Capítulo 12: 𝐄𝐚𝐫𝐥𝐲 𝐒𝐮𝐧𝐬𝐞𝐭

211 48 51
                                    

¿Han escuchado hablar del hilo rojo o de las almas gemelas?

Yo sí.

Cuando mi hermano y yo éramos pequeños, mi abuela Helena solía contarnos historias románticas sobre las personas unidas con el hilo rojo.

Nos decía que según la leyenda este es un hilo rojo invisible que está atado a los dedos, uniendo así la vida dos personas y que este nunca desaparece sin importar el tiempo o la distancia; ni vivir al otro extremo del mundo sería una opción para romper el hilo ya que éste puede estirarse hasta el infinito sin romperse porque su dueño es el destino.

Esas eran sus historias, llegué hasta la adolescencia creyendo en ellas, incluso cuando ya no vivíamos en su casa solía pensar mucho en la persona que estaría unida a mi con nuestro hilo rojo.

Sin embargo esos pensamientos se fueron alejando de mi a medida que las cosas sucedían, las preocupaciones tomaban control de mis pensamientos, porque a pesar de que Mikey y mi mamá trataban de protegerme yo sabía todo lo que pasaba a nuestro alrededor, me dolía en el alma cada vez que la llamaban bruja, ella era una mujer buena y dulce que no merecía pasar por todo ese sufrimiento, ni siquiera por el que le hizo pasar mi padre al abandonarnos.

Con todas esas cosas en mi interior y el hecho de pretender frente a ellos que estaba bien para darles por lo menos algo de paz y felicidad, la historia del hilo rojo fue guardada muy dentro de mi mente, fue hasta un par de días antes de la muerte de mi madre que esa pequeña ilusión volvió.

Hace cuatro años ella me entregó esta última esperanza a la cual me estuve aferrando en medio de tanta oscuridad.

El regalo que ella me dio fue hablarme de mi futuro y de mi destino.

Cuando ella murió días muy tristes nos acompañaron a Mikey y a mi, el dolor de su pérdida fue un daño directo a mi corazón, uno nunca esta preparado para perder a un ser querido, eso es algo muy cierto, pero que te sea arrebatado de esa manera, es muy cruel, ni siquiera tuve la oportunidad de despedirme de su cuerpo puesto que el comisario del pueblo se llevó el cadáver alegando que los restos de la bruja no debían quedar por ahí.

Lloré con el dolor rasgando mi interior y muy inocentemente pensé que nunca volvería a sentir algo parecido a esto, que era imposible, sin embargo me equivoqué.

Hace más de tres meses perdí a mi mejor amigo y mi confidente, mi hermano Mikey, también me había abandonado.

Murió a manos de los seres desalmados que habitan en este lugar, esos que golpean sus pechos dentro de un templo alegando amar a Dios, ellos lo mataron, acabaron con la vida de Mikey con sus propias manos y yo tuve que darme cuenta de la peor de las formas.

Desde que mi mamá ya no estaba con nosotros, nos habíamos mudado a vivir al viejo sótano de nuestra casa para resguardarnos de cualquier persona que entrara a casa a intentar atentar en nuestra contra, nos alumbrabamos con velas y comíamos con lo poco que podíamos conseguir, estábamos atrapados ahí pero con vida, Mikey al principio quiso enviarme con la abuela Helena pero tras mi rotunda negación aceptó que nos quedasemos juntos, luchando por encontrar la manera de salir de ahí, cada día se esforzaba en convencerse y convencerme de que pronto nos iríamos y que todo acabaría.

Pero una mañana cuando desperté, él simplemente no estaba, pensé que había ido por comida o velas, sin embargo las horas pasaban y Mikey no regresaba, una presión se instaló en mi pecho y las palabras de mi madre resonaban en mi mente una y otra vez.

Cuando la noche llegó, el silencio era mi única compañía, inundandome hasta el punto de querer enloquecer, no supe en que momento me quedé dormido, pero cuando volví en mi, el recuerdo de aquella tarde hace cuatro años atrás mientras conversaba con mi madre estaba más fresco y palpable que nunca.

𝐖𝐎𝐍𝐃𝐄𝐑𝐖𝐀𝐋𝐋 ➛FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora