3° La Partida del Poder.

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El despacho de Lucius Malfoy era una de las salas más impresionantes de Malfoy Manor. Con estanterías de caoba que se elevaban hasta el techo, cada una de ellas rebosante de volúmenes antiguos, prohibidos y valiosos, la habitación emanaba un aire de poder y misterio. Los libros estaban perfectamente ordenados, sin un solo tomo fuera de lugar, cada uno de ellos representando siglos de conocimientos oscuros y secretos de la familia. Frente a las estanterías, un enorme escritorio de caoba se extendía como un trono, cubierto con pergaminos pulcramente organizados, plumas de alta calidad y un tintero de plata.

Las pesadas cortinas de terciopelo mantenían la luz del exterior a raya, permitiendo que solo el cálido resplandor de las velas iluminara la estancia. La atmósfera era tan tranquila y solemne que hasta el más leve murmullo parecía resonar en las paredes. En el centro de la sala, bajo la luz de un candelabro de cristal, se encontraba un tablero de ajedrez que parecía tener vida propia.

Las piezas del ajedrez eran verdaderas obras de arte, esculpidas en oro y plata con un detalle macabro y exquisito. Las figuras doradas, que representaban a la nobleza, llevaban coronas con puntas afiladas y sus rostros estaban marcados por expresiones severas, casi crueles. Sus ojos, pequeños rubíes, parecían brillar con una malicia silenciosa. Las figuras de plata, que representaban a la servidumbre, tenían cadenas alrededor de sus cuellos y miradas de desesperanza, como si estuvieran condenadas a obedecer los caprichos de sus amos eternamente.

Lucius Malfoy se sentaba en su silla de alto respaldo, con la espalda recta y una pose de autoridad innata. Su cabello rubio, perfectamente peinado hacia atrás, caía como una cascada de plata sobre sus hombros. Su rostro era pálido y esculpido, como si estuviera hecho de mármol, pero lo que más destacaba eran sus ojos. Ojos grises, penetrantes, fríos como el acero, capaces de atravesar cualquier fachada y llegar al núcleo de la verdad. Esa mirada, calculadora y casi cruel, había hecho temblar a muchos en el Ministerio y en la comunidad mágica.

Draco, sentado frente a él, sintió un escalofrío recorriendo su espalda al enfrentar la mirada de su padre, pero también una mezcla de orgullo y deseo de demostrarle su valía. Lucius siempre había sido un modelo a seguir para él, y aunque sabía que vencerlo en ajedrez era prácticamente imposible, estaba decidido a intentarlo.

"Recuerda, Draco," dijo Lucius, moviendo su rey dorado hacia adelante con un gesto suave, "la vida es como este tablero. Cada pieza tiene su lugar y valor, pero solo el jugador que controla el tablero domina el juego."

Draco observó las piezas, su mente trabajando frenéticamente. Sabía que cada movimiento de su padre estaba cargado de intención, que no había nada aleatorio en la estrategia de Lucius. Con cautela, movió uno de sus peones de plata hacia el centro del tablero. Las pequeñas figuras se movieron con elegancia, sus pequeñas cadenas tintineando mientras avanzaban.

"El peón," continuó Lucius, sin apartar la mirada del tablero, "es la pieza más insignificante, y sin embargo, con la estrategia adecuada, puede alcanzar la grandeza. ¿Ves? Incluso lo más bajo puede convertirse en lo más elevado."

Draco asintió, contemplando la metáfora. Sabía que su padre se refería a más que solo el ajedrez. Pero antes de que pudiera responder, Lucius movió su alfil dorado con un movimiento elegante y letal. El alfil decapitó al peón de Draco con un destello de luz, y el peón se desvaneció en una nube de humo gris.

Continuó Lucius, "la grandeza siempre tiene un costo. Los débiles existen para ser sacrificados por un bien mayor."

Draco miró el tablero, intentando mantener la calma. Hizo avanzar su torre, buscando una apertura en la defensa de su padre, pero Lucius ya había previsto esto. Su mano se deslizó hacia la reina dorada, la pieza más imponente del tablero, y la movió hacia una posición estratégica.

Harry Potter & El Príncipe De Slytherin [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora