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Kaname lloraba lleno de pánico, no podía creer que lo que estaba pasando, quería explicar que él no era Kain Akatsuki, que era Kaname Kuran, hijo de los reyes del país del Agua y que no podía luchar en el frente, cargando un bebé en sus entrañas. Pero nadie se tomó el tiempo de escucharlo, solo una muchacha de estatura pequeña se le acercó y lo sentó a su lado.

- Mi nombre es Rima ¿Cuál es el tuyo?-

- Kaname, aunque nadie quiere escucharme. Yo no soy Kain Akatsuki -

- ¿Cómo puede ser eso posible? Esa mujer dijo que eras su hijo -

- ¡Es mentira! Ella me engañó, me mandó a morir a esta guerra , para salvar a su hijo, pero yo... yo no puedo morir, no mientras lo tenga dentro de mí - dice Kaname tocando su barriga

- ¿Eres un doncel? -

- Sí, y estoy en cinta -

- No deberías estar aquí -

- Lo sé, pero no me escuchan -

Rima se compadeció del joven y le tomó de las manos, buscaba calmarlo. El viaje fue largo, cerca de la medianoche las carretas llegaron a un campo de entrenamiento, era una planicie mal oliente y con algunas tiendas dispuestas una al lado de la otra. Los hombres fueron bajando uno a uno, en la carreta donde viajaba Kaname sólo que daba él y Rima abordo.

- ¡Abajo! Y rápido - dice Kaito el encargado del reclutamiento

- Ya vamos - dice Rima intentando despertar a Kaname - Kaname, despierta ya hemos llegado -

- ¡Apresurense! - Grita Kaito

- ¡Qué ya vamos! -

Rima y Kaname bajaron y vieron el panorama deprimente y se sintieron perdidos.

- Vamos, muevan esos culos ¡Rápido! -

Rima se volteó a ver a ese hombre tan insolente, ella era una humilde campesina, pero no estaba acostumbrada a lidiar con personas que hablaran tan mal.

- ¿Y a dónde debemos ir? -

- Él, con los demás hombres por el fondo - indicó con su dedo Kaito - y tú lindura, puedes irte directamente a mi cama -

- Olvídalo, atrevido -

Rima se fue con junto con Kaname al lugar donde pasarían la noche.

Takuma era el general que estaba a cargo de la instrucción a los nuevos soldados, estaba en su tienda ordenando los registros del reclutamiento del día.

- Estoy muerto - Dijo Kaito dejando su reporte

- Descansa, ha sido una larga jornada - dice el rubio general

- Sí, mañana comenzaremos temprano con el entrenamiento - dice el hombre tomando una jarra de vino - Hay algunos que prometen, pero hay otros que no servirán ni de carne de cañón -

- Tan mal se ven - sonríe Takuma a su amigo

- Sí, aunque hay una chica que lamentaría si termina muerta -

- ¿Chica?¿Cómo que una chica? -

- Sí, una campesina, en esa casa solo había un hombre, pero le faltaba una pierna, así que me traje a su hija -

- Trajiste a una chica al campo de batalla - le mira con molestia - Te dije que ni mujeres, ni donceles -

- Vamos, somos hombres necesitamos alguna hembra - dice Kaito

- Estamos para servir al pueblo y al rey, no para saciar nuestra lujuria -

- También sirven para curar a los heridos y ayudar a los desgraciados que morirán -

- Pero... -

- Si muriera por una grave herida, me quiero ir mirando el rostro de una bella chica, que sostenga mi mano y me reconforte. Te juro que aunque eres mi mejor amigo, no quiero morir entre tus brazos - y luego se larga a reír - Por Dios que cara has puesto, no me digas que estás enamorado de mí, porque tendré que rechazarse, sabes que me gustan las tetas, no el pit... -

- Podrías callar era boca tan sucia - dice Takuma

- Que delicado - ríe Kaito - Había olvidado que te van los donceles y ellos si tienen pito, aunque solo para mear -

Después de esa charla picante Kaito se fue hasta su tienda y durmió como un tronco al día siguiente comenzaba la instrucción, todos sin excepción se levantaron al alba y tuvieron que marchar por más de tres horas Kaname estuvo entre los primeros que cayeron presa de cansancio, por lo que fue separado del resto. Rima intento quedarse con él, pero fue inútil, ella junto a otras chicas más fue puesta junto a un fogón a cocinar.

El primer día había sido una pesadilla para el joven príncipe, sentía que se caerían los dedos de las manos, esas espadas eran pesadas y toscas, además al tomarlas sentía que el frío acero se le pegaba a la piel.

Esa noche mientras todos dormían extenuados del durísimo entrenamiento, Kaname miraba las estrellas, se sentía tan impotente, con apenas dieciséis años su vida estaba destinada al dolor, y con él arrastraba a esa criatura que crecía dentro de él.

Desde lejos unos ojos verdes miraban la sutura del joven, pensando que era lo que ese muchachito pensaría mirando a las estrellas.

Una semana de entrenamiento tuvieron los nuevos soldados cuando tuvieron que desarmar al campamento para tomar sus puestos de combate, la mitad del grupo viajó al este a defender a la nación del Sur del país del Hielo, el rey Rido Kuran, no estaba dispuesto a entregar a su hijo, cosa que pedía Zero para frenar la guerra, el peliplateado quería limpiar su honor.

El otro grupo viajó al oeste, Kaname y Rima iban entre ellos, la misión de Takuma que era quien iba al frente del grupo era evitar que Zero cruzará la frontera con sus ejércitos. Ya que tanto Zero como Rido tenían la misma idea y esa no era otra más que batallar en la nación del Sur.

Los observadores llegaron a todo galope informando que los ejércitos de Zero ya estaban cruzando la frontera, por lo que Takuma alistó a sus hombres y fue hacerles frente.

Rima abrazó fuertemente a Kaname, que estaba pálido, sabía que no tenía opciones de sobrevivir.

- Estare rezando por ti - lloraba Rima lo que disgustó a Kaito

- Gracias, Rima, siempre te voy a recordar -

- No lo digas, como si está fuera la última vez que nos vemos. Yo sé que vas a regresar. Te estaré esperando -

Kaito se acercó y tomó a Kaname con fuerza del brazo.

- Camina, deja de perder el tiempo, tenemos trabajo que hacer -

Rima se quedó con el alma angustiada, Kaname iba camino a su muerte. Solo Dios lo podría ayudar.

AMOR NO CORRESPONDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora