Capítulo seis

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Tratas de recordar dónde estás, los muebles que hay a tu alrededor, las fotografías del verano pasado. Tu cuarto te devuelve la misma imagen que hace unas horas. Pero el sueño del que acabas de despertar parecía tan real, que tu cerebro aún intenta recuperar sus últimos instantes.

—Se sentía tan real —describí.

—Tu cerebro es el que percibe los datos de tus sentidos y los convierte en la realidad que vives, —Meredith hacía notas en su agenda —, así que todo lo que él te muestra, sea un sueño o no, se percibe como real.

Meredith era mi psicóloga, una mujer de mediana edad, siempre lucía súper elegante con sus pantalones rectos y blazers en conjunto. Ha sido mi psicóloga desde que tengo 14 años, cuando la intensidad de mis pesadillas había comenzado a aumentar.

—Él es tu medio de contacto con el mundo real —continuó —, sin él no puedes percibir la realidad, así que lo que el cerebro te manda, es igual de real como lo que percibes de la realidad.

Me limité a asentir y fingir que entendía algo de lo que decía. Ya me había cansado de pretender que venir y charlar una hora y media con Meredith me servía de algo, la verdad es que no, mis pesadillas cada vez eran más intensas, aunque no siempre las tenía, tal vez unas dos o tres veces a la semana pero siempre iba incrementando el terror que me causaban. Pero venir hacía sentir mejor a mis padres, incluso a mí por un tiempo.

—¿Entonces? —me interrogó —¿Qué soñaste esta vez?

—Lo mismo de siempre.

—¿Nada nuevo?

—Pues recientemente conocí a este chico y apareció en el sueño, pero fue súper raro, fue como si ya hubiera despertado y apreció él y luego volví a despertar.

—¿Te dijo algo? —lucía agobiada.

—Uhm... solo que me necesitaba y que habían algo que yo no sabía. Nada importante.

—Claro —continuó escribiendo en su libreta —, soñar con despertar es más habitual de lo que crees. No te preocupes. No es nada.

Siguió apuntando algunas cosas mientras yo me distraje mirando a nuestro alrededor. Su oficina era ordenada y elegante, representaba la personalidad de Meredith a la perfección. Algunas repisas con plantas y uno que otro cuadro cubrían las paredes blancas, la mesa era de cristal, al igual que su escritorio, los sillones eran de piel color negros, unas cortinas color gris se encontraban abiertas dejando a la vista el increíble panorama que se podía ver desde las alturas del edificio.

—Bueno —rompió el silencio esbozando una sonrisa —, es todo por hoy. Ya te puedes ir.

—Gracias, Meredith. Hasta luego —le devolví la sonrisa y salí por la puerta, camino al elevador.

El resto de la semana había sido muy extraña; Alec había desaparecido, no se presentó en ninguna clase, no lo vi por ninguna parte. Mis papás actuaban diferente, mi mamá parecía nerviosa y siempre que yo entraba a la misma habitación en la que ellos se encontraban guardaban silencio o cambiaban de tema repentinamente y no me habían dejado conducir a la escuela, me llevaban y me recogían. Me sentía observada a donde quiera que fuera.

Cada vez tenía más dudas y todas y cada una de ellas terminaban girando en torno a Alec, todo comenzó a ser muy raro cuando él apareció, era un misterio y resulta que a mí me gusta resolver misterios.

Después de un rato de estar acostada en mi cama mirando al techo, tomé mi celular y comencé una llamada grupal con mis amigas.

—Tenemos que ir de nuevo al Purgatorio —me apresuré a decir.

AdrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora