Querido diario:
Lo admito.
He vivido dieciocho años subestimando el valor del tiempo.
Hoy se cumple una semana sin rastro alguno de la electricidad. Durante estos últimos días hemos tomado la costumbre de salir a recoger bellotas todas las mañanas. Tengo que admitir que no soy especialmente fanática de su sabor; es demasiado amargo para mi gusto, pero teniendo en cuenta que hemos tenido que comenzar a racionar la comida, es imposible hacerles ascos.
La vida sin tener apenas contacto con el exterior se ha vuelto muy monótona y rutinaria. Tal vez el momento más emocionante de la tarde es el regreso a casa de tía Melanie, porque siempre viene con algún cotilleo o noticia, aunque estas últimas no son precisamente buenas. Tengo que admitir que encuentro algo de consuelo en saber que el mundo sigue girando más allá de estas cuatro paredes, pero en la ciudad las cosas solo van de mal en peor.
Sin embargo, hoy ocurre algo más emocionante aún. Algo que se ha convertido en nuestra principal motivación estos días, como si se tratara de ese viaje de verano a California que tanto tiempo has deseado y que te da fuerzas mientras estudias uno de los aburridos temas de contabilidad de la señora Brown.
Cuando escucho tres golpes en la puerta salgo corriendo hacia la entrada, pero papá se me adelanta. Aun así, me asomo esperando ver la cara de Liam entre los tres chicos uniformados, sospecho que es muy difícil que la suerte esté de mi lado en esta ocasión, y lo confirmo cuando veo que ninguna de las caras me resulta familiar.
Vuelvo dentro de la casa con los demás y esperamos a que la puerta se cierre para lanzarnos encima de mi padre y acribillarle a preguntas.
— Chris, ¿qué te ha dicho?
— ¿Te ha dado la radio? ¿Cuándo se emitirá el mensaje?
— Calmaos. — Papá saca de su bolsillo trasero un pequeño aparato de color gris. — Aquí está.
Es una radio en su versión más simple, con tan solo un botón en el costado y una pequeña antena, pero aun así, da la sensación de que mi padre sostiene un auténtico tesoro entre sus manos.
— Supuestamente las estarán repartiendo por todas las casas y el gobierno hará un comunicado en cualquier momento, lo más seguro es que sea por la tarde.
— Parece que no se han esmerado demasiado con el presupuesto. — Jairo gira el único botón del aparato y se empieza a escuchar un ruido desagradable del que Liam nos advirtió, interferencias.
— Jairo, no sirve de nada que gires eso. — Me vienen a la mente las palabras de mi amigo. — Solo hay un canal. Simplemente deberíamos dejarla sonar hasta escuchar algo.
Y justo eso hacemos. Cada uno sigue con sus cosas pero nos aseguramos de que siempre haya alguien en el salón por si de repente se escucha algo distinto a ese molesto sonido incesante.
Estoy en mi cuarto dibujando, es algo que siempre me ha gustado hacer, aunque estos días tengo tanto tiempo libre que, junto con mi diario, ha pasado de ser una afición a convertirse en una vía de escape, a veces como forma de evasión y en otras ocasiones como un método para reflejar lo que estoy viviendo, mi realidad.
Es entonces cuando escucho la voz de tía Melanie y, aunque no llego a comprender lo que dice, sé lo que significa, y por el ruido de pasos en el pasillo supongo que no soy la única que lo ha entendido rápidamente.
El mensaje ya ha comenzado cuando llego al salón, pero coger el hilo no es muy difícil a pesar de las continuas interferencias. "Nos estamos enfrentando a una situación histórica, un apagón global, y como situación excepcional, requiere medidas excepcionales."
— ¿Global? — Mi mente se quedó en blanco en el instante en el que escuché esa palabra. No hace falta una respuesta de los demás, sus caras de shock lo dicen todo.
"Es por ello que hemos tomado la decisión de declarar a partir de hoy, y con una duración indefinida, el estado de emergencia a nivel nacional."
Realmente no sé las consecuencias que eso implica, pero desde luego "estado de emergencia" no es algo que suene demasiado bien.
"Insisto en mandar un mensaje de tranquilidad a la población, haremos todo lo posible por solventar los problemas de desabastecimiento y garantizar su seguridad."
La señal se corta, pero el mensaje no ha dejado margen de duda. Se acercan tiempos difíciles.
Instinto de supervivencia.
¿Qué sería capaz de hacer por desesperación?
No sé si quiero conocer mi propia respuesta.
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Blackout
PertualanganQuerido diario: esto es solo el principio. Mi nombre es Alicia Ember. No soy más que una chica normal, con una vida corriente y ordenada. Podría ser tu vecina, tu hermana, tal vez podría ser tú. Nunca olvidaré la noche en la que mi mundo se puso pat...