9. El cliché del ático

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Al final Gael no pudo pasar por mí, me llamó para decirme que se le presentó algo, que no podría y se disculpó una decena de veces y una decena de veces también tuve que decirle que no pasaba nada y que iría con mis amigos.

Cuando llegué Mel y Nath estaban en la puerta esperándome, los saludé a ambos y nos unimos a la fila que había en la entrada. Solo estábamos a una persona de entrar y en ese instante recordé que yo no tenía entrada porque se supone que tendría que haber entrado con el todopoderoso  Gael...

— Sus entradas por favor.

Uno de los gorilas vestido de negro estiró su mano; Nath  le entregó su pase y el de Mel, luego de que ambos avanzaran unos pasos fue mi turno.

— Su entrada —exigió bruscamente.

Sonreí lo mejor que pude, traté de ser lo más encantadora posible, pero no sirvió de nada ya que al parecer estos tipos eran más estrictos que los Guardias de la Reina, porque ninguno pareció ceder ni un poco.

— No tengo, pero pue...

— A un lado, sin entrada no puede pasar. —dijo uno sin dejar que le explicara.

Puso su enorme mano en mi hombro para hacerme a un lado con torpeza y  con un movimiento brusco quite su mano de encima.

— No vuelvas a tocarme... —le advertí entre dientes.

Él me miró sin reflejar ninguna expresión en su fea cara.

 Nos quedamos frente a frente o algo así porque en realidad mi frente llegaba a su pecho ¿Cuánto median estos tipos? ¿Dos metros? Levante la cabeza para no dejarme intimidar

Empecé a escuchar gritos y abucheos dirigidos hacia mí  de las personas que estabas en la fila, me giré y les saque el dedo del medio a todos los que estaban detrás y los gritos aumentaron. El gorila murmuró algo a su amigo y dio un paso hacia mí, pero una mano lo detuvo.

— Ni se te ocurra...

Nath apareció detrás de él. Quizás mi amigo no era tan grande como la bestia que trabaja de seguridad, pero si se lo veía mucho más amenazante.

El guardia se quedó frente a Nath, estirando el cuello e inflando el pecho para intimidarlo, solo faltaba que se golpeara el pecho con sus puños... Nath lo miró y con una sonrisa le dio un ligero empujón para hacerlo a un lado.

— ¿Estás bien? —preguntó cuando se acercó a mí, tomó mi mano y se volvió hacia la entrada.

— Si no tiene entrada no puede entrar —el gorila se paró frente a nosotros con los brazos cruzados y su cara roja. ¡Por fin reflejaba algo!

La gente seguía gritando detrás de mí.

 Nath lo miró y ladeó un poco la cabeza, y antes de que llegue a decir o hacer algo, que estoy segura que hubiera terminado en desastre, una voz se le adelanto.

— Déjalos, vienen conmigo —Gael hizo que el guardia se moviera y todos los que hace unos segundos gritaban insultos contra mi, comenzaron a gritar halagos y cumplidos hacia él.

El guardia pasó su mirada de Gael a nosotros un par de veces y no le quedó de otra que hacerse a un lado y dejarnos pasar.

— Que te jodan —dije cuando pasé junto a él con una gran sonrisa.

Una vez adentro, Gael les indicó a mis amigos por donde debían ir y a mí me llevó con él a la parte de atrás, pasamos por un pasillo que estaba custodiado por otro guardia al que no pude evitar dirigirle una mirada llena de odio.

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