Capitulo 12

1.3K 141 16
                                    

Horacio

No sabía que estaba pasando. De repente, Gustabo y yo habíamos aparecido en un almacén abandonado, con un montón de tíos apuntándonos. Empecé a temblar. Sabía que Victor y el resto de la malla estaban cerca. Simplemente lo sabia. Empezaron a gritarnos que no valíamos nada, que vendíamos la gente por cuatro perras, que no sabíamos lo que era la familia. Imagine que se referían a la mafia, pero siempre pensé que todos estaban ya en l cárcel. De un momento a otros empezaron a pegar puñetazos y a apagarnos cigarros en la piel.

Por favor, Victor. Por favor, Conway... no tardéis en venir.

Gustabo se revolvía. Intentaba luchar con ellos, o al menos devolverles los insultos a través de la mordaza. Pero yo no me movía. No intentaba hablar. Solo quería que todo acabara. Hasta que acabó. En algún momento cogieron armas largas y empezaron a dispararnos en la tierra de alrededor, para ver como nos movíamos "bailando" para esquivar las balas. Gustabo fue el único que se movió. Yo permanecí inmóvil, mirando al suelo, hasta que escuché un grito.

Era Viktor, venía con toda la malla corriendo detrás de él. De algún forma la mitad de los enmascarados cayeron, al igual que la mitad de compañeros. No se como, hubo un discusión estúpida entre el enmascarado que parecía el líder y Conway. Nos quitaron las esposas pero sin permitir que nos movamos. Tampoco tenía intención de hacerlo. Lo que habían dicho, había calado en mi. Poco a poco iba olvidándome del conflicto interno que tenía entre Dan y Horacio, gracias a la ayuda de mis compañeros. No escuchaba nada a mi al rededor, todos los sonidos parecían rebotar contra paredes acolchadas dentro de mi cabeza. Incluidos los disparos.

Entonces, todo volvió. El sonido se hacía real, tangible. Escuché gritos, golpes y mas disparos. Pero yo seguí sin poder moverme,ataba paralizado. Hasta que no tuve más remedio que toser. No me di cuenta de que lo había hecho hasta que ví mi regazo mancharse del rojo de mi sangre. Miré hacia abajo, y mi camiseta blanca se estaba coloreando de rojo.

Me había disparado, y yo no sentía nada. Caí al suelo de espaldas. Escuché gritos a mi alrededor, pero tenía la Vista demasiado borrosa. Entre neblina distinguí las caras de Volkov, Gustabo y Conway, que se hbían agachado a mi lado a intentar ayudarme, pero yo tenía mucho sueño. Entendí entonces que estaba pasando. La realidad me absorvió y trajo de vuelta justo cuando Volkov gritó mi nombre. Comprendí por sus cara que no tenía mucho tiempo, y tuve que hablar.

H: sh... dejarme hablar... chicos....
V: No, Horacio, los médicos están en camino, debes guardar fuerzas.
H: No llegarán a tiempo... y Horacio siempre se despide.

Sentí mi cara mojarse. Todos estaban llorando. Creo que yo también.

H: Conway... usted ha sido un padre para mí. Muchísimas gracias por todo. En 100 vidas no podría pagar todo lo que le debo.

Conway me insultó y empezó a llorar, mientras decía mi nombre.

H: Gustabo... Eres mi hermano. He perdido la cuenta de las veces que me has salvado la vida. Tú eres mi verdadero héroe, Gus.

Habían pasado años desde que no le llamaba así, como cuando éramos dos chavales que vivían en la calle. Él solo me pedía que me callara Hasán que llegaran los médicos.

H: Viktor... Volkov... o el amor de mi vida. No sé qué decirte más que ya no sepas, aunque no lo haya dicho en voz ata, porque me lees como un libro abierto. Te quiero.

Viktor lloraba y me dió un pequeño beso que los labios que me hizo sonreír. Él también me susurró un te quiero. Y no hubo mejor despedida que esta. La de los tres hombres de mi vida, las tres personas que más habían hecho por mi nunca. Cerré los ojos y todo fue negro. Con lo último que pude sacar de mí pronuncié dos palabras.

H: Semper fidelis.

Semper fidelis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora