Capítulo 8: Belford

19 8 1
                                    

Querido diario:

Si existe una salida, se está asegurando de que yo no la descubra.

"¿Ves?, todos estamos un poco perdidos en esto"

Siento una extraña mezcla entre incertidumbre y dolor en el cuello por haber dormido en el suelo. Las picaduras de mosquito por todo mi cuerpo tampoco pasan desapercibidas. Sin embargo, abro los ojos sabiendo que hoy es el día, o debería serlo.

Como de costumbre, Jairo se ha levantado algo más temprano que yo y se encuentra a unos metros de mí, mirando el camino que estaremos recorriendo en unos minutos. Le pongo una mano en el hombro para que se percate de mi presencia.

— Vamos Jairo, ya solo quedan unas horas, dos... tres como mucho.

El no saber qué nos encontraremos al llegar al pueblo es un pensamiento que lleva rondando nuestras cabezas desde que nos subimos al coche por primera vez. Al fin y al cabo allí no nos conoce nadie, y no tenemos gran cosa que ofrecer.

Me consuelo a mí misma pensando que si nos hubiéramos quedado en casa habría sido peor, pero la duda siempre está ahí presente, creándome un nudo constante en la garganta que podría dejarme sin respiración en cualquier momento.

Finalmente el camino se hace un poco más largo de lo que esperábamos. El hambre, la sed y el sol no nos lo ponen fácil. Decidimos parar en la orilla de un río para asearnos con el champú a medio terminar que trajimos de casa y sin ninguna duda fue la mejor decisión que podíamos haber tomado.

Ya he perdido la cuenta del tiempo que llevamos andando cuando veo a lo lejos una señal de color azul marino en la que está escrito con letras blancas "Bienvenido a Belford". Siento que estoy contemplando un espejismo a medida que el veo el pequeño pueblo cada vez más cerca de nosotros.

Conforme nos vamos acercando empiezo a notar algo más aparte del olor salado de la costa; nuestra presencia allí no pasa desapercibida, en absoluto. No debería extrañarme algo así tratándose de un pueblo que no llegará a los dos mil habitantes, sin embargo, hay algo en la expresión de la gente que nos observa que me provoca escalofríos.

— Parece que estuvieran viendo a un extraterrestre. — Miro hacia las ventanas de las casas y me doy cuenta de que hay vecinos asomados observándonos, algunos con más descaro que otros.

No llegamos a terminar de recorrer lo que parece una de las calles principales, cuando veo a lo lejos un hombre acercándose con semblante serio y paso firme hacia nosotros.

— Algo me dice que no somos bien recibidos.

El hombre, que no debe tener más de 40 años, se para justo en frente nuestra y, por si aún quedaba alguna duda, estoy segura de que después de esto somos el centro de atención de todo el pueblo.

— Buenos días jóvenes. — su tono de voz no parece demasiado amigable. — Vuestras caras no me resultan familiares.

— No somos de aquí señor, hemos venido a...

— Los forasteros no son bienvenidos en Belford. — Me quedo sin palabras después de su inesperada interrupción.

— Estamos buscando a alguien. — Doy gracias a que Jairo sabe qué decir y lo hace con un tono de voz que resulta convincente. — Arthur Findley, se llama Arthur Findley.

Por primera vez el rostro del hombre sufre un ligero cambio, supongo que reconoció el nombre de la persona que estamos buscando.

— Me temo que no vais a encontrar a Arthur aquí.

BlackoutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora