose en cada palabra que dice. Sus sexos igual, la polla del dominante puede sentir la goteante vulva de la joven a sólo milímetros. Hace un movimiento pélvico para que su polla se roce en su vulva, continúa fingiendo embestidas una y otra vez.

—Te estoy haciendo enloquecer, ¿verdad? — susurra, su mirada baja a sus labios para después besarla de forma fogosa—. Me encanta verte tan deseosa por mi, ansiosa para que te folle, esperando a que mi polla te llene y te dé placer...

Cyara se permite gemir una vez más, cerrando sus ojos por escasos segundos porque la imagen que tiene frente a ella es digna de ver.

—Dilo Cyara, dime que me deseas.

—Joder, Christopher... Te deseo —confiesa entre jadeos, sus ojos denotan súplica y él sabe que no puede hacerla esperar más.

Sus dedos se hunden en la firme carne de sus muslos y de una embestida adentra su polla en ella. Esta tira de las cadenas con fuerza con la necesidad de poder moverse pero estas no se lo permitieron. Christopher le lanzó una mirada de advertencia, como siguiera haciendo esos movimientos bruscos terminaría con las muñecas lastimadas.

Los movimientos son rápidos y controlados, sabía la presión que ejercer en cada momento y eso lo hacía casi perfecto. Sus labios se pegaron en el hueco de su cuello, en donde succionó con ansias para dejar un gran chupetón en la zona.

Los jadeos de la joven no eran suficientes para él, una de sus manos tiró de la cadena que colgaba de las pinzas que tenía en los pezones. Un grito desgarrador salió del fondo de su garganta, pero Christopher aprovechó para salir de ella y hundirse nuevamente de forma ruda. Sus sentidos se alteraron por completo, el placer consumía al dolor.

Cumplió su promesa de llevarla al cielo. Ella incluso se sentía mucho más arriba de tal lugar pero decírselo solo haría que el ego del dominante se agrandara y con el que tenía ya estaba de sobra.

—Por favor, Chris... Por favor  —suplicó entre jadeos, por un momento se olvidó de la forma en la cual lo había nombrado y juntaron sus labios en un hambriento beso, devorando la boca del contrario con fervor.

La joven gimió su nombre pero él lo acalló en sus labios, mordisqueándolos a su antojo mientras la joven temblaba pegada a su cuerpo. Un intenso orgasmo se había apoderado de su cuerpo, haciéndola cerrar sus ojos y tirar con fuerza de las cadenas que envolvían sus muñecas.

Los dedos del dominante apretaron la piel de Cyara cuando alcanzó su clímax y se corrió dentro de ella, liberando hasta la última gota de su semen en su interior.

—¿Ya has bajado del cielo? —le preguntó en voz baja, ella asintió lentamente cando bajó de su nube de éxtasis—. Voy a liberar tus muñecas, aférrate a mi cuerpo, ángel.

A pesar de que sus piernas aún se encontraban como gelatina pudo apañárselas para envolverlas en su cintura, Christopher sacó las cadenas de sus muñecas y seguido las pinzas de sus peones, la aferró a su cuerpo para después llevarla a la cama.

—Déjame ver tus muñecas —ordenó cuando depositó su cuerpo en el colchón y se sentó a su lado, esta le mostró lo que le había pedido—. Te advertí que esto podría pasar si no hacías lo que te dije.

—Lo siento...

—No me mires como si estuvieras pidiéndome disculpas, el daño te lo haces a ti misma.

Comenzó a dejar besos húmedos en la rojez de sus muñecas para aliviar al ardor que sentía debido a la rozadura de las cadenas.

—¿Cuando será el día que me hagas caso? — reprochó mirándola con una sonrisa ladeada.

—No sé si me gusta seguir órdenes...

—No estamos hablando de cualquiera orden, estamos hablando de mis órdenes.

—¿Y?

—Cyara, no jodamos ahora todo lo bonito que hemos construido el día de hoy.

La chica se sentó en la cama un tanto apenada por seguir desnuda pero al ver que a él no le importaba lo más mínimo dejó de tomarle importancia.

—¿Qué pasará después de hoy?

—¿A qué te refieres?

—Christopher, me haces sentir como nadie nunca podrá hacerlo pero no voy a renunciar a todo por Moleko — aclaró—. Tengo mi vida, mis estudios...  Yo no voy a volver al club, lo siento mucho si pensabas que después de esto yo regresaría.

Oscura tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora