13. Promesas peligrosas

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No tenía ganas de ir a clases porque no quería ver a Nath y mucho menos a Mel.

Eso se llama culpa...

Si y honestamente tal vez también un poco de pereza, pero más lo primero que lo segundo. 

¿Qué se suponía que le iba a decir a Mel?

Nada, ese fue el plan desde el principio, no decir nada.

Sí, pero eso no quitaba lo mal que me iba a sentir al verla, el significado de Mejor Amiga engloba muchas cosas y hay reglas, leyes de vida, entre las cuales: besar al novio de tu mejor amiga, era considerado por mucho como un delito, una infracción de dimensiones incalculables, merecía ser llevada al paredón, la horca, ser acribillada o quemada en una hoguera como una bruja...

Y como ninguna de esas opciones era posible porque vivimos en pleno siglo veintiuno y lastimosamente ya no condenaban a las brujas como yo, decidí llegar cómodamente tarde a clases, para así no tener que sentarme cerca de mi amiga, si señores, así es como afronto los problemas, de una manera alternativa, al menos hasta que pensará en algo mejor.

Mi plan pareció ir a la perfección, llegué tarde y tuve que sentarme en la última fila junto a dos idiotas que no dejaban de mirarme y susurrar cosas, y al otro lado una chica que se dedicó a hablar por teléfono toda la clase, pero hasta ahí todo bien, podía soportar a la gente insoportable, que más daba, todo sea por la causa ¿No? Además que  entre toda la gente que no soportaba, yo estaba en primer lugar. Mi nivel de tolerancia hacia mi misma estaba en menos cinco.

Al terminar la clase esperé que todos salieran primero, así tampoco podría encontrarme con Mel al salir y cuando por fin dejé el salón, mi suspiro de alivio fue interrumpido por una voz que ya conocía y que se acercaba a mí con mi amiga a su lado.

— Llegaste tarde —señaló Mel cuando se acercaron.

— Sí, me quedé dormida...

— ¿Por qué te fuiste hasta atrás? Tenía un lugar reservado para ti.

— ¿Si? —fingí que no había visto el asiento ocupado con su bolso— No me di cuenta... —y decidí mirar al castaño que tenía frente a mí— Chico baterista —lo saludé.

— Chica golpeadora —contestó con una sonrisa— ¿Qué tengo que hacer para que contestes uno de mis mensajes?

— ¿Tus mensajes?

Saqué mi teléfono para revisar y me di cuenta que lo tenía en silencio y que si, había como diez mensajes sin revisar, dos de él, uno de Mel y los otros seis del número desconocido, que los marqué como leídos sin revisarlos...

— Si, quería invitarte, en realidad invitarlas a una fiesta el viernes.

Mel se mostró emocionada y sin pensarlo dos veces aceptó su invitación.

Esa era Mel, siempre dispuesta para las fiestas, siempre alegre y emocionada. Mel era como un ruiseñor y yo... Podría decir que era más parecida a un cuervo, un buitre o cualquier ave carroñera...

Hasta un buitre respeta mas los códigos de la amistad. 

— Fiesta ¿De tu banda? —inquirí mientras pensaba alguna excusa, tratando de ganar tiempo mientras ideaba algo creíble que me mantenga lejos de todo eso, necesitaba poner una sana distancia entre el drama y yo.

— No, es de mi facultad... —dijo una cuarta voz.

¿Alejarme del drama? Si claro, era una especie de imán para el drama...

SENSACIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora