Capítulo 8: Los nuevos retos fascinan

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- Tranquila, ya te tengo. -Me susurra Axel al oído con voz estimulante y excitante.

El me acompaña al sitio donde debo sentarme, y entonces gira la cabeza y mira con desprecio y decepción a la chica pelirroja que me ha tirado al suelo.

- ¿Tú eres Bella? Yo soy Axel, tu nuevo compañero.

- Vale. -Seré estúpida, muy lista pero con pocas neuronas, como he podido responder eso.

- Bella, tu no tienes mi edad, ¿no?

- No, en realidad soy de un curso menor, pero al hacer los exámenes de admisión, el resultado ha sido mejor del que se esperaba así que han decidido subirme de curso en cuatro asignaturas.

- Así que tenemos en la clase una lumbreras... Me siento alagado de que haya podido honrarnos con su presencia doña Bella. -Axel empieza a hablar en tono sarcástico y en plan medieval.

Me río de su pequeña gracia, y el se queda fijamente mirando mis ojos.

- Una sonrisa, esta bien que también seas humana. Te sienta realmente bien.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- Acabas de mostrarme un signo de debilidad, me acabas de enseñar tu mejor rasgo y eso me gusta.

Encima de guapo, amable y encantador, me estoy poniendo roja como un tomate. Esto no me gusta, sé que el no va a mostrar ningún tipo de interés en mí, así que... El timbre suena, y no hemos hecho nada del trabajo en parejas, no ha dado tiempo ni de que me explique sobre que trata.

- Bella, tenemos que acabar el trabajo para el viernes. Tenemos que quedar esta tarde. ¿En mi casa o en la tuya?

- Bueno, supongo que no habrá problema en que realicemos el trabajo en mi casa.

- Perfecto, nos vemos después de clase, y te llevo en mi nueva moto.

Sonrío. Creo que esta ha sido la sonrisa mas falsa que he puesto en toda mi vida. Ahora debería ir a buscar la llave de mi taquilla, por desgracia no tengo ni idea de donde la tengo que recoger.

Cuando salgo por la puerta, me encuentro con el director.

- Bella, he ido a recoger todos tus libros, y ahora iba a buscarte para dártelos, y también he pensado, en que no sabrías llegar a la recepción de recogida de las llaves de la taquilla. Así que he pensado en traértela yo.

- Gracias.

Cuando el director empieza a alegarse de mí, me doy cuenta de que solo faltan cinco minutos para que empiece la siguiente clase. Me doy prisa para ir a guardar los libros en la taquilla, y como siempre pasa lo inevitable. Me estoy a punto de...

- Aaaaaaahahahhhhhaaaaaaaa, auuuuuuuuuuuu. Ai. ¡Malditas escaleras!

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