—¡Dos semanas para las vacaciones! —dijo Abby a los gritos.
Nos encontrábamos en casa cenando con mi familia cuando mi hermanita se acordó de aquello. Con todo lo que estaba pasando últimamente en mi vida, ya no tenía noción del tiempo.
—Así es, cariño —le contestó mamá mientras intentaba alcanzar la ensaladera—. Amor, ¿me alcanzas la ensalada? —Papá sacó sus ojos de la televisión y se la alcanzó—. Gracias, cariño.
—Voy a poder dormir hasta tarde, y mirar muchas películas, y juntarme con mis amiguitas. ¿Puedo hacer una pijamada? Síííííí, porfaaaaaaaa. —preguntó mi hermana bastante eufórica. Los niños, a veces, pueden ser un poco molestos.
—Sí, Abby. Pero, primero, cómete todas las verduras. —le dijo mamá. Ella era vegetariana, así que las verduras en nuestras comidas nunca faltaban.
—No me gusta la lechuga. —le respondió Abby y se puso a separarla del resto de las verduras con su tenedor.
—Sí te gusta. Vamos, cómela.
—Pero, mamá... —comenzó a protestar Abby, pero mamá no la dejó continuar.
—Sin peros, Abby.
—Mañana abríguense bien porque están diciendo en el noticiero que va a hacer mucho frío. —intervino Papa, quien todas las noches seguía la misma rutina: ponía la mesa, se sentaba en el costado izquierdo (el más cercano al televisor) y miraba el noticiero.
Por mi parte, acostumbraba a sentarme del lado derecho, al lado de Abby. Mamá se ubicaba en la punta. El pensar en lo que había dicho Abby de las vacaciones me había transportado lejos de la cena. Tendría dos semanas libres, sin Dylan ni nada que se le asemeje. Lo malo era que no lo vería diariamente a Bastián, aunque tendríamos más tiempo para poder estar a solas en el bosque. Sabía que no tenía que pensar en eso. No era buena idea que siguiéramos viéndonos en privado después de lo que había pasado la última vez. Tener una erección frente a él (culpa de él) era una de las tantas cosas que no estaban en mis planes. Y, por el momento, venía incumpliendo ya suficientes.
Desde que había salido a la luz lo su sexualidad, su forma de actuar conmigo había cambiado bastante. Al principio, no había sido capaz de notarlo lo suficiente, pero cada vez que nos veíamos, observaba un destello especial en sus ojos. Podían ser todas locuras de mi cabeza, pero la forma en la que me tomaba de la mano, sus gestos y actos dejaban a la vista que no eran tan solo ilusiones. Me preguntaba si sería buena idea preguntarle cómo me veía él a mí.
—Amor, ¿a qué hora tienes la reunión con los padres de Bastián? —preguntó mamá. Su voz me hizo regresar a la realidad.
—A las 9 de la mañana, cielo.
¿Por qué se juntaría mi padre con los suyos?
—¿Pasó algo con Bastián? —les pregunté; me parecía muy raro que él no me hubiera dicho nada al respecto.
—No, Henry —me respondió papá—. Tengo que reunirme con sus padres porque me pidieron ayuda para redactar una nota al colegio respecto al uso de la web escolar por parte de los alumnos —El noticiero había finalizado y él ya no le prestaba más atención al televisor—. Nada grave.
—¿Es por lo que le hicieron a él? —Seguí indagando.
Me parecía bien que sus padres tomaran medidas al respecto. En la web escolar, cualquiera era capaz de hacer posteos o dejar comentarios. Lo bueno de eso era la libre expresión, lo malo, las cosas como lo que le habían hecho a Bastián.
—¿Qué le hicieron a Bastián? —preguntó Abby. Me había olvidado por competo que ella seguía en la mesa con nosotros. Al igual que con lo mío, habíamos decidido no contarle nada de lo que había pasado con Bastián, más que nada para darle el tiempo a él de procesar todo y el espacio para que se lo contara cuando quisiera.
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Fuimos Mariposas © (EN PROCESO)
ContoLa adolescencia es la etapa más complicada en la vida de cualquier persona. Allí suceden los cambios más importantes tanto a nivel físico como emocional. Y el caso de Henry no era muy diferente al del resto, solo que su vida estaba sumida en un secr...