CAPÍTULO 3.

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Desperté confusa, desorientada, la cabeza me dolía horrores, no recordaba que era lo que había pasado para que doliese así, tal vez pase por situaciones habituales de estrés o falta de descanso, no lo sé, pero este mal iba en aumento cada vez que ...

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Desperté confusa, desorientada, la cabeza me dolía horrores, no recordaba que era lo que había pasado para que doliese así, tal vez pase por situaciones habituales de estrés o falta de descanso, no lo sé, pero este mal iba en aumento cada vez que los segundos pasaban.

Gemí levemente cuando una punzada atravesó mi cráneo, llevé las manos a mi cabeza, percibiendo unos vendajes e hice una mueca de dolor, recostándome en la cama con cuidado para no hacerme daño, una cama que, al parecer, se sentía muy diferente a la mía.

Miré a mi alrededor, desconcertada, alerta por cualquier cosa extraña que pasara, pues no sabía en donde me encontraba y tampoco si este lugar era de fiar.

Lo primero que vi fueron las paredes de la habitación, estas eran de un color azul pálido, casi blanco, muy extrañas para mí, una pequeña televisión apagada descansaba sobre una mesita en la esquina de la estancia, frente a la cama donde permanecía acostada ahora mismo; un sofá de color café estaba a mi lado derecho, casi en la puerta y a mi izquierda se encontraba un jarrón de vidrio que contenían rosas de color rojo.

Al parecer todo estaba en orden, en una calma que me agobiaba, pensé mientras observaba las flores escarlatas, esto era un lugar ajeno a mí, pero estaba con vida, más o menos bien y eso era lo que importaba.

Cerré los ojos sintiendo un pequeño mareo e hice respiraciones profundas varias veces para tratar de oxigenar mi cerebro, cuando de repente sucesos extraños bombardearon mis pensamientos, como si de un rio impetuoso de corriente vigorosa se tratase, el cual no podía contener.

Recordé cuando estaba en la tienda de donas con Evan, el pequeño accidente con el chico estúpido, la vergüenza que pasé cuando papá me encontró, la pelea que tuvimos al llegar a casa, el supuesto sueño...

Abrí mis ojos y me senté de golpe al rememorar esa parte en cuestión, provocando que sintiera más dolor del que ya tenía.

¡Maldición!, no debí de haber hecho eso.

Me quede unos segundos quieta para que pasara el malestar y cuando ya no lo sentí, bajé con cuidado la manga derecha de mi bata, recordando la quemadura que tenía minutos antes que me golpeara la cabeza.

Con los nervios de punta, baje mi vista al hombro y... nada, no había nada, esa parte de mi cuerpo se encontraba bien, con piel lisa como siempre había sido, sin la marca, como si nada hubiese pasado.

Volví a deslizar la tela por el hombro, desconcertada y algo decepcionada al respecto.

No podía ser cierto, hace un rato vi la marca, estaba ahí roja e inflamada y sin dolor alguno que yo recordara.

—Puede que haya sido otro sueño. —susurre a mí misma a modo de encontrarle explicación a esto, recostándome nuevamente.

Si, definitivamente fue un sueño, aunque se sintió demasiado real, no existía la posibilidad de que se hiciera realidad, a menos que fuese alguna especie de extraterrestre con poderes sacados del trasero, la probabilidad era nula, imposible, además, una herida de esa magnitud no se curaba de un día para otro, estaba 100% segura.

VÁSTAGOS. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora