CAPÍTULO 2.

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Si tuviese la oportunidad de teletransportarme por única ocasión, este sería el momento idóneo para hacerlo

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Si tuviese la oportunidad de teletransportarme por única ocasión, este sería el momento idóneo para hacerlo. Quería escapar de allí, regresar el tiempo o poder predecir el futuro, para que pudiese largarme de este sitio antes de que esto llegase a pasar, para no quedarme con el trauma o vergüenza de los acontecimientos vividos.

Pero no, en cambio, seguía sumida en el asiento, haciéndome lo más pequeña que podía y los pocos clientes del local, incluyendo los que trabajaban ahí, se le quedaron mirando con asombro al individuo que había gritado mi nombre, pero por suerte nadie sabía de quien se trataba, aunque no importaba del todo, pues eso cambiaria en los segundos siguientes.

Rezaba en mi interior para que papá no hiciera lo que tenía en mente, él no era de esas personas que le gustaban armar escándalos en la calle, más bien era todo lo opuesto. Se trataba de alguien que no le gustaba ser el centro de atención y si veía o se enteraba de algún comportamiento indecente de sus hijos, esperaba hasta llegar a casa para hablar al respecto, para regañarnos.

Todas mis oraciones se fueron al caño cuando lo vi acercarse a paso decidido hasta los lugares que mi amigo y yo ocupábamos. Mi cuerpo era un manojo de nervios y mi corazón quería salir de mi pecho de lo rápido que latía.

No te preocupes órgano cuya función era mantenerme con vida, no eres el único que quiere huir de aquí, pensé en un intento por mantenerme serena.

De repente sentí algo cálido rozar mi brazo, lo que provocó que bajara la mirada hacia ese lugar, percatándome que se trataba de Evan. Mi amigo estaba rodeando con su mano esa extremidad de mi cuerpo y al verle el rostro, pude confirmar que estaba tratando que mantuviera la calma, que todo saldría bien.

El chico respiro profundo, secándose el sudor de sus manos en la ropa, para posteriormente pellizcarse la punta de la nariz a fin de que no se le notara el nerviosismo.

—No te preocupes, tu mantente callada que yo me encargo. —aviso en voz baja para que solo él y yo pudiésemos escuchar.

Asentí a su petición sin siquiera mirarlo, ya que mi atención estaba centrada en aquel hombre de 42 años que venía a mi alcance, cuyo enojo se le veía a leguas.

—Vámonos, ¡ahora! —ordeno iracundo cuando estuvo a mi lado, ignorando por completo a Evan y tiro de mi brazo con fuerza, lo que provocó que me levantara abruptamente del banco, incitando a que la mochila, que todo este tiempo llevaba sobre mis piernas, se volcara y callera al suelo.

De pronto sentí una diminuta punzada de dolor en la zona del agarre, a lo que hice una mueca para que él se percatara del daño que me hacía.

Papá me estás lastimando. —avise, intentando zafarme, pero todo esfuerzo fue inútil.

Observe a mi amigo en busca de ayuda y este al darse cuenta de la situación, se puso de pie rápidamente, con evidente preocupación en su rostro.

—Señor. —comenzó diciendo con voz temblorosa. —No creo que sea buena idea...

VÁSTAGOS. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora