6° Raíces de una Amistad

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El verano avanzaba perezosamente en Malfoy Manor, y con él, los días de Draco y Pansy se fueron entrelazando como los hilos de una amistad que, aunque nacida de la casualidad, pronto se tornó en algo más profundo. Al principio, sus encuentros eran corteses y algo incómodos, pero con el tiempo, comenzaron a disfrutar de la compañía del otro, encontrando en su mutua presencia un extraño confort.

Cada mañana, después del desayuno, Draco se encontraba con Pansy en los jardines, donde los elfos domésticos siempre estaban a la distancia, atentos pero discretos. Los primeros días, sus conversaciones estaban llenas de formalidades y silencios incómodos, pero pronto esas formalidades se desvanecieron, reemplazadas por risas y bromas. Pansy tenía una habilidad natural para hacer que Draco se relajara, para sacarlo de su habitual seriedad y llevarlo a un estado de alegría que no había experimentado con otros niños.

Los jardines de Malfoy Manor, con sus exuberantes setos, fuentes de mármol y senderos de grava blanca, se convirtieron en su mundo privado. Paseaban sin prisa, disfrutando de la sombra de los árboles centenarios y del aroma de las flores que Narcissa Malfoy había elegido con tanto esmero. A veces, Pansy recogía una flor y la observaba con atención, como si pudiera encontrar en sus pétalos alguna respuesta oculta. Draco, por su parte, la miraba de reojo, preguntándose cómo alguien tan distinto a él podía hacerle sentir tan en paz.

"Este lugar es como un sueño," comentó Pansy un día, mientras se detenían junto a una fuente donde el agua caía en cascada desde la boca de un delfín de piedra. "Es tan diferente de Nueva York... Allí todo es tan ruidoso, tan lleno de gente. Aquí, parece que el tiempo se detiene."

Draco asintió, sintiendo una punzada de orgullo por su hogar. "Es lo que más me gusta de vivir aquí. Es como si el mundo exterior no pudiera tocarnos."

Pansy sonrió, lanzándole una mirada cómplice. "No me extraña que te guste pasar tanto tiempo en estos jardines. Es como tener tu propio reino."

Draco se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras de Pansy. Nunca había pensado en los jardines de esa manera, pero ahora que ella lo mencionaba, la idea le gustaba. Sí, su propio reino, un lugar donde podía ser simplemente Draco, sin las expectativas y la presión que siempre parecían rodearlo.

Las tardes estaban reservadas para los paseos a caballo. Fergus, el encargado de las caballerizas, siempre les tenía preparados dos de los mejores caballos. Pansy, a pesar de su juventud, montaba con una gracia natural, y Draco no podía evitar sentirse impresionado por su habilidad.

"¿Dónde aprendiste a montar así?" le preguntó un día, mientras cabalgaban a la par por los extensos campos que rodeaban la mansión.

Pansy sonrió, sus ojos brillando con un destello de orgullo. "Mi madre me enseñó. Ella era una amazona increíble. Solíamos pasar horas cabalgando cuando vivíamos en Inglaterra, antes de mudarnos a América."

"¿La extrañas?" preguntó Draco, con una mezcla de curiosidad y precaución. Sabía que su pregunta era delicada, pero también sentía que Pansy necesitaba hablar de ello.

Pansy guardó silencio por un momento, su mirada perdida en el horizonte. "Mucho," admitió finalmente. "Mi padre intentó hacer que la vida en América fuera lo mejor posible, pero nunca es lo mismo. Nueva York es emocionante, sí, pero a veces solo quiero volver a esos días tranquilos, cuando todo era más sencillo."

Draco no supo qué decir. Nunca había tenido que lidiar con una pérdida tan grande, y no podía imaginar cómo sería. Pero en ese momento, sintió una profunda admiración por la fortaleza de Pansy, por la forma en que enfrentaba su dolor con dignidad y gracia.

Durante esos paseos, Draco se encontró observando a Pansy con nuevos ojos. Ella era más que la niña que había llegado a su casa con su padre; era alguien fuerte y resiliente, alguien que había atravesado una experiencia que él apenas podía comprender. En su mente, comenzaba a formarse un respeto y una admiración que no esperaba.

Las semanas pasaron rápidamente, los días se deslizaban entre risas, conversaciones y silencios compartidos. La rutina de sus paseos por el jardín y las salidas a trotar se volvió una constante, un ancla que los unía más y más con cada día que pasaba.

Pero como todo buen verano, el final llegó antes de lo esperado. Pansy y su padre debían regresar a América, y la noticia cayó como una sombra sobre los últimos días de su estancia.

El día de la partida, el jardín estaba más silencioso de lo habitual. Después de su último paseo, Draco y Pansy se sentaron juntos en uno de los bancos de piedra, observando cómo el sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo con los colores cálidos de un atardecer de verano.

"No quiero irme," dijo Pansy en voz baja, rompiendo el silencio. "Aquí... todo es tan diferente. Me siento como en casa."

Draco sintió un nudo en la garganta. Tampoco quería que ella se fuera, pero sabía que no había nada que pudiera hacer. "Prométeme que nos escribiremos," dijo, su voz más firme de lo que se sentía por dentro. "Quiero saber todo lo que haces en Nueva York."

Pansy asintió, sus ojos brillando con lágrimas no derramadas. "Te escribiré, Draco. No importa cuán ocupada esté con el ballet o la escuela, siempre encontraré tiempo para ti."

Se quedaron en silencio, disfrutando de la compañía mutua en esos últimos momentos juntos. Draco sabía que, aunque la distancia fuera grande, la amistad que habían construido ese verano era lo suficientemente fuerte como para perdurar.

Cuando el carruaje finalmente llegó para llevarse a Pansy y a su padre al puerto, Draco se despidió de ella con una mezcla de tristeza y determinación. La observó subir al carruaje, y justo antes de que las puertas se cerraran, Pansy asomó la cabeza por la ventana y le lanzó una última sonrisa.

"¡Hasta pronto, Draco Malfoy!" exclamó con alegría, y Draco levantó una mano en un saludo silencioso mientras el carruaje se alejaba, llevándose consigo a la primera amiga que había tenido.

A partir de ese día, Malfoy Manor se sintió más vacío, más silencioso. Los paseos por el jardín ya no eran los mismos sin Pansy, y las salidas a caballo eran solitarias y desprovistas de la emoción que antes las acompañaba. Pero Draco se mantuvo fiel a su promesa, escribiéndole a Pansy cada semana, relatándole los pequeños detalles de su vida en la mansión y esperando con ansias las respuestas que, con el tiempo, se convirtieron en el único rayo de luz en su ahora monótona rutina.

Así, la amistad que había echado raíces ese verano continuó creciendo, una conexión que, a pesar de la distancia y el tiempo, se mantendría firme en sus corazones.

Harry Potter & El Príncipe De Slytherin [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora