Querido diario:
A veces siento que estoy dentro de una burbuja.
Aislada, atrapada.
A salvo.
Los días pasan, no hay ni rastro de sonido en la radio y la ayuda del gobierno no llega por ninguna parte. Como era de esperar, todo esto está pasando factura.
Desde la casa la crispación general es prácticamente imperceptible. La tía Melanie nos cuenta horrorizada cómo las manifestaciones son cada vez más y más violentas, pero no es lo mismo escucharlo que verlo con nuestros propios ojos.
Sin embargo, hoy siento lo más parecido a haberlo visto en primera persona cuando nos cuenta con detalles cómo el ejército ha tenido que responder de forma violenta para disolver las protestas.
A estas alturas, después de dos semanas sin electricidad, se nota más que nunca la escasez de comida y agua. Hemos tenido que reducir a dos nuestras comidas diarias, y ayer pillé a mamá quitando comida de su propio plato para que las reservas duren hasta finales de semana.
La situación en la casa se vuelve insostenible al llegar el sábado. Vamos a tener que pasar a hacer una sola comida diaria si queremos tener alimento para una semana más, y antes de reducir aún más el número de comidas, decidimos aprovechar que hoy es el día libre de la tía Melanie para ir a la ciudad.
Hemos estado intentando apurar al máximo el tiempo para no tener que ir a Hartford. Ahora mismo es peligroso y no sabemos lo que podemos encontrarnos allí, pero no nos queda otra opción.
— ¿Cómo que nos quedamos? — escucho la voz de Jairo en la cocina y me asomo por la puerta para ver qué ocurre.
— Por favor Jairo, hazme caso, quedaos los dos en casa. — Tía Melanie levanta la vista y se da cuenta de mi presencia. — Alicia, no sabía dónde estabas, le estaba diciendo a tu primo que lo mejor será que os quedéis en casa hoy.
— Pero... aquí en casa no servimos para gran cosa.
— Escuchadme, no es necesario que seamos un grupo tan grande, de verdad, solo nos va a hacer ir más lentos y ahora mismo eso no nos vendría nada bien.
Mamá entra en la cocina y se une a la conversación.
— Necesitamos que alguien se quede aquí para vigilar la radio, sería el colmo que para una vez que salimos digan algo importante. Además, si queréis tomar el aire podéis ir al bosque a buscar bellotas, con suerte también encontraréis fruta, ya sabéis cuáles son seguras.
Finalmente, ante tanta insistencia, los dos accedemos a quedarnos en casa.
— ¡No tardaremos mucho chicos! Si se hace un poco tarde tenéis comida para el almuerzo en la despensa.
— Id con mucho cuidado mamá.
Jairo sale un rato al bosque y, mientras tanto, yo permanezco tumbada en el sofá junto a la radio. Aprovecho este rato de tranquilidad para buscar entre las estanterías de papá un libro para leer. Es entonces cuando veo El diario de Ana Frank, un clásico de páginas amarillentas por culpa del paso del tiempo que inmediatamente llama mi atención.
Me extraña no haberme fijado en él antes. Si ha habido un personaje que ha pasado por mi cabeza en más de una ocasión mientras escribía en las páginas de mi diario, esa ha sido Ana Frank. A veces me pregunto si algún día alguien leerá lo que yo escriba.
Durante unos minutos, mis problemas parecen volverse diminutos en comparación a los de Ana. La frase "no pienso en la miseria que hay, sino en la belleza que permanece" toca lo más profundo de mí y me deja reflexionando.

ESTÁS LEYENDO
Blackout
PertualanganQuerido diario: esto es solo el principio. Mi nombre es Alicia Ember. No soy más que una chica normal, con una vida corriente y ordenada. Podría ser tu vecina, tu hermana, tal vez podría ser tú. Nunca olvidaré la noche en la que mi mundo se puso pat...