Capitulo 11

1.3K 133 8
                                    

Volkov

Había pasado un mes desde que me dispararon en la pierna. Ya estaba totalmente recuperado, lo cual me daba algo de pena porque aunque pasaba tiempo con Horacio, no era tanto como cuando estaba recuperandome. Lo entendía, pero le echaba de menos.

Estaba patrullando con Conway cuando Gustabo y Horacio entraron en radio.

H: Subcomisarios Horacio y Gustabo disponibles. Realizamos 10-33 a la espera de asignacion.

V: 10-4, Horacio. Mantenganse en este canal de radio hasta nuevo aviso.

H: 10-4, Volkov.

Horacio solo me llamaba Viktor cuando estabamos fuera de servicio, en lo privado. Aunque los compañeros se olían algo de nuestra relación, no habíamos confirmado nada, porque no queríamos que fuera algo de orden público. Solo Gustabo y Conway, que cada vez pasaban mas tiempo juntos, tenían constancia de lo nuestro.

No había sido una mañana ajetreada. Algún robo de vehiculo o un codigo 3 exitoso. Horacio y Gustabo cada vez lo hacían mejor, incluso en súper se daba cuenta y creo que empezaba a valorar su ascenso.

Estaba a punto de salir de servicio para irme a comer con Horacio cuando me llegó por radio un grito que cambiaría todo.

H: QRR, QRR, acudan a mi 10-20. Dos furgonetas negras han bloqueado mi Z. Bajan tipos enmascarados y con armas largas.

Se me heló la sangre y activé alerta roja en cuanto pude. Pedi que todo el mundo se fuera a su casa. Mandé a todos los agentes disponibles que fueran a comisaría a coger armas largas y lo que vieran necesario.
No esperé a Conway, que me gritaba que me calmara. Sólo salí de comisaría, me subí a mi Z y conduje tan rápido como pude hasta donde Horacio había mandado ubicación.

Sólo encontré un patrulla vacío. Mierda, mierda y más que mierda.

Grité el nombre de Horacio y de Gustabo por la radio, pero no me contestaban. Los habían secuestrado, joder.

Arranqué mi coche de nuevo y activé el GPS. Veía la localización de los chicos, gracias a Dios no habían inhibido la frecuencia del rastreador.
Conway cogió un helicóptero, Greco iba con el. El resto de compañeros acudían en patrullas y marys.

V: vale, no han inhibido la frecuencia del restreador. Parece que se dirigen al norte. Si veis algún movimiento extraño avisad. Prohibido salir de radio, en ningún caso. Nos vemos en la carretera.

10 minutos después habíamos llegado al lugar dónde se había detenido su señal. Era un almacén enorme. Abandonado. Vi desde lejos como bajaban a Horacio y Gustabo de dos furgonetas distintas. Estaban magullados y se les veía algo de sangre. Parecian estar esposados y amordazados. Joder.

Todo pasó muy rápido.

Estabamos ocultos entre los arbustos y las rocas que había alrededor, esperando el momento oportuno para entrar. Pero entonces, no pude evitar salir corriendo y empezar a disparar.

Uno de los hijos de puta que habían secuestrado a mi novio y a su hermano empezó a encañonarlos y a disparar alrededor de ellos. El resto se reía. Los estaban amenazando de muerte y a nosotros, que sabían que estábamos aquí, nos estaban tentando. Funcionó.

Toda la malla venía corriendo detrás de mí. No podía creer lo que estaba pasando. Abatí a la mitad de los enmascarados. Al igual que ellos abatieron a la mitad de la malla. Estábamos en tablas.

Jo. Der.

Nosotros los apuntábamos a ellos y ellos a nosotros. Nadie podía hacer un movimiento en falso.

C: Hijos de puta, soltad a mis hombres y os juro que solo os torturaré mucho y no hasta la muerte.

Uno de los enmascarados rió. Y apuntó a Horacio. Mi cuerpo empezó a arder.

E: ¿quiere que los soltemos? Muy bien, voy a soltarlos. Pero sed buenos, chicos, y quedaos aquí. Como os atreváis a levantaros el CNP desaparecerá.

Le quitó las esposas a Gustabo, que se empezó a frotar las muñecas, y después a Horacio, que se mantuvo sin moverse. Se colocó detrás de ellos y empezó a apuntarles, primero a uno y luego a otro.

C: mas te vale estarte quietecito y dejar que vengan con nosotros, hijo de puta, o te juro que tu madre se va a revolver de dolor en su tumba de la paliza que te voy a meter.

E: Hay una canción... ¿cómo era? Ah, si... pito pito, gorgorito...

Empezó a cantar mientras seguía apuntando con el arma cada vez a uno distinto. Conway gritó que parara, yo empecé a apuntarle a el entre ceja y ceja.

E: Pim... pam... fuera.

Y disparamos.

Semper fidelis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora