-¿Alguna vez te has enamorado?- soltó la pregunta y el ambiente se volvió igual de frío que afuera.
Kakyoin tardó más segundos de lo normal en procesarlo. En su vida había pensado en alguna chica (o chico) que le atrajera, es más, ni siquiera había considerado la opción de socializar para formar amigos. Claro, todo hasta que conoció a Jotaro y los demás en el bizarro viaje a Egipto.
Haber convivido en un viaje estudiantil de 50 días provocó que muchos de sus pensamientos hermitaños se evaporaran como el agua en pleno desierto, y si era sincero le había maravillado salir de su zona de comfort. Descubrió los tantos valores de la amistad al lado de Polnareff, un chico extravagante francés que estaba de intercambio esas fechas y que casualmente tuvo la dicha de conocer porque un perro se le había subido a la cara a soltarle gases, sin olvidar su fabuloso cabello platinado que parecía una lata de supermercado. También había conocido a Avdol, un egipcio de la zona que se unió al viaje y le contó grandes historias de su tierra natal, era impresionante la gran paciencia que tenía con el francés.
Finalmente, Jotaro.
Sonrió recordando fugazmente la primera vez que cruzaron palabras. Había sido en una pelea a golpes entre ambos donde terminaron castigados y obligados a estar juntos para "mejorar" su relación. Si bien al principio le tenía un profundo rencor por gritarle a las mujeres y ser tan jodidamente negativo, pero unas cuantas palabras bastaron para que el pelirrojo cambiara de pensamiento. Y el hecho que lo haya salvado de morir aplastado entre una estampida de indigentes que buscaban robarle cada objeto de valor.
Analizó meticulosamente los momentos junto al pelinegro y llegó a una conclusión acelerada: cuando estaba cerca de Jotaro podía sentir que todos sus problemas no eran nada y que la sola compañía del otro le brindaba una paz inexplicable. Desde que habían fortalecido su amistad, no dejaba de pensar en él. Y ante cualquier cosa que le sucediera, corría alegre a contarle a su mejor amigo; podía pasar (más bien, pasaba) horas hablando con él y sabía que Jotaro lo escuchaba atentamente. Maldición, ni siquiera con Avdol o Polnareff sentía la necesidad de hacer eso.
Kakyoin era un novato en el tema del amor. ¿Qué era estar enamorado si nunca lo había estado? ¿Qué era esa necedad suya de siempre estar al lado del otro y verlo sonreír? ¿Por qué su corazón se aceleraba cada que Jotaro lo abrazaba de los hombros?
El consejo de su madre de repente aterrizó a su mente, cuando un pelirrojo de 10 años le preguntó que era el amor. "Es pensar al instante en la persona cuando pronuncias la palabra amor."
Y al momento en que Jotaro le preguntó aquello su primer pensamiento fue él.
-Ey, Kakyoin, ¿Me escuchaste?- la lejana voz de Jotaro lo volvió a la realidad. Había estado divagando entre sus recuerdos. Miró unos segundos a su mejor amigo y detalló cada facción de su rostro. Justo ahora en ese momento notó el pequeño lunar que tenía en la parte superior de su labio al lado derecho.
-No, no lo sé- murmuró más para si mismo. Concentró su atención en su libro, rayando palabras inexistentes para que el mayor no notara el prominente rosado de sus mejillas. Jotaro seguía ensimismado observando al pelirrojo y cada una de sus reacciones.
Iba a hablar, pero el sonido de la puerta abriéndose lo interrumpió.
-¡Oh! ¡Ya ha llegado la señora Holly! Vayamos a saludarla, Jojo- dijo Kakyoin casi queriendo comerse las palabras de lo rápido que las pronunció. Se levantó rápidamente y salió de la habitación sin dejar a Jotaro hablar.
-Porque creo que yo estoy enamorado de ti...- musitó al instante en que se quedó solo con sus sílabas atrapadas en su garganta.
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¡Hola! Disculpa la demora, pero entré en un bloqueo y he tenido demasiado tarea:(
Sipe, esto ha sido más meloso que no se qué, sin embargo prometo que en los próximos episodios ya se viene un poco más de acción. Solamente quería incluir un poco más de "romance" porque, ¿Por qué no?
Sin nada más que agregar, cuídense mucho, lávense las manos y no salgan ❤️
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Fuerte Deseo
Rastgele"La presa rondaba a diario el territorio del depredador sabiendo los fuertes tiempos de hambruna que este pasó. Sin embargo, nunca temió. El ciervo paseaba libre por los altos pastizales, siendo visto por el famélico lobo que guardaba el momento per...