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—¿Te imaginas que en vez de ser chico, hubiera sido una mujer?— preguntó con mofa Kakyoin. Jotaro escuchó atentamente a la incógnita de su mejor amigo. Si lo aclaraba bien, un Kakyoin más curvilíneo con grandes pechos, trasero de modelo americano y labios pintado del color carmín más escandaloso no estaría para nada mal. —También te imagino en versión mujer, Jojo, y creo que serías algo extravagante— siguió intentando esconder una risilla.

—¿Extravagante? ¿A qué te refieres?

Un leve sonrojo se plasmó en la cara de Kakyoin. Su imaginación había volado muy lejos con ese comentario.

—No lo sé, tal vez serías una señorita alta, de bellos ojos y nariz respingada, rostro suave y unos muyyyy buenos atributos— continuó diseñando esa imagen mental. Jotaro sonrió, al parecer no era el único que se estaba dejando llevar por las hormonas de adolescente.

—¿Así que me has imaginado con tetas, eh?

Kakyoin se atragantó con su saliva y su cara tomó el tono de un jitomate. El pelinegro rió desvergonzado ante la reacción ajena y sacando uno de sus cigarrillos Marlboro rojos lo colocó sobre sus firme labios.

—¡N-No es eso! ¡Simplemente lo comenté!— el pelirrojo acalorado desvío su rostro, en un gesto de regular su alterado corazón y respirar. ¿En qué demonios había pensado al soltar esa pregunta?

Cuando el calor se hubo apagado en su pecho, tomó su porte y dirigió su rostro a Jotaro. Pero quedó prendido de la imagen que este le brindaba: el cielo pintado de matices naranjas, rojos y leves morados se mezclaban de paisaje; un chico alto de cabello negro, piel tostada y unos ojos tan azules que asemejaban al mismo océano prendiendo un tubo con nicotina con delicadeza; la llamarada de aquel encendedor iluminó por una brevedad el semblante sereno del joven, y el humo se esparció entre el aire formando una especie de danza.

Kakyoin se sintió entonces en una especie de paradoja ancestral dónde apreciaba a un dios griego fumar con parsimonía. Las orbes del pelinegro no se habían dignado a voltear a otro lugar, sin embargo, rodaron unos centímetros buscando la compañía del menor. Kakyoin seguía anonadado, viéndole como si de una estatua se tratase y que debía idolatrarle.

—¿Todo en orden, Nori?— sus rodillas temblaron ante la variante de nombre pronunciada con esa áspera voz de fumador juvenil. De nuevo un rojo sangre incendió sus mejillas y no tuvo solución más que maldecirse a sí mismo por el remolino de sentimientos dentro de su pecho y contar hormigas en el suelo.

—Claro, es solo que el paisaje de hace un rato... fue hermoso...— soltó sonriendo y escondiendo sus nervios. No era mentira lo que decía, el cielo junto a su mejor amigo le proporcionaron una vista indudablemente bellísima.

Jotaro guió su cabeza hacia el cielo, examinando la gran grama de toques azules y puntos blancos que ya brillaban en el firmamento. Alzó los hombros despreocupado y sugirió seguir su camino antes que la noche los atrapara.

Kakyoin caminó a su lado. Atisbando el duro, pero noble perfil de su mejor amigo.

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Algo de Fluff porque ah qué bomnitos muchachos verdad que sí♥

Fuerte DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora