Bicicleta

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KyungSoo mantenía la cabeza gacha cuando unas zapatillas aparecieron de la nada frente a él. Por mero instinto de supervivencia (aunque suene tonto viniendo del chico masoquista) alzó la vista —y con ello la cabeza completa— descifrando poco a poco al portador de esas Converse. Un movimiento repentino también vino con el muchacho de pie: le había estirado una bufanda que no pudo decir de qué color era. Y no solo era la bufanda en el paquete de sorpresa, sino que una pregunta también. 

—¿Qué haces aquí a esta hora?— preguntó el extraño —Ten.— le alcanzó una chalina.

Detallando las facciones del extraño, KyungSoo pudo destacar cuatro grandes rasgos. Era alto. Test blanca. Quijada en punta. No era JongIn.

Y eso no le gustaba a él. 

Vio rápidamente que él traía a su costado una bicicleta inclinada hacia sí mismo. 

Volvió la mirada hacia los ojos del muchacho de pie.

Había algo... pero no descubría qué.

—No gracias —rechazó el gesto del ajeno.

—No estoy diciendo que la tomes como una petición, te estoy prácticamente dando una orden. Póntela, hace frío -contestó rápidamente el otro.

—Yo... —no sabía cómo refutar a eso. Nadie le había ordenado hacer algo, y eso era un desafío que él no sabía si gustaba o asustaba de ello. 

—No digas nada, solo tómala.

KyungSoo no se inmutó, y el alto tomó el mando de aquella situación colocándole la chalina alrededor de su cuello.

Él sintió rozar las manos del ajeno sobre su cuello. Lo observó mejor.

La verdad es que no sentía frío y eso era raro. Él se consideraba una persona friolenta, pero de pronto ya no sentía frío. KyungSoo suspiró y se levantó, quedando muy por debajo de él y eso le hacía sentir ganas de que le protegiese del frío. De todo. Qué raro.

—Préstame tu bicicleta.— pidió KyungSoo sin previo aviso.

—¿Eh?— El alto ladeó su cabeza.

—Quiero la bicicleta.— Dio énfasis.

El ajeno miró hacia otro lado y asintió.

—De acuerdo.— Suspiró.

El bajito la montó, pero al sentir la dureza de aquel asiento recordó que jamás había montado una bicicleta y quizás era eso lo que le motivó a pedírsela. Avanzó con la bicicleta —aún— debajo de él, adelantándose solo un poco.

—Puedes quedártela...— sugirió el alto. —...Hasta mañana si deseas.

KyungSoo estaba por delante del otro y cuando volteó para decirle que no, el extraño ya no estaba.

Se había ido, y él no sabía ni su nombre; sin embargo, algo de aquél muchacho se le hacía familiar... muy familiar.

¡Dame un beso, KyungSoo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora