notas | klaine

q u i n c e

~ c a p í t u l o • n a r r a d o ~

Kurt suspiró mirando el papel que descansaba sobre su escritorio.

Estaba en su habitación, sentado en la silla del escritorio y mirando con atención lo que reposaba en aquella superficie de madera: todas las cartas de Devon. Además de un papel que él mismo estaba escribiendo, en el cual estaba anotando todo lo que sabía del chico que le escribía. Las cosas que le había contado o las cosas que se le habían escapado sin querer durante las cartas.

Según había anotado, hasta ahora sabía qué:

•Se define como un chico impulsivo y hablador.

•Su "sexto sentido" es notar cuando alguien es teñido o no.

•Es alguien bastante inseguro en palabras y obras.

•Compartimos clases.

•Es parte del Club Glee. (gracias Devon por tachar tan mal aquella parte)

•Sus padres están juntos y tiene un hermano mayor.

•Suele siempre estar presente en el momento en que leo las cartas

•No cree en los rumores.

•Es amigo de chicas chismosas.

•Le va mal en Educación Física.

•Es víctima de los apodos despectivos de la entrenadora Sylvester.

Bien, no era mucho, porque muchos alumnos en McKinley cumplían con varias de aquellas características, pero algo era algo.

Suspiró nuevamente, antes de negar con la cabeza y rendirse.

Jodeeeer, era viernes por la noche y él en lugar de haber salido con sus amigos se había quedado anotando idioteces sobre un chico que no conocía de nada. Era estúpido, odiaba tanto ser tan estúpidamente imbécil a veces. ¡Parecía un tonto adolescente hormonal! Además, estaba comenzando a sentir una gran atracción hacia todo el misterio del chico Devon, y eso le tenía demasiado nervioso.

¿Y si Devon no era nadie realmente? ¿Y si alguien solamente le está jugando una estúpida broma y él está cayendo cómo un imbécil? ¿Por qué mierda no lo había pensado antes? Mierda.

Claramente todo aquello era solamente una estúpida broma. ¿Quién en su sano juicio deja cartas a un desconocido? Todo había sido una maldita broma y él había malditamente caído de la peor forma. Tiró de su cabello con furia. ¿Cómo había podido ser tan imbécil? Nadie nunca se enamoraría de él, no importa cuan popular sea.

Sus ojos habían comenzado a llenarse de lágrimas. Era un verdadero imbécil.

No, no iba a llorar. Tragó saliva duramente y marcó el número de Sebastian.

—¿Kurt? —respondió el ojiverde rápidamente del otro lado de la línea. La fuerte música de la fiesta se oía a todo volumen—. ¿Que sucede?

—Pasame la dirección de la fiesta, iré.

—¡Amén, cariño! Ya te lo envío.

—Bien, te veo allí.

—Adiós, precioso.

[•••]

Kurt cruzó la puerta de aquella enorme casa, sintiendo aquel fuerte olor a alcohol, a cuerpos pegándose y a cigarro que tanto adoraba. Apenas puso un pie dentro, había comenzado a presumir todos sus atributos, caminando moviendo lentamente su cadera, pasando junto a hombres que le miraban encantados y guiñándoles levemente un ojo, hasta que encontró a Sebastian y Santana sentados en unas sillas cerca de lo que parecía una improvisada barra.