Capitulo cinco

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Cierro los ojos con fuerza. Basta, basta por favor. Aprieto la mandíbula y me tapo los oídos con mi almohada. Por Dios, necesito parar. Ya basta. Las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas y eso me enfurece aún más. Esto no puede ser cierto. Es solo un sueño. Sí, es una pesadilla. ¡Bum! Levanto la cabeza asustada. Esto no es un sueño, está pasando realmente. Me levanto con todo el cuerpo temblándome. Abro la puerta y estoy segura que escucho los latidos de mi corazón, lastimándome el pecho de lo fuerte que bombean.

¡Por favor Juan! ¡Por favor basta!- solloza mi madre y me estremezco- No sabes lo que estás haciendo.

¡Siempre lo mismo!- grita mi padre con ferocidad- ¡Necesito un trabajo digno de mí!

¡Entonces déjalo!- al momento en que dijo eso, supe que había sido un error. Desde mi habitación podía sentir la respiración de mi papa aumentando. Estaba muy enfadado. Pero…¿Por qué?

¿Qué lo deje? ¿Estás de broma?- se hace un silencio.- Clarisa, sabes muy bien que no puedo dejarlo. Van a matarme, y si es necesario también a ustedes. ¡Es por su propio bien!

Juan, por favor, mírate- oigo como le tiembla la voz- Esto te está matando.

¿Qué quieres decir?- la voz acusadora de papa me dice que por nuestro bien no debe responder.

Estas alcoholizado. ¿Crees que ese trabajo nos hace bien de todas formas?- suena cansada. Como si hubieran tenido esta conversación miles de veces. ¿Y si fue así? ¿Y si fui una estúpida al no creer que papa había vuelto a tomar? Por supuesto que soy una imbécil.- Juan, te imploro que razones. Tienes que dejar ese trabajo.

¡Van a matarme Clarisa!- cierro los ojos ante el grito. Mi madre está gritando. ¿Por qué no puedo hacer nada? Estoy clavada en la puerta. Paralizada.- ¿Eso quieres cierto? ¡Me quieres muerto!

El grito desgarrador de mama y el ruido de algo rompiéndose es lo último que me hace reaccionar. Salgo corriendo y cuando llego a la cocina siento que voy a vomitar.

¿Qué está pasando?- el temblor de mi voz me hace estremecer. Estoy aterrada.

Anabella, por favor, vuelve a tu cuarto- ordena mi padre con voz tranquila. Suelta el cabello de mi madre y la levanta de un salto. Como si nada hubiera pasado.

Papa, ¿Qué estás haciendo?- y no pude más. Comienzo a llorar como una chiquilla y eso parece lastimarlo porque la suelta y nos mira asustado. Se agarra el cabello y grita, grita tan fuerte que tengo que taparme los oídos.- ¡Ya basta!

Ana, preciosa, lo siento tanto- susurra y veo como su rostro se llena de lágrimas.- Clarisa, no merezco tu perdón. Soy un monstro.

Está bien. Está bien- murmura mi madre y se acerca para tocarlo. La miro con incredulidad y siento la desesperación absorbiendo todo el resto. He visto esto en muchas ocasiones. Él nunca va a cambiar.

No- ambos me miran con asombro. Tiene que ser una broma- ¿Estas de broma mama? ¡Él nunca va a cambiar! ¿Cuántas veces lo has perdonado?- se aparta temblando de papa y mira al suelo- ¡¿Cuántas?!

Tres- su voz es apenas audible. Esta avergonzada. No puede ser.

¡No mereces perdón!- grito desesperada- ¡Maldito mentiroso! ¡Me hiciste creer que nos amabas! ¡Que somos lo suficientemente importantes para ti! ¡Me sonreías todos los días como si nada! ¿Cómo pudiste?- se me quiebra la voz y no puedo soportarlo más. No soporto ver a mi madre de esta manera, como si se creyera que vale tan poco. No puedo aguantar más la mirada que me lanza mi padre. Pero tengo que hacerlo, tengo que decirle lo que mama jamás podrá decir.- ¡Toma todo lo que quieras! ¡Desahógate! Pero ¿Golpear a tu esposa? Eso es patético.

Ana, yo las amo-

¡No es cierto! ¡Si nos amaras realmente no le hubieras tocado ni un pelo! ¡Y tampoco te hubieras metido en negocios mafiosos!- ya no me reconozco. Mi voz suena fuerte y aplastadora. Estoy tan furiosa que podría molerlo a piñas.- ¡Cobarde!

Ana, para- su voz suena sumamente tranquila y eso me altera. ¿Qué le pasa? Debería arrojarlo por la ventana y llamar a la policía.

Vete- digo con autoridad. Me mira suplicante, como si fuera a darme pena. Está totalmente loco.- ¡Vete antes que te reviente a piñas!

Juan, por favor- mi padre nos mira aterrado- ya vamos a hablar, ahora vete.

¡Y ni se te ocurra volver a aparecer!- lo empujo con todas mis fuerzas y sale caminando con los hombros caídos.

Mi madre sale corriendo a su habitación y cierra con un portazo. Me siento en el sillón y vuelvo a llorar. ¿Cómo no me di cuenta? ¿Cómo fui tan estúpida al pensar que mi padre era un buen hombre, que jamás se metería en negocios sucios?  Estaba cegada. Estaba enamorada de él, de la idea de que soy la única del grupo que tiene una familia feliz. Había creado un muro para evitar todo lo malo. Muy dentro de mí sabía que algo no cuadraba, pero decidí apartarlo, porque sería demasiado doloroso aceptar que mi tan adorada familia, está más rota de lo normal.

Abro los ojos. No recuerdo haberme quedado dormida. Siento que mi cuerpo pesa el doble y mis ojos apenas pueden abrirse. Por un momento tengo la esperanza de que todo fue un mal sueño, pero me basta con mirar los jarrones tirados en el suelo para saber que fue real. Voy al baño y me estremezco al verme en el espejo. Tengo los ojos hinchados y rojos de tanto llorar. El cabello muy despeinado y el resto del rostro pálido como la porcelana. Enciendo la ducha y me quito la ropa con cuidado, como si tuviera el cuerpo lastimado. Pero no es eso. Me siento débil, como si hubiera gastado todas mis fuerzas en aquellos gritos. Dejo que el agua me envuelva en su calidez y suspiro. Parece que fui hace años a Starbucks. Todo parece muy irreal. Desearía que el agua me relaje como le suele pasar a mucha gente, pero sigo igual de tensa que antes. Salgo de la ducha y me quedo en bata. Camino hasta mi cuarto y frunzo el ceño cuando veo una nota pegada en la puerta.

“Ana, lamento todo lo que paso, pero no puedo dejar a tu padre solo en esto. Él no está bien. Desearía que pudieras entenderlo. Algún día lo harás. Me voy por un tiempo con él, ya que no dejare que se te acerque en ese estado. Sé que ahora mismo debes estar muy enojada con tu papa y conmigo por ser tan cobarde de no decirte esto en persona, pero ambas sabemos que doy pena de lo débil que soy.

No te asustes, no me ire por muchos días. A lo mucho dos semanas. Puedes hacer fiestas, invitar a tus amigos y hasta irte a otra casa. Sos libre, lo que siempre quisiste ¿no? (sé que no tiene gracia)

Lamento que tengas que soportar todo esto con lo pequeña que sos. Pero tu fuerza me permite marcharme. Estoy muy orgullosa de vos y nunca me van a alcanzar los días para agradecerte por lo que hiciste anoche. Voy a entender si no queres ver a tu padre nunca más, o si te parece de lo más loco lo que estoy haciendo y eso haga que te enojes mucho conmigo. Lo voy a entender a la perfección. Así que…¿Qué decides? Tenes tiempo. Pensa

Te amo.

PD: Hay dinero de sobra en la caja fuerte. La clave es tu documento. Usalo con cuidado. ¡Tene mucho cuidado! Abrigate. Toma los medicamentos y no te dejes llevar por la tristeza. Te amo con todo lo que soy.

Mama.”

Sonrío con tristeza. No voy a dejar que la tristeza me pierda. Mi vida ha dado un giro de 180 grados y nunca volveré a ser la misma. Esa es mi primera lección. Aceptarlo todo. 

Sin miedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora