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Bern se quedó sentado en la hojarasca, taciturno. Miró a los alrededores y no reconoció nada de lo que vio, ya no le daba importancia, sorbió un poco de café que anteriormente había preparada. Sus manos temblaban por el recuerdo de la noche anterior, tuvo mucho miedo una extraña sensación invadió su cuerpo. Comenzó a pensar en su madre y en lo preocupada que podría estar. Pensó que tal vez ya estuvieran organizando un grupo de búsqueda para encontrarlos y que tal vez no tardarían en hallarlos. Pensó también en su pasado y en Carrie. «Solo los que se van a morir recuerdan el pasado con tristeza», pensó en ese momento, pero Bernabé no llegó a saber el peso de esa frase sino muchos días después, en el lecho de muerte viendo la sombra de los gallinazos girando alrededor de ellos, con los gritos desesperados de los chotacabras que cometieron la osadía de aparecer antes del anochecer esperando el óbito del joven convaleciente.

Sintió un escozor y una picadura entre los dedos de su pie izquierdo que lo sacó de sus pensamientos, se quitó el zapato y el calcetín, vio que entre el dedo gordo y el segundo dedo del pie estaban tres garrapatas adheridas saciando su sed infinita.

—Hijas de puta —dijo.

Se las arrancó sin vacilación. Tenía malas experiencias con esos parásitos del demonio, a como les llamaba desde que tuvo una crisis a los doce años por una plaga que se desató en la escuela en la que estudiaba. Ningún niño se salvó de ser bañado con agua de hojas de Nin y sardinillo, que eran más amargas de lo que parecían y que hacían que las garrapatas cayeran solas y reventaba a las gordas. Stephen, que lo tomaba todo con risotadas, no se salvó de los baños naturistas, que tardaban horas. Las dos madres, que eran mejores amigas, los bañaban juntos pues pensaban que así ninguno podía contagiar al otro de la plaga. Los dejaban después de los baños al sol fuerte de la tarde desnudos en el patio de la señora Evans con un macerado de las hojas puestas en todo el cuerpo de los niños, quienes no se movían para mejorar el efecto. Al rato Stephen y Bernabé veían como caían las garrapatas ante el veneno estremecedor que, aunque quedaban limpios, emanaban un terrible olor que los mareaba. Todo era en vano, al día siguiente volvían llenos de garrapatas y tenían que repetir el procedimiento, hasta que todos se dieron cuenta de que el foco de infección era la escuela, que fue demolida de inmediato por la Orden de Salud y quemaron hasta las últimas migajas de escombros a las afueras de la ciudad. Según se dijo, eran tantas que cuando reventaron por el calor, se confundió ese momento con algún festejo con petardos

Bernabé sangró un poco. Con el mismo calcetín se limpió la sangre, y no le importó ponérselo de nuevo. Se colocó el zapato y dio otro sorbo al café. Su mente ya estaba obnubilada por el desconcierto.

Stephen se levantó, salió fuera de la tienda y vio Bernabé. Se sentó al lado de él. Echó un vistazo, a como sospechaba, nada era igual. Pero esperó un momento antes de mencionárselo a Bernabé.

—Hice un poco de café —dijo Bern.

—Gracias —contestó Stephen.

—Creo que no es necesario que hablemos de lo que sucedió anoche. Quiero hacerme creer que solo fue nuestra imaginación... —Suspiró.

—Piensas que nos estamos volviendo locos, ¿verdad?

Bernabé guardó silencio. En su mente solo estaba la idea de salir del bosque.

Stephen tomó el café, no estaba tan caliente. Le dio un sorbo y se levantó, quería explorar los alrededores.

Los restos de la fogata anterior seguían allí, pero no estaban donde se suponía quedaron la noche anterior. Examinó los alrededores. Finalmente fue atrás de la tienda de campaña y, aunque no escuchó fluir el riachuelo, fue a cerciorarse para ver si estaba o no en el mismo lugar.

No lo estaba.

Sintió un temblor terrible. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, desde a punta de la cola hasta la coronilla de cabeza. No estaba el riachuelo, no había rastros de él.

Fue hasta donde estaba Bern. Seguía sentado, taciturno.

—¡Tenemos que irnos y salir de este puto bosque! —Exclamó Stephen. —Creo que tengo una idea.

Bernabé salió de sí por la exclamación.

—¿No crees que ya lo hubiéramos hecho de ser posible? —le contestó con una extraña ironia.

Steph buscó su mochila que estaba dentro de la tienda ignorando el comentario de Bern, sacó el mapa y revisó la brújula que todavía no se movía, observó el mapa. Se les había olvidado el río que atravesaba el bosque y se lo señaló a Bernabé.

—Tenemos que buscar este lugar. Si lo logramos encontrar podemos seguir río arriba y encontrar la desembocadura donde termina el bosque. Si lo logramos...

—Pero si no...

Stephen se detuvo de golpe. Apretó el mapa, arrugándolo y vio de soslayo a su amigo. Estaba asustado, Bern también estaba asustado.

—Lo lograremos —le contestó.

Bernabé sonrió. No dijo nada más. Tenía los ojos apagados y la mirada perdida.

Stephen le explicó su idea a Bernabé, era sencilla y estaba seguro que no iba a fallar, debían de subirse a un árbol, el más alto que pudiera, para averiguar de dónde salía el sol. Según recordaba el naciente era el este, y el poniente el oeste, esa sería su brújula y, según el mapa el río estaba el sureste. Dejó de hablar por unos segundos.

—Bern... también hay algo que debas saber...

—No creas que soy estúpido, Steph. Me desperté antes que tú... la verdad no tengo ni puta idea de lo que está pasando, pero creo que ya es muy tarde para creer en cosas sobrenaturales.

Stephen guardó silencio.

—Tenemos que apurarnos —dijo finalmente Stephen.

Empacaron todo de nuevo. Identificaron el árbol más alto y, Stephen, que era el más bajo de los dos y el más liviano, se quitó los zapatos y se subió a los hombros de Bernabé y logró subir hasta la copa, identificó de donde salía el sol, luego bajó.

—Tenemos que ir por allá —señaló con el dedo índice a su derecha.

Siguieron esa dirección por toda la mañana y una parte de la tarde, racionalizaron la comida y mientras caminaban procuraban encontrar frutos que parecían comestibles o algunos insectos que creían apetitosos. Encontraron muy pocos. Algunas cigarras y unas moras rojas.

Dentro del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora