Capítulo 5: La Montaña Osokhi

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Durante el viaje hacia Osokhi, Nidawi trató de estar lo más tranquila y relajada posible, pero su alma estaba inquieta... Sentía en su interior una fusión de sentimientos y emociones extrañas que no lograba comprender. Sin embargo, trató de aquietar su alma, disfrutando del hermoso paisaje que le regalaba la naturaleza.

Dos días después, al llegar a la estación de Osokhi...

-Buenos días señorita, ¿tendrá una moneda que me pueda regalar? -le preguntó un viejo mendigo que se encontraba a las afueras de la estación, quien vestía unos jeans bastantes deteriorados, un viejo abrigo que le llegaba a las rodillas, un par de guantes rotos, y una vieja chamarra.

-Buenos días señor -respondió Nidawi, mientras sacaba de su bolsillo una moneda- ¿ha comido usted algo hoy?

-¡No señorita! -respondió el hombre.

-¡Pues yo tampoco! Así que me sentaré a su lado, para que comamos juntos.

-¡Oh no señorita, no haga eso, no es necesario! ¡La gente de esta región lo verá muy mal! Con la moneda que me acaba de dar es más que suficiente -dijo el hombre.

Cuando Nidawi miró a su alrededor, se dio cuenta que todos la observaban extrañados y no con muy buenos ojos.

-¡Cómo ellos lo vean es su problema, no el nuestro! -dijo Nidawi.

Así que tomó al señor por el brazo y lo llevó hacia las faldas de la montaña, mientras conversaba con él.

-¿Y usted cómo se llama? -preguntó Nidawi.

-Mi nombre es Cérez -respondió el hombre- ¿y us...

-¡Listo, llegamos! ¿Le parece si tomamos el desayuno aquí? -preguntó Nidawi.

-¡Me parece perfecto! -respondió el hombre.

Así que Nidawi preparó una pequeña fogata, mientras sacaba un envase con agua, una tetera, una tableta de chocolate, azúcar y leche. Luego
extendió un mantel en el suelo y sacó de su mochila unos bollitos de maíz, dos raciones de queso, pan y un taper con natilla.

-¡Es usted una joven muy amable! -dijo el hombre- aquí la gente no me ve con buenos ojos porque estoy viejo y sucio, además cuando paso cerca de ellos me gritan que me aleje.

-¡Gracias señor, la verdad es que yo también tengo hambre! ¡No se preocupe por ellos señor, hay quienes no saben lo que es pasar hambre y necesidades ¡solo se dedican a juzgar, sin ponerse en los zapatos del otro!

-¡También creo lo mismo! -dijo el hombre mientras partía un trozo de pan.

-¿Y usted es de por aquí? -preguntó Nidawi.

-¡Oh no! Yo vivo en una pequeña casucha de adobe a las afueras de Osokhi, pero cuando no tengo nada que comer vengo por estos lados a pedir algunas monedas a los pocos turistas que visitan la ciudad. ¿Y usted de dónde es? -preguntó el hombre.

-¡Oh, yo vengo de muy lejos! Vine a hacer un poco de turismo montañés -dijo Nidawi, sin más detalles.

-Comprendo -dijo el hombre.

-¿Qué le pareció nuestro desayuno? ¿Desea comer algo más? -preguntó Nidawi.

-¡Oh, muy rico todo, muchas gracias por su nobleza! ¿Tendrás otro bollito con natilla para mí? ¡Me ha encantado! -dijo el hombre.

-¡Por supuesto! -respondió Nidawi, mientras sacaba cuatro bollitos más, un pequeño taper con natilla y un pequeño sobre con algunas monedas para el señor.

-¡Oh no, es mucho! Ya has hecho suficiente por mí -dijo el hombre.

-¡No diga más señor! Esto se lo mandan los espíritus, yo solo soy el vehículo.

-¡Gracias muchacha! ¡Ojalá los espíritus me permitan poder retribuirte lo que has hecho por mí! -dijo el hombre.

-No se preocupe señor, vaya tranquilo, haga sus compras y que los espíritus lo bendigan. Es hora de seguir mi camino -dijo Nidawi, mientras le daba un afectuoso abrazo de despedida.

Luego que el señor se marchó, Nidawi apagó la pequeña fogata, recogió sus cosas y las guardó... Y antes de comenzar a subir la montaña Osokhi, y sin saber por qué, se inclinó en señal de respeto ante aquella majestuosa montaña con sus brazos extendidos y recitó una breve oración, sin percatarse que aquel hombre la observaba a lo lejos.

De pronto se escuchó un fuerte gruñido que salía del interior de la montaña que hizo temblar no solo los cimientos de Osokhi, sino a todos sus habitantes; sin embargo, Nidawi no sintió temor alguno.

Mientras Nidawi subía la montaña, escuchó un gruñido a lo lejos ¡grrr!, pero era un gruñido de dolor. Así que sin pensarlo dos veces, cambió de rumbo siguiendo aquel gruñido. Al llegar cerca de un gran árbol se dio cuenta que un hermoso oso cachorro había caído en una trampa que aprisionaba fuertemente una de sus patas traseras.

-¡Ooh pequeño, estás muy lastimado! ¡No temas, no te haré daño ! ¡Intentaré quitar esa trampa de tu pata! -dijo Nidawi mientras acariciaba el pelaje de aquel hermoso cachorro gris, quien tenía una mancha negra en su lomo que parecía un símbolo extraño.

-¡Grr, grr, grr! -se quejaba el cachorro mientras lloraba adolorido.

-¡Sé que te duele pequeño! ¡Pero esta trampa está demasiado apretada y no logro abrir los enganches.

Después de lidiar por mucho rato con aquella trampa logró abrir los enganches y liberar la pata del pequeño cachorro.

-¡Ooh, estás sangrando! Pero no te preocupes, Mime me preparó un neceser de primeros auxilios-dijo Nidawi mientras el pequeño oso lamía su pata.

Así que tomó desinfectante, gasas, un polvo cicatrizante, vendas y procedió a curar la pata del cachorro, evitando lastimar su herida.

-¡Listo pequeño! ¿Te sientes mejor? Yo tengo que ir hasta la cima de esta montaña ¿me acompañas? -preguntó Nidawi.

-¡Grr, grr, grr! -respondió el oso mientras lamía el rostro de Nidawi.

-¡Ja, ja, ja! ¡Okey! Pero te llevaré en mis hombros, pues con tu pata lastimada no avanzaremos mucho.

Cuando apenas comenzaba a anochecer, llegaron a la cima de la montaña. Nidawi bajó al cachorro y sus cosas, para agradecer a los espíritus el haberle permitido llegar a la cima sin mayores contratiempos. Luego se quedó contemplando por largo rato aquel hermoso paisaje lleno de un verdor único, donde a lo lejos se divisaba un majestuoso río, mientras la luna nueva se asomaba en el cielo.

Después buscó un sitio donde poder acampar; preparó su tienda, el sleeping, una fogata y algo de comer.

-¡Oh, hace mucho frío! ¡Oh, tu pata está sangrando pequeño! Ven, acércate para curarte y cambiar las vendas, mientras está la comida -dijo Nidawi, mientras acariciaba la panza del cachorro.

-¡Grr, grr! -gruñía el cachorro mientras lamía las manos de Nidawi.

Una vez que saciaron el hambre, el pequeño cachorro se acostó en el sleeping junto a Nidawi para protegerla y abrigarla, pues la temperatura era muy baja.

-¡Oh, qué lindo eres pequeño! Gracias por abrigarme de este frío espantoso -dijo Nidawi agradecida.

A la mañana siguiente...

-¡Oh, el cachorro se ha marchado, no logro encontrarlo por ningún lado! Solo espero que los espíritus lo cuiden -pensó Nidawi.

Nidawi, La Hechicera Del Tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora