Harry Potter & El Príncipe De Slytherin [Draco Malfoy]

10° Verano en Francia.

Draco Malfoy se despertó al suave murmullo de los pájaros que revoloteaban fuera de su ventana. Se levantó de la cama, desperezándose lentamente mientras observaba la luz del sol que se filtraba a través de las cortinas de su habitación. Se vistió con la ayuda de Alfie, su fiel elfo doméstico, antes de bajar las escaleras hacia el comedor principal, donde el aroma del desayuno recién preparado ya llenaba el aire.

La mansión Malfoy estaba más animada de lo habitual. Los elfos domésticos iban y venían, asegurándose de que todo estuviera en su lugar para el viaje de la familia a Francia. Al entrar al comedor, Draco encontró a sus padres, Lucius y Narcissa, ya sentados en la mesa, disfrutando de un elegante desayuno. Tomó asiento, sirviéndose un poco de jugo de calabaza mientras sus pensamientos volaban hacia lo que le esperaba en Francia.

Después de terminar su desayuno, Draco se dirigió a Alfie, quien esperaba pacientemente en la esquina de la habitación. Había algo en su mente que lo había estado inquietando, y decidió que ahora era el momento adecuado para preguntar.

"Alfie," comenzó Draco, con tono inquisitivo, "¿cómo es mi abuelo Abraxas? Sé que es una figura importante, pero quiero saber más sobre él."

Alfie, quien había sido el elfo personal de Abraxas Malfoy en su juventud, levantó la vista hacia Draco, sus ojos grandes y brillantes reflejando una mezcla de respeto y nostalgia. "El amo Abraxas es un mago muy poderoso, joven amo," dijo Alfie con reverencia. "Cuando Alfie era joven, Alfie servía directamente al amo Abraxas. Él era imponente, y todos en el mundo mágico lo respetaban."

Draco escuchaba atentamente mientras Alfie continuaba. "Recuerdo una vez, joven amo, cuando un hombre lobo intentó atacar a la familia. El amo Abraxas no se inmutó. Con un solo hechizo, hizo que la criatura se retorciera de dolor en un santiamén. Era un hechizo de dominio, uno que Alfie nunca había visto antes. El hombre lobo cayó al suelo, sometido, y el amo Abraxas lo neutralizó con una elegancia y fuerza que aún hoy me asombran."

Los ojos de Draco se abrieron un poco más ante la historia. Sabía que su abuelo era poderoso, pero escuchar esa hazaña en detalle le daba una nueva perspectiva. Era como si Abraxas Malfoy estuviera más allá de lo que podía imaginar, una figura que, a pesar de su edad, aún tenía el poder y la autoridad para enfrentar cualquier amenaza.

"¿Crees que podré estar a la altura de sus expectativas?" preguntó Draco, con una mezcla de curiosidad y un ligero temor.

"Alfie cree que el joven amo tiene todo lo necesario para ser tan grande como el amo Abraxas," respondió el elfo con una leve inclinación de cabeza. "Con el tiempo, el joven amo aprenderá todo lo que necesita saber."

Las palabras de Alfie resonaron en la mente de Draco mientras subía al piso superior para prepararse para el viaje. Sabía que este verano en Francia sería una prueba, no solo para él, sino para demostrarle a su abuelo que era digno de llevar el apellido Malfoy.

Más tarde, cuando llegó la hora de partir, Draco se unió a sus padres en la entrada de la mansión. El carruaje mágico tirado por cuatro Abraxan estaba listo, preparado por Fergus, el squib encargado de los caballos. A pesar de no poseer magia, Fergus tenía un don especial para cuidar de estas criaturas mágicas, y se aseguraba de que todo estuviera perfecto.

Reginald Crouch, el mago de confianza que serviría como cochero, estaba ya en su lugar. Lucius había seleccionado a Gideon por su habilidad y lealtad, y los dos escoltas mágicos que los acompañarían volando en sus escobas eran también hechiceros experimentados, elegidos para garantizar la seguridad de la familia durante el viaje.

Alfie y dos elfos domésticos más, Trix y Mippy, subieron a la parte trasera del carruaje, listos para atender cualquier necesidad de la familia durante el trayecto. Draco, al entrar al carruaje, no pudo evitar admirar nuevamente el encantamiento que hacía que su interior fuera sorprendentemente espacioso. Las paredes de terciopelo verde esmeralda, los asientos de seda negra, y los candelabros flotantes daban al carruaje un aire de elegancia y comodidad.