¿Crees que es fácil cuidar niños? Para _________ no lo era, ya que nunca en su vida había cuidado uno.
¿Pero qué tal si tiene que cuidar a cinco chicos? ¿Y si son todos adolescentes? ¿Y si le comienzan a gustar los cinco a la vez?
No, ella nunca i...
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—¿¡Tú?! —exclamamos los dos.
Su mano, que sostenía la mía, soltó su agarre y caí al suelo.
—¡Oye! —me quejé con el ceño fruncido mientras me levantaba del suelo—. ¿Qué? ¿Me reconoces ahora? —solté con sarcasmo.
—¿¡Cómo no hacerlo?! Maldita loca, mira cómo me dejaste la pierna.
—¿¡Yo?! Tú, maldito acosador, entrataste y fuiste a buscarme.
—¿¡Por qué te iba a buscar a ti?!
—¡No lo sé! ¡Dímelo tú! ¡Además llevabas un arma, explica eso, psicópata!
—¡Mi padre me dio ese arma, es policía! ¡Y no sé por qué te doy explicaciones!
—¿Y bueno? Me contó un pajarito que dijiste que nunca me habías visto en la vida... ¿Cómo sabes que soy yo?
—Te ví por las cámaras de seguridad de la estúpida casa. Mi padre me las mostró... Es jefe de policía... —respondió él, pero ya no se veía molesto, de hecho, se veía inseguro.
—¿Y solo por ser hijo del jefe de policía de la zona te dejan cometer delitos así como así?
—Yo... Soy especial, ¿sabes? —susurró sin mirarme.
En ese momento alguien se acercó y puso sus manos sobre los hombros del chico.
—Lucas, aquí estás —dijo un hombre—. Oh, hol... —
La expresión del hombre cambió al verme, como si supiera quién soy o como cuando alguien le debe algo a alguien.
—¿Me buscabas? —dijo confundido Lucas.
«Oh, vaya. Es su padre».
—¿Se... Conocen? —preguntó su padre.
—¿Es en serio? —soltamos los dos con sarcasmo, nos miramos despectivamente y lentamente me fui hartando de la situación.
—Ugh, yo me voy.
—No fue un gusto conocerte —dijo Lucas sonriendo.
—¡Lucas!
—Tranquilo, es mutuo —dije sonriendo con sarcasmo también y por fin pude salir de ese lugar.
(...)
Una vez en cada, me senté en el sillón y salió Beomgyu de la cocina.
—¿En serio te lo encontraste? —preguntó él con cara de espanto.
—¿Por qué les iba a mentir?
Los chicos me miraban mientras que Beomgyu me pasaba una taza de té. Desde que había llegado no habían parado de tratarme como a una princesa.
