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En la mañana Stephen vio que todo estaban a como las recordaba, no escuchó los pasos habituales y el revolver en la hojarasca. El sotobosque seguía extendiéndose hasta donde cabía la mirada y percibió un fuerte a aroma a humedad.

Se dirigió a donde Bernabé. Estaba tranquilo, con el rostro sereno y descansado. Un alcaraván se escuchó a lo lejos y de nuevo echó una mirada al lindero, tuvo certidumbre de que no estaban seguros allí. Buscó una botella de agua y después fue a orinar un poco lejos.

Cuando regresó, Bern estaba despierto.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó sentándose a su lado.

—Como si mamá me hubiese garroteado֫ —contestó Bern. Su amigo sonrió un poco.

—Dime, ¿te puedes levantar?

—No sin ayuda.

Stephen se le acercó. Revisó su brazo que estaba hinchado. Le limpió las heridas del cuerpo dejando la que estaban ubicada debajo del hombro al final, todavía emanaba un poco de sangre atraves del vendaje improvisado y no tenía pinta de querer sanar.

Bernabé suspiró, el dolor era casi insoportable. Se sintió débil y casi desfallece de nuevo. Vio el poco cielo que las hojas de los arboles le permitían ver.

—Y todo esto por tratar de olvidar a una maldita mujer.

Stephen le ayudó a sentarse.

—¡Auch! —Exclamó Bern—, juro que no volveré a salir de mi casa en lo que me queda de vida —dijo después.

—Yo digo lo mismo. —Stephen sonrió, con una sonrisa triste y melancólica. Le quitó la camisa que tenía puesta, estaba apelmazada por la sangre seca.

—Tengo que revisar tu espalda, Bern —dijo Stephen.

Bern asintió con un leve movimiento de cabeza.

Stephen se sorprendió al ver que todo el pelaje de la espalda estaba cubierto de sangre seca, la herida estaba sucia y no tenía buena pinta. Ocupó un sobrante de tela de la noche anterior, la mojó y limpió alrededor de la herida lo mejor que pudo. Agarró la botellita de alcohol y le echó en la herida a Bern.

—¡Ahh! ¡Mierda! ¡Por un carajo! ¡Avisa antes de hacer eso!

—L-lo siento —le contestó Steph—, pero tengo que hacerlo, aguanta un poco.

—¿Al menos tiene buen aspecto?

—Ninguna herida tiene buen aspecto, Bern. Pero puedes estar tranquilo, no es grave —mintió Steph.

La mirada de Stephen se tornó sombría. De verdad la herida era más grande por detrás que al frente, mucho más grande.

Descansaron un poco más y Stephen fue a buscar las cosas que se desperdigaron al momento de la caída. Vio su camisa llena de sangre, que estaba seguro pertenecía casi en su totalidad a Bernabé. Al no saber dónde estaban, Stephen de nuevo buscó el saliente y el mapa, que tras varios minutos de búsqueda encontró atrapado en un helecho de hojas anchas. Subió a la copa de un árbol con dificultad y vio a donde debían ir. Ayudó Bernabé a levantarse, este lo asió del hombro y se aferró con fuerza para no caer.

—Si mi madre nos viera así creo que confirmaría sus sospechas —rio Bernabé para después quejarse del dolor. Trataba de hablar para no caer en la inconciencia

—Al menos tú has tenido novia, imagina lo que mamá piensa... —Ambos rieron. Pero después se callaron.

—¿Crees que nos estén buscando, Steph?

Dentro del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora