Capítulo 6: La Montaña Wattys

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Una vez que recogió sus cosas, se dirigió hacia la montaña Wattys. Cuando cruzaba el bosque, escuchó un fuerte chillido que erizó su piel.

-¡Qué chillido tan aterrador! -pensó.

Pero por más que miró hacia todos lados no vio nada. Así que, aunque un poco asustada, siguió su camino hacia la montaña. Una vez allí comenzó a subir, cuando de repente escuchó nuevamente aquel chillido que la hizo distraerse y perder el equilibrio, rodando montaña abajo. En su descenso logró sujetarse de las raíces de un árbol, y fue cuando pudo ver al protagonista de aquel aterrador chillido. Era un ave gigantesca de plumaje rojo y grandes alas negras, con un pico negro que parecía un garfio, grandes ojos que lanzaban llamaradas de fuego y su cabeza parecía un balón de soccer.

Aquel ave insistía en atacar a Nidawi, sobrevolando muy cerca de ella, lanzando fuego sobre ella e intentando atrapar sus piernas con sus puntiagudas garras. ¡Nidawi estaba muy asustada! ¡No sabía cómo defenderse de aquella agresiva ave que había logrado lastimarla con sus garras al intentar atraparla, y sus manos perdían fuerza para sostenerse! Así que, pensando que inevitablemente caería al vacío; y viendo que el ave preparaba sus garras para atacarla nuevamente, volteó hacia el ave mirándola fijamente a los ojos que chispeaban fuego, mientras la retaba gritándole con todas sus fuerzas:

-«Shiu Nidawi, akumi chapra icsiroren woqui med Wattyscora ygdofusí, o kurumíqüo somicatafú dibey nakuchi gasupuró gulky qüo hasinamotuye wó grachure dolnnu kuarus»

Traducción:
«Soy Nidawi, no te atrevas a tocarme una vez más wattyscora infernal, o te juro que lamentarás el haber nacido en ese horrible cuerpo que convertiré en comida para gatos»

El Ave, al escuchar aquellas palabras en Khizíes antigüo, se quedó paralizado frente a Nidawi, mientras la miraba estupefacto a los ojos, reconociendo  efectivamente en ella  a aquella princesa apache que había muerto hace más de 150 años.

De repente el ave se dio cuenta que estaba rodeado de una gran bandada de sus compañeros que también querían colaborar en la captura de Nidawi. Y tras un fuerte enfrentamiento con sus compañeros, los hizo entrar en razón y decidieron salir volando entre la densa calina que cubría la montaña.

Cuando Nidawi los vio alejarse, y sin entender qué había pasado, respiró tranquila... Pero sus manos, lastimadas por las llamaradas del ave ya no resistían más y, sin poder evitarlo soltó las raíces del árbol para caer al vacío...

Cuando despertó, en la cima de la montaña, pudo notar que las heridas de sus manos y piernas estaban vendadas. Sobre una fogata a pocos metros de ella, había una olla que despedía un grato aroma a sopa de verduras. Cuando volteó hacía atrás pudo ver a alguien con una hermosa capa blanca y bordados dorados con capucha que hablaba con un gran árbol.

Cuando intentó incorporarse, escuchó la voz grave de aquel hombre, mientras se acercaba a ella:

-¡No se levante princesa, aún está muy débil!

-¿Estoy muerta? ¿Este es el cielo? ¿Quién es usted? -preguntó Nidawi.

El señor:  un hombre alto, robusto, de tez morena, ojos grandes color ámbar, cabello negro liso que sobrepasaba sus hombros; quitándose la capucha que lo cubría, la miró fijamente y le dijo:

-Soy Wattys, su majestad, el guardián de esta montaña, y no ¡no está muerta!

-Perooo... ¿Cómo es que estoy viva? ¡Recuerdo haber caído al vacío! -dijo Nidawi, confundida.

-Recuerda haber soltado las raíces del árbol que sujetaba, pero no cayó al vacío, las raíces del árbol de Watsirys la sostuvieron, solo se desmayó -dijo Wattys, el guardián de la montaña.

Al intentar incorporarse nuevamente, el guardián le dijo:

—¡Oh no su majestad, no se levante! le recomiendo que permanezca acostada, pues ha permanecido tres días con sus noches, inconsciente y con mucha fiebre, pues la wattyscora la lastimó cruelmente y sus heridas se infectaron y aunque ya el peligro ha pasado, aún está débil.

—¿Y usted cómo sabe lo que ocurrió y, por qué me dice majestad? —preguntó Nidawi sorprendida.

—Watsirys, el árbol a tu espalda, me ha contado todo lo ocurrido; además fue este árbol quien salvó tu vida, y quien me avisó sobre tu presencia en esta montaña. Soy el guardián de esta montaña desde hace más de 1.500 años... Y como guardián sé absolutamente todo lo que ha ocurrido en estas tierras y más allá... Eres Nidawi,  princesa y dueña de las vastas tierras Khizíes, en ti vive su espíritu guerrero, sabio y noble...  Usted lo sabe majestad y por eso ha regresado —dijo Wattys, mientras la miraba fijamente a sus ojos—. Ahora debe alimentarse y descansar, ya tendremos tiempo para conversar.

Durante los siguientes días Nidawi se recuperó de sus heridas y mientras recorría aquella montaña junto a Wattys y recordaba algunas vivencias de su pasado, el guardián la aconsejaba sabiamente sobre su regreso a la tierra de sus ancestros.

—Bueno —dijo Nidawi— creo que es hora de continuar mi camino hacia Khizíes.

—Así es majestad —dijo Wattys— es hora. Recuerde todo lo que hemos conversado.  El fin de la maldad de Mollsidorf, está en sus manos; pero debe ser cautelosa majestad, solo usted posee el poder y la fuerza para derrotarlo.

—No olvidaré sus palabras Wattys, las tendré presentes en cada situación —respondió Nidawi.

Y mientras acariciaba el tronco de Watsirys y contemplaba sus grandes ramas, se inclinó en señal de respeto sobre sus fuertes raíces y agradeció con humildad el haberle salvado la vida.

Una vez que empacó sus cosas, se acercó a Wattys y se despidió con un cálido abrazo a la vez que él besaba su frente con ternura, en señal de protección.

Nidawi, La Hechicera Del Tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora