Capítulo dos

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El fin de semana pasó rápido.
Mi alarma para ir a estudiar sonó a las seis y media y después de una rápida ducha me arreglé y bajé a desayunar.
Mi papá se encontraba sentado en la mesa y mi mamá estaba parada a su lado, sirviéndole una taza de café.

—Buenos días —saludé mientras tomaba asiento en la mesa.

—Buenos días, Nea—respondió mi padre, metiéndose un pedazo de tocino a la boca.
Nea, así me decía él.

En el centro de la mesa habían waffles, huevo estrellado, fruta y tocino. A mamá le encanta cocinar, siempre ha sido así.
Tomé un plato y me serví un waffle y un poco de fruta.

Mi madre se acercó y me dio un beso en la cabeza.

—¿Cómo dormiste? —jugaba con mi cabello y aprtaba algunos mechoncitos que tenía en el rostro.

—Como un oso.

—Pues claro que ibas a dormir como un oso —se burló mi papá —, después del tremendo reventón que tuvieron.

—Papá —reí —, ya nadie dice reventón.

—¿Cómo está Olivia? —preguntó mi mamá, aún ríendo por el comentario de mi papá —, ¿ya está mejor con sus papás?

Via no tenía la mejor relación con sus papás, pero últimamente se estaban llevando menos mal que antes.

—Mejor —robé un bocado de fruta del plato de mi papá.

—¡Hey! ¡Tú tienes el tuyo!

El desayuno continuó con una animada plática entre los tres, mi papá y yo molestándonos y mi mamá regañándonos porque según ella actuamos como niños.
Siempre he estado agradecida por la relación que tengo con mis padres, nunca me he podido quejar.

Llegué a la preparatoria y me encontré con las chicas. No compartíamos muchas clases juntas pero química sí era una de ellas, Via y yo éramos pareja y Danielle y Alex también estaban en el laboratorio.

Como siempre yo me encontraba dibujando, mientras Via, que estaba sentada a mi lado se entretenía haciéndole hoyitos con su lápiz al borrador. La profesora García tomaba lista.

La interrumpió el sonido de la puerta abriéndose.

—¿Disculpa? Llegas tarde. Bueno, no importa, es tu primer día, adelante.

Yo no despegué la vista de mi cuaderno porque cuando yo dibujaba era imposible separarme de mi cuaderno.

—Bueno, chicos, como ya pudieron notar su compañero es nuevo —continuó la profesora —. Por motivos personales entró un poco retrasado al curso, así que estaría increíble que lo ayuden a acoplarse.

—Dios mío, Lena... —La voz de Via me sacó de mi trance.

Levanté mi mirada ya que su tono de voz era alarmante. Cuando lo vi quedé helada. Sus ojos azules como el mar me miraban fijamente, un escalofrío me recorrió la columna vertebral y permanecí inmóvil por un momento y sentí que el mundo se detenía a mi alrededor.

¿Pero qué...?

—Es... —Se detiene un segundo —¿No dijiste que no lo conocías?

Estaba estupefacta. Era él, el chico de mis sueños, el chico de mis dibujos... era él.
Miré el dibujo que estaba haciendo en ese momento y luego al chico, y luego al dibujo, y luego al chico y así sucesivamente, Via hacía lo mismo.

El chico desvió su mirada de mí hacia el aula, desinteresado, con una mirada fría e inexpresiva. Tiene un aire de peligro, pero a la vez luce sereno, como si nada a du al rededor le importara lo suficiente para alterar alguno de sus sentidos. Ignoró las miradas curiosas que recibía de parte de todos y pasó a sentarse, dejando caer su mochila a un lado.

AdrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora