Los días transcurrieron con normalidad en Malfoy Manor; mi rutina consistía en diversas clases por las mañanas y sesiones de lectura por las tardes. Ah, y jugar un partido de ajedrez mágico con mi padre por las noches. A decir verdad, Lucius resultó ser un ajedrecista de temer. No importa cuánto me esforzara y cuántas trampas intentara, Lucius siempre encontraba la forma de darle la vuelta a la situación con jugadas elegantes e inesperadas. Comencé a tener un nuevo respeto por mi padre; después de todo, no llegas a ser un subalterno del Señor Tenebroso y un influyente miembro del Ministerio sin una buena cabeza.
"Alfie, ¿dónde están mis botas de equitación?" pregunté mientras buscaba bajo la cama.
Una figura apareció rápidamente en la puerta de mi habitación. Era Alfie, el elfo doméstico más antiguo y leal de la familia Malfoy. Su postura era erguida y su apariencia más refinada que la de cualquier otro elfo doméstico. Vestía un paño limpio y perfectamente ajustado, y su piel era de un color grisáceo, casi pálido, que contrastaba con sus grandes ojos oscuros. Había algo en su porte que siempre me recordaba que había sido el elfo personal de mi abuelo, un servidor que había visto muchas generaciones de Malfoy y que, a pesar de todo, mantenía un aire de dignidad impasible.
"Mis disculpas, joven amo," dijo Alfie, con una voz suave y calmada que siempre lograba transmitir una mezcla de respeto y confianza. "Dobby debió haber confundido sus botas con las del amo Lucius. Permítame recuperarlas de inmediato."
Asentí, y Alfie se inclinó profundamente antes de desaparecer con un suave *pop*. No podía evitar sentir un cierto aprecio por Alfie; siempre estaba ahí cuando lo necesitaba, ejecutando sus tareas con una eficiencia y elegancia que hacían honor al nombre Malfoy. Mi padre había decidido que él, y no otro, cuidaría de su primogénito, y Alfie, orgulloso de la tarea encomendada, servía con devoción inquebrantable.
Mientras esperaba las botas, me acerqué a la ventana de mi habitación. Desde allí, podía ver el vasto terreno que rodeaba la mansión. Los jardines de Malfoy Manor no eran meros espacios verdes; eran un espectáculo mágico en sí mismos. Setos perfectamente esculpidos formaban laberintos que parecían cambiar de forma según la hora del día, y las flores brillaban con tonos tan intensos que uno podría pensar que habían sido encantadas para reflejar la luz de una manera especial. En las fuentes de mármol blanco, el agua fluía en patrones que desafiaban la gravedad, creando remolinos y formas danzantes que capturaban la atención de cualquiera que las viera. Incluso los árboles, altos y majestuosos, parecían susurrar entre ellos cuando nadie estaba cerca, como si compartieran secretos antiguos con la brisa.
Más allá de los jardines se encontraban los establos, una estructura imponente construida en piedra gris que emanaba una sensación de historia y tradición. Estos establos habían albergado generaciones de monturas Malfoy, y cada ladrillo, cada viga de madera, parecía resonar con las historias de los caballos que alguna vez habitaron allí. Al acercarse, se podía oler la mezcla de heno fresco y cuero, un aroma reconfortante que hablaba de cuidado y dedicación.
El encargado de los establos era un hombre de avanzada edad llamado Fergus Abney, un squib de constitución robusta con una barba larga y grisácea que casi le llegaba al pecho. Su apariencia era afable, con ojos claros que brillaban con una sabiduría tranquila, y sus manos, aunque callosas por años de trabajo duro, se movían con una delicadeza sorprendente al tratar con los caballos. Fergus provenía de una familia que había servido a los Malfoy por generaciones, y aunque carecía de habilidades mágicas, era considerado uno de los mejores domadores de caballos en todo el país. Según mi padre, no había criatura, por salvaje que fuera, que Fergus no pudiera domar.
Alfie volvió a aparecer, esta vez sosteniendo mis botas con manos firmes pero cuidadosas. "Aquí están, joven amo. Dobby ha sido castigado por su error. ¿Hay algo más que pueda hacer por usted?" preguntó, su voz tan respetuosa como siempre, pero con una leve nota de orgullo por haber cumplido con su deber.
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Harry Potter & El Príncipe De Slytherin [Draco Malfoy]
Fanfiction"Escucha, Draco. Ser un mago de sangre pura no es simplemente un título que se hereda, ni se trata solo de la sangre que fluye por nuestras venas. Significa abrazar un legado que se extiende a lo largo de generaciones, un linaje que se remonta a los...